Francisco Rodriguez / Índice Político
Si alguna posibilidad real tenía la señora Margarita Zavala de continuar su carrera en la política –interrumpida para dar paso a la ocupación sexenal de Los Pinos por Felipe Calderón–, ésta se marchitó la semana anterior.
Cual si fuera “el beso del diablo”, aquél que en la época de don José López Portillo recibía todo aquel aspirante a puestos de elección popular que se atrevía a tocar la puerta de la casa en San Jerónimo donde aún reside Luis Echeverría, así fue tocada Zavala.
La maldición se la echó encima su propio esposo, al responder en un programa de Televisa a la pregunta de si se imagina, dentro de seis años, cual consorte de “la presidenta Margarita”, a lo que el michoacano respondió:
“No es que me imagine, pero no lo descarto, y lo que sí es que yo trataría de ayudarla como me ha ayudado ella”.
Pues, desde ahora, que no la ayude el compadre.
Porque esa “ayuda” más bien se interpreta como salación, mal de ojo, o de plano maleficio.
Y es que, cierto, la señora tiene su propia carrera política. En muchos sentidos –olfato y visión políticas, sobremanera– mucho mejor desarrollada que la de su esposo… así y éste haya llegado a ocupar –“haiga sido como haiga sido”– la residencia presidencial, súmmum a alcanzar de cualquiera que se atreva a ensuciarse en los lodos de la política. Pero, que se sepa, lo alcanzado por ella ha sido por méritos propios. Sin la ayuda de Calderón, precisamente.
Y no. No veo a la señora Zavala como titular del Ejecutivo en el 2018. En primer lugar, porque para que tal situación se diera, primer requisito debería ser que el PAN se mantuviera en el poder hasta esas fechas, lo cual es más que improbable no sólo por el accidentado inicio de la campaña de su actual candidata, la señora Vázquez, sino porque el blanquiazul es mayoritariamente percibido, desde que Calderón fue trepado al poder, en el verdadero “peligro para México”: violencia, miles de muertos, de desaparecidos, desempleo, desinversiones, hambre, pobreza… desprestigio internacional.
Luego, la pareja Calderón-Zavala tendría que continuar viviendo en territorio nacional, situación por la que nadie se atreve a apostar favorablemente sea quien sea que gane las elecciones del primer domingo de julio venidero.
Y no sólo por las amenazas de la delincuencia ahora desorganizada por el todavía más desorganizado combate en contra de ella, también porque no son pocos los sectores a los que ha agraviado el michoacano –incluidos los propios panistas–, quienes aprovecharían la oportunidad de llamarlo a cuentas, prácticamente desde el momento mismo en el que se despojara de la banda que, con un zopilote en medio, todavía le cruza el pecho al hermano de quien para entonces ya será la senadora “Cocoa”.
Ni se diga qué destino tendrán los Calderón, en caso de que prospere la demanda ante la Corte Penal Internacional que hay en su contra. Más las que se acumulen en los meses próximos.
No. No veo a la señora Zavala como presidenta a partir del 2018. En buena gran medida por tener que arrastrar con el desprestigio de su esposo.
Pero también, creo yo, porque a Margarita le sucede lo que a Lady Macbeth, el personaje de William Shakespeare obsesionado con que su marido se convierta en rey, repito, “haiga sido como haiga sido”, ya por la fascinación del poder por el poder mismo, ya incluso por la ambición del dinero.
Pero la atracción del poder y de la riqueza no lo explica todo.
Diane Ducret, periodista e historiadora francesa, autora del libro Las Mujeres de los Dictadores, publicado por Editorial Aguilar, “en estos matrimonios hay una especie de locura compartida”.
El ejemplo al que recurro –y que estoy seguro usted compartirá conmigo– es el de Vicente Fox y Martha Sahagún, quienes efectivamente arrollaron al país en sus locuras.
Creo, también, que la señora Zavala no es potencial cliente del diván de un psiquiatra, menos ahora que su propio marido la ha deshojado, pero…
Índice Flamígero: Muy, pero muy acertado el diagnóstico médico que la vocera y licenciada en relaciones internacionales Augusta Díaz de Rivera hizo ayer de su paciente Josefina Vázquez Mota: sufre de presión baja. No levanta, pues. + + + Muy atentamente solicito a usted una licencia para ausentarme de este espacio los próximos dos días, comprometiéndome –sin firmarlo ante notario, porque me parece ocioso– a seguir llevando la cuenta: hasta hoy, ¡todavía faltan 241 días para que termine esta pesadilla!
