Jorge Fernández Menéndez
Como decían ayer todos los periódicos, de alguna forma se hizo el “milagro” y Vicente Fox se reunió, le besó la mano y le dijo “señora presidente” a Josefina Vázquez Mota. Fue una acción lógica y sensata del ex presidente, que se había confrontado inútilmente con distintos sectores del panismo luego de sus declaraciones y predicciones sobre el triunfo de Enrique Peña Nieto.
Para la campaña de Josefina era imprescindible que Fox tuviera algo más que un gesto hacia la candidata presidencial de su partido. Independientemente de cómo se evalúen las cosas, lo cierto es que Josefina, como candidata del PAN, tiene que mostrar una alternativa, como ella misma dice, “diferente”, pero al mismo tiempo reivindicar, por lo menos en los grandes rasgos, una labor de su partido de 12 años, los sexenios de Vicente Fox y de Felipe Calderón.
El presidente Calderón está acatando en forma muy estricta la norma de no involucrarse en los comicios, porque el hecho es que, declaraciones aparte, el Presidente no está utilizando foros nacionales ni internacionales, como la última gira a Estados Unidos, para participar de alguna forma en el proceso electoral, una medida inteligente y que contribuirá a una transición mucho más tranquila, entre otras razones, porque algo ha sucedido en las últimas semanas, después de aquella reunión entre Pedro Joaquín Coldwell y el presidente Calderón, que le dio otro cauce a las cosas.
Vicente Fox no tiene esas limitaciones políticas y legales, pero sus intervenciones habían contribuido poco a la causa de Josefina. Y sin duda, a la candidata, el respaldo público y un real involucramiento en campaña de Fox le conviene y le atraerá votos. Con diferencias o no con sus formas de hacer y entender la política, Fox sigue siendo un activo en el PAN, un hombre que mantiene índices relativamente elevados de popularidad, aunque se involucre en temas tan controvertidos como el de la legalización de las drogas (temas que, por otra parte, tienen un auditorio y le permiten una exposición pública amplia).
Pero a Fox también le conviene aparecer y estar en la campaña. Sigo pensando que Fox está pensando y trabajando para el futuro. No creo que quiera, simplemente, refugiarse en su Centro, o conformarse con representar la figura de un ex presidente tradicional, porque no lo es: me imagino a Fox, al foxismo y a quienes lo siguen, gane Peña Nieto o gane Josefina, buscando recuperar la dirección del PAN, haciendo sus apuestas hacia 2018 y convirtiéndose en interlocutor válido del poder en turno, sobre todo si quien llega a Los Pinos el primero de diciembre es Peña Nieto.
No es una jugada sencilla ni fácil, pero políticamente legítima: si dejamos de lado el tema de la legalización de las drogas, los puntos en los que ha hecho hincapié Fox en sus intervenciones se dirigen hacia allí: acuerdos, consensos, convergencias entre distintos grupos políticos, reconciliación, que son las constantes de su discurso reciente.
Muchos subestiman a Fox y, como ocurre con muchos políticos, se equivocan. Fox sabe lo que está haciendo y cuáles son sus apuestas.
De perredistas
López Obrador vive en una contradicción constante en los últimos días. Luego de estar en misa con el papa Benedicto y de participar en la Conferencia del Episcopado Mexicano, las bendiciones que se llevó de distintos grupos evangélicos no dejaron de ser sorprendentes, más que por las bendiciones en sí mismas (López Obrador, en todo su derecho, profesa esa fe), por las imágenes que no dejan de ser un poco perturbadoras para un candidato de la izquierda. Pero, más allá de eso, no dejó de llamar la atención la virulencia con que Andrés Manuel exigió que se realice la Evaluación Universal de los maestros, al mismo tiempo que las secciones magisteriales de Michoacán, Guerrero y Oaxaca, que se cuentan entre sus más fervientes respaldos, son los grupos que más se oponen, en forma abierta, a la misma. Y López Obrador los reivindica como la auténtica oposición magisterial a Elba Esther. Y ellos a él como la alternativa al PRI y al PAN.
Pero, dejando al candidato presidencial, aunque regresando a su tierra, al que las cosas se le están encaminando es al aspirante perredista a gobernador en Tabasco, Arturo Núñez. El ex subsecretario de Gobernación está creciendo en encuestas y apoyos, en medio de una administración, la del gobernador Granier, que se ha cansado de cometer errores. El ahora ex secretario de Salud del estado, Jaime Mier y Terán, a quien muchos consideraron que tendría que haber sido el candidato del PRI, acaba de abandonar su partido para apoyar a Núñez. Tabasco ya se le ha complicado, y mucho, al PRI.
