Enésima víctima del sistema capitalista

Paco Azanza Telletxiki

En 1492 Cristóbal Colón llegó a América. A partir de aquel “descubrimiento”, los naturales de las tierras conquistadas fueron salvajemente diezmados y desposeídos de sus inmensas riquezas; aquellas que, como Carlos Marx hubo denunciado, contribuyeron de manera importante a la acumulación originaria del capital, ampliando la injusta y cruel división internacional del trabajo que caracterizo desde sus inicios al sistema capitalista. El capital, pues, llegó al mundo “chorreando sangre y lodo desde la cabeza hasta los pies, por todos los poros”; y, tantos años después, sigue chorreando los mismos ríos de injusticias, violencia y dolor; fundamentalmente en los países del llamado Tercer Mundo, pero también en las “periferias” de los del Primero.

Lo estamos viendo todos los días. Las actuales guerras de rapiña provocadas por el imperialismo –fase superior del capitalismo- están generando cientos de miles de víctimas mortales y saqueos de alcance incalculable; ahí tenemos los sangrantes ejemplos de Iraq, Afganistán, Libia... Pero hoy no voy a referirme a las guerras convencionales, sino a aquellas “guerras” algo menos violentas –aunque igualmente crueles- que los grandes capitalistas libran contra los pueblos con el mismo y perverso objetivo de apropiarse de lo que no les corresponde.
El pasado 4 de abril se suicidó Dimitris Christoulas, un jubilado de 77 años. Se quitó la vida de un disparo en la cabeza en la emblemática Plaza Syntagma de Atenas, frente al Parlamento. Según parte de sus palabras manuscritas en un papel, decidió hacerlo “de una forma digna para no tener que terminar hurgando en los contenedores de basura para poder subsistir”.

Grecia es un país que ha sido vendido al gran capital por un Gobierno ilegítimo, o, lo que es lo mismo, por un grupo de inhumanos individuos que inescrupulosamente se han arrogado una autoridad que la población griega nunca les ha concedido. Por un lado, estamos ante una venta ilegal, y, por otro, ante la involuntaria adquisición de una deuda ilegítima por parte de un pueblo que, vía “recortes” o “medidas de austeridad”, está obligado a pagarla –las manifestaciones de protesta son habitualmente reprimidas por una policía que igualmente, no lo olvidemos, es pagada el pueblo (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=118595)-. Resulta curioso –y alarmante- cómo los famosos “Ajustes estructurales” del Fondo Monetario Internacional, que durante los años noventa fueron aplicados en América Latina y hundieron económicamente a no pocos de sus países, ahora quieren aplicarlos en Europa, y, además, pretenden que los acojamos cual imprescindible barita mágica que va a solucionar los problemas provocados por los propios dueños del FMI: los grandes capitalistas.
Desprovistos de una humanidad que nunca tuvieron, el FMI y las “autoridades” de la UE no se andan con tonterías para con el caso griego –tampoco con otros, por supuesto-. Desde que comenzaron a aplicarse las mencionadas medidas, las jubilaciones han sido rebajadas entre un 15% y un 20%; los precios se han elevado una media del 10%; han sido notablemente aumentados los impuestos; y el desempleo ha llegado al 21% -el 50% entre la población activa más joven-. Un dato muy a tener en cuenta y que certifica la dramática situación que se vive en el país heleno es que hace tan sólo tres años tenía la tasa más baja de suicidios de Europa -2,8 casos por cada 100.000 habitantes-; en ese espacio de tiempo ha aumentado un 20%. Según información del diario Ekathimerini, en los tres primeros meses del presente año se han quitado la vida al menos 149 personas.

En buena lógica, muchos compatriotas de Dimitris Christoulas afirman que su muerte “no fue un suicidio sino un asesinato” inducido por las drásticas medidas adoptadas por un Gobierno que no ha sido elegido por el pueblo. En cualquier caso, lo que no cabe duda es que Dimitris Christoulas es la enésima víctima del sistema capitalista. “No pudiste soportar que asesinaran la libertad, la democracia y la dignidad”, se lamentó su única hija, Emmy. Y es que tantos años después de su nacimiento, el capital sigue “chorreando sangre y lodo desde la cabeza hasta los pies, por todos los poros”.

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