Si alguna posibilidad real tenía la señora Margarita Zavala de continuar su carrera en la política –interrumpida para dar paso a la ocupación sexenal de Los Pinos por Felipe Calderón–, ésta se marchitó la semana anterior.
Cual si fuera “el beso del diablo”, aquél que en la época de don José López Portillo recibía todo aquel aspirante a puestos de elección popular que se atrevía a tocar la puerta de la casa en San Jerónimo donde aún reside Luis Echeverría, así fue tocada Zavala.
La maldición se la echó encima su propio esposo, al responder en un programa de Televisa a la pregunta de si se imagina, dentro de seis años, cual consorte de “la presidenta Margarita”, a lo que el michoacano respondió:
“No es que me imagine, pero no lo descarto, y lo que sí es que yo trataría de ayudarla como me ha ayudado ella”.
Pues, desde ahora, que no la ayude el compadre.
Porque esa “ayuda” más bien se interpreta como salación, mal de ojo, o de plano maleficio.
Y es que, cierto, la señora tiene su propia carrera política. En muchos sentidos –olfato y visión políticas, sobremanera– mucho mejor desarrollada que la de su esposo… así y éste haya llegado a ocupar –“haiga sido como haiga sido”– la residencia presidencial, súmmum a alcanzar de cualquiera que se atreva a ensuciarse en los lodos de la política. Pero, que se sepa, lo alcanzado por ella ha sido por méritos propios. Sin la ayuda de Calderón, precisamente.
Y no. No veo a la señora Zavala como titular del Ejecutivo en el 2018. En primer lugar, porque para que tal situación se diera, primer requisito debería ser que el PAN se mantuviera en el poder hasta esas fechas, lo cual es más que improbable no sólo por el accidentado inicio de la campaña de su actual candidata, la señora Vázquez, sino porque el blanquiazul es mayoritariamente percibido, desde que Calderón fue trepado al poder, en el verdadero “peligro para México”: violencia, miles de muertos, de desaparecidos, desempleo, desinversiones, hambre, pobreza… desprestigio internacional.
Luego, la pareja Calderón-Zavala tendría que continuar viviendo en territorio nacional, situación por la que nadie se atreve a apostar favorablemente sea quien sea que gane las elecciones del primer domingo de julio venidero.
Y no sólo por las amenazas de la delincuencia ahora desorganizada por el todavía más desorganizado combate en contra de ella, también porque no son pocos los sectores a los que ha agraviado el michoacano –incluidos los propios panistas–, quienes aprovecharían la oportunidad de llamarlo a cuentas, prácticamente desde el momento mismo en el que se despojara de la banda que, con un zopilote en medio, todavía le cruza el pecho al hermano de quien para entonces ya será la senadora “Cocoa”.
Ni se diga qué destino tendrán los Calderón, en caso de que prospere la demanda ante la Corte Penal Internacional que hay en su contra. Más las que se acumulen en los meses próximos.
No. No veo a la señora Zavala como presidenta a partir del 2018. En buena gran medida por tener que arrastrar con el desprestigio de su esposo.
Pero también, creo yo, porque a Margarita le sucede lo que a Lady Macbeth, el personaje de William Shakespeare obsesionado con que su marido se convierta en rey, repito, “haiga sido como haiga sido”, ya por la fascinación del poder por el poder mismo, ya incluso por la ambición del dinero.
Pero la atracción del poder y de la riqueza no lo explica todo.
Diane Ducret, periodista e historiadora francesa, autora del libro Las Mujeres de los Dictadores, publicado por Editorial Aguilar, “en estos matrimonios hay una especie de locura compartida”.
El ejemplo al que recurro –y que estoy seguro usted compartirá conmigo– es el de Vicente Fox y Martha Sahagún, quienes efectivamente arrollaron al país en sus locuras.
Creo, también, que la señora Zavala no es potencial cliente del diván de un psiquiatra, menos ahora que su propio marido la ha deshojado, pero…
Índice Flamígero: Muy, pero muy acertado el diagnóstico médico que la vocera y licenciada en relaciones internacionales Augusta Díaz de Rivera hizo ayer de su paciente Josefina Vázquez Mota: sufre de presión baja. No levanta, pues. + + + Muy atentamente solicito a usted una licencia para ausentarme de este espacio los próximos dos días, comprometiéndome –sin firmarlo ante notario, porque me parece ocioso– a seguir llevando la cuenta: hasta hoy, ¡todavía faltan 241 días para que termine esta pesadilla!
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