Como decían ayer todos los periódicos, de alguna forma se hizo el “milagro” y Vicente Fox se reunió, le besó la mano y le dijo “señora presidente” a Josefina Vázquez Mota. Fue una acción lógica y sensata del ex presidente, que se había confrontado inútilmente con distintos sectores del panismo luego de sus declaraciones y predicciones sobre el triunfo de Enrique Peña Nieto.
Para la campaña de Josefina era imprescindible que Fox tuviera algo más que un gesto hacia la candidata presidencial de su partido. Independientemente de cómo se evalúen las cosas, lo cierto es que Josefina, como candidata del PAN, tiene que mostrar una alternativa, como ella misma dice, “diferente”, pero al mismo tiempo reivindicar, por lo menos en los grandes rasgos, una labor de su partido de 12 años, los sexenios de Vicente Fox y de Felipe Calderón.
El presidente Calderón está acatando en forma muy estricta la norma de no involucrarse en los comicios, porque el hecho es que, declaraciones aparte, el Presidente no está utilizando foros nacionales ni internacionales, como la última gira a Estados Unidos, para participar de alguna forma en el proceso electoral, una medida inteligente y que contribuirá a una transición mucho más tranquila, entre otras razones, porque algo ha sucedido en las últimas semanas, después de aquella reunión entre Pedro Joaquín Coldwell y el presidente Calderón, que le dio otro cauce a las cosas.
Vicente Fox no tiene esas limitaciones políticas y legales, pero sus intervenciones habían contribuido poco a la causa de Josefina. Y sin duda, a la candidata, el respaldo público y un real involucramiento en campaña de Fox le conviene y le atraerá votos. Con diferencias o no con sus formas de hacer y entender la política, Fox sigue siendo un activo en el PAN, un hombre que mantiene índices relativamente elevados de popularidad, aunque se involucre en temas tan controvertidos como el de la legalización de las drogas (temas que, por otra parte, tienen un auditorio y le permiten una exposición pública amplia).
Pero a Fox también le conviene aparecer y estar en la campaña. Sigo pensando que Fox está pensando y trabajando para el futuro. No creo que quiera, simplemente, refugiarse en su Centro, o conformarse con representar la figura de un ex presidente tradicional, porque no lo es: me imagino a Fox, al foxismo y a quienes lo siguen, gane Peña Nieto o gane Josefina, buscando recuperar la dirección del PAN, haciendo sus apuestas hacia 2018 y convirtiéndose en interlocutor válido del poder en turno, sobre todo si quien llega a Los Pinos el primero de diciembre es Peña Nieto.
No es una jugada sencilla ni fácil, pero políticamente legítima: si dejamos de lado el tema de la legalización de las drogas, los puntos en los que ha hecho hincapié Fox en sus intervenciones se dirigen hacia allí: acuerdos, consensos, convergencias entre distintos grupos políticos, reconciliación, que son las constantes de su discurso reciente.
Muchos subestiman a Fox y, como ocurre con muchos políticos, se equivocan. Fox sabe lo que está haciendo y cuáles son sus apuestas.
De perredistas
López Obrador vive en una contradicción constante en los últimos días. Luego de estar en misa con el papa Benedicto y de participar en la Conferencia del Episcopado Mexicano, las bendiciones que se llevó de distintos grupos evangélicos no dejaron de ser sorprendentes, más que por las bendiciones en sí mismas (López Obrador, en todo su derecho, profesa esa fe), por las imágenes que no dejan de ser un poco perturbadoras para un candidato de la izquierda. Pero, más allá de eso, no dejó de llamar la atención la virulencia con que Andrés Manuel exigió que se realice la Evaluación Universal de los maestros, al mismo tiempo que las secciones magisteriales de Michoacán, Guerrero y Oaxaca, que se cuentan entre sus más fervientes respaldos, son los grupos que más se oponen, en forma abierta, a la misma. Y López Obrador los reivindica como la auténtica oposición magisterial a Elba Esther. Y ellos a él como la alternativa al PRI y al PAN.
Pero, dejando al candidato presidencial, aunque regresando a su tierra, al que las cosas se le están encaminando es al aspirante perredista a gobernador en Tabasco, Arturo Núñez. El ex subsecretario de Gobernación está creciendo en encuestas y apoyos, en medio de una administración, la del gobernador Granier, que se ha cansado de cometer errores. El ahora ex secretario de Salud del estado, Jaime Mier y Terán, a quien muchos consideraron que tendría que haber sido el candidato del PRI, acaba de abandonar su partido para apoyar a Núñez. Tabasco ya se le ha complicado, y mucho, al PRI.
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