Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder
El PRI vive, desde 1982, en una dualidad disfuncional en su ideología, en el ejerció del poder y en la vida diaria. Los especialistas dirían que padece de esquizofrenia, pues por un lado impulsa candidatos neoliberales, mientras, por el otro, los usufructuarios del sistema que no funcionó se aferran a su plataforma de principios, a un proyecto divorciado de la realidad.
Después de las reformas constitucionales realizadas a partir de 1982, pero principalmente las impulsadas entre 88 y 94, el PRI debió efectuar una Asamblea para redefinir el rumbo, los principios y su papel en el destino de México, inserto en una globalización de la cual no puede sustraerse. Luis Donaldo Colosio, en Puebla, oteó la oportunidad, pero la vieja guardia dio un palmetazo sobre el atril y el discurso regresó a su obsolescencia.
Hoy, la candidatura de Enrique Peña Nieto se desarrolla en dos frentes. El externo, contra los partidos que pugnan para que todo permanezca igual, y el interno, frente a la vieja guardia que quiere hacer de él un candidato de la inexistente democracia social, cuando su perfil es neoliberal, en un ámbito internacional donde todo se desarrolla y decide por encima de la voluntad de las sociedades de los Estados-Nación, donde las reglas del juego son otras, donde para preservar el mínimo de soberanía y dejar de hacer el ridículo internacional, como en el caso de Florence Cassez, lo que se requiere es replantear las relaciones bilaterales con Estados Unidos, para cumplir honorablemente con los convenios internacionales.
El aserto anterior no es producto de mi imaginación. Olaf Cramme y Patrick Diamond opinan lo siguiente: “La socialdemocracia está de rodillas en toda Europa. Desde la quiebra de Lehman Brothers, los partidos de centro-izquierda han perdido nada menos que 19 elecciones ante sus oponentes… La amarga realidad es que los dos discursos dominantes sobre la política de centro-izquierda están equivocados. Por un lado, los modernizadores de la Tercera Vía insisten en que los socialdemócratas tienen que adoptar la inexorable lógica de la globalización, la liberalización y la reforma permanente. Por otro, están los de la izquierda tradicional que quieren un regreso a las verdades de la socialdemocracia posterior a 1945”.
Mientras la discusión continúa, el diseño económico de Estados Unidos para la presente centuria, sustentado en las exigencias de su geoseguridad nacional y regional, en los principios fundacionales del Imperio y la globalización impuesta al Estado por los propietarios del dinero, anticipan lo que Manuel Vicent describió a la perfección en su texto Esclavos, pues por lo pronto los socios del Bric aportarán mil quinientos millones de muertos de hambre para fortalecer su economía, y lo propio harán los países de Centro y Sud América.
México ha de actuar en la situación privilegiada en la que se encuentra, porque es la puerta de entrada al Imperio, una aldaba de inteligencia para su seguridad nacional, no el traspatio en que quieren convertirlo.
El PRI vive, desde 1982, en una dualidad disfuncional en su ideología, en el ejerció del poder y en la vida diaria. Los especialistas dirían que padece de esquizofrenia, pues por un lado impulsa candidatos neoliberales, mientras, por el otro, los usufructuarios del sistema que no funcionó se aferran a su plataforma de principios, a un proyecto divorciado de la realidad.
Después de las reformas constitucionales realizadas a partir de 1982, pero principalmente las impulsadas entre 88 y 94, el PRI debió efectuar una Asamblea para redefinir el rumbo, los principios y su papel en el destino de México, inserto en una globalización de la cual no puede sustraerse. Luis Donaldo Colosio, en Puebla, oteó la oportunidad, pero la vieja guardia dio un palmetazo sobre el atril y el discurso regresó a su obsolescencia.
Hoy, la candidatura de Enrique Peña Nieto se desarrolla en dos frentes. El externo, contra los partidos que pugnan para que todo permanezca igual, y el interno, frente a la vieja guardia que quiere hacer de él un candidato de la inexistente democracia social, cuando su perfil es neoliberal, en un ámbito internacional donde todo se desarrolla y decide por encima de la voluntad de las sociedades de los Estados-Nación, donde las reglas del juego son otras, donde para preservar el mínimo de soberanía y dejar de hacer el ridículo internacional, como en el caso de Florence Cassez, lo que se requiere es replantear las relaciones bilaterales con Estados Unidos, para cumplir honorablemente con los convenios internacionales.
El aserto anterior no es producto de mi imaginación. Olaf Cramme y Patrick Diamond opinan lo siguiente: “La socialdemocracia está de rodillas en toda Europa. Desde la quiebra de Lehman Brothers, los partidos de centro-izquierda han perdido nada menos que 19 elecciones ante sus oponentes… La amarga realidad es que los dos discursos dominantes sobre la política de centro-izquierda están equivocados. Por un lado, los modernizadores de la Tercera Vía insisten en que los socialdemócratas tienen que adoptar la inexorable lógica de la globalización, la liberalización y la reforma permanente. Por otro, están los de la izquierda tradicional que quieren un regreso a las verdades de la socialdemocracia posterior a 1945”.
Mientras la discusión continúa, el diseño económico de Estados Unidos para la presente centuria, sustentado en las exigencias de su geoseguridad nacional y regional, en los principios fundacionales del Imperio y la globalización impuesta al Estado por los propietarios del dinero, anticipan lo que Manuel Vicent describió a la perfección en su texto Esclavos, pues por lo pronto los socios del Bric aportarán mil quinientos millones de muertos de hambre para fortalecer su economía, y lo propio harán los países de Centro y Sud América.
México ha de actuar en la situación privilegiada en la que se encuentra, porque es la puerta de entrada al Imperio, una aldaba de inteligencia para su seguridad nacional, no el traspatio en que quieren convertirlo.
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