Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder
En busca de aprobación, fama y fortuna, las políticas y los políticos mexicanos han sido capaces de cometer todos los errores posibles, entre ellos creer que un Congreso definido por cuotas de género hará que sus integrantes reciban inteligencia por infusión, conocimiento por osmosis, considerando que, de las tareas políticas, el legislativo es el más difícil, por lo que exige como disciplina y el constante enfrentamiento con el Ejecutivo, acostumbrado a imponerse, nunca a negociar.
Inmerso como está México, en una propuesta verbal -nunca asentada en un documento ni como un compromiso- de transición política, para modificar el modelo de gobierno que tiene a la nación entrampada en un pernicioso retroceso en todos los ámbitos de la administración pública, resultará interesante atestiguar los resultados de una mayor participación de la mujer en las tareas legislativas, precisamente allí donde han de plantearse los cambios legales, constitucionales y políticos que deben transformar al país.
Llegar al Congreso no hace al legislador titular de una patente de inteligencia y capacidad creativa. No soy especialista en crónica legislativa ni conozco a fondo la historia de ese Poder, pero consta a la sociedad que sólo unos cuantos de los diputados y senadores honran la representación de sus electores, hacen su tarea y plantean con inteligencia y creatividad las reformas legales que han de hacerse a las propuestas del Ejecutivo y a las formuladas por sus bancadas. La mayoría, desconozco el porcentaje, pero la mayoría de los hombres y mujeres que viven de sus dietas, sólo van a calentar la curul o el escaño que les asignaron.
Pero lo que más llama la atención, fue el propósito de los partidos de incumplir con la reforma que ellos mismos se impusieron y, para colmo, la pésima respuesta dada al llamado del presidente del IFE, para rehacer las listas y cumplir mal.
El Congreso va como los cangrejos. De las cuotas asignadas a los sectores, transita a las de género y a las de minorías, como si el hecho de pertenecer a una u a otra, diese la capacidad para resolver un trabajo legislativo.
Ahora que los cuatro contendientes recorren el país en busca de hacerse con la silla del águila, es momento oportuno de que se pregunten qué diantres harán con el Congreso que tendrán para operar la primera mitad del gobierno, porque entre las cuotas de género, las cuotas de las alianzas electorales y la mucha o poca inteligencia con la que cuenten para llevar al papel la propuesta de transición política, negociarla y conducirla a buen puerto, persistirá el encono de la extrema derecha que se adueñó de Acción Nacional, y la quinta columna que sirve a los intereses de Estados Unidos.
En busca de aprobación, fama y fortuna, las políticas y los políticos mexicanos han sido capaces de cometer todos los errores posibles, entre ellos creer que un Congreso definido por cuotas de género hará que sus integrantes reciban inteligencia por infusión, conocimiento por osmosis, considerando que, de las tareas políticas, el legislativo es el más difícil, por lo que exige como disciplina y el constante enfrentamiento con el Ejecutivo, acostumbrado a imponerse, nunca a negociar.
Inmerso como está México, en una propuesta verbal -nunca asentada en un documento ni como un compromiso- de transición política, para modificar el modelo de gobierno que tiene a la nación entrampada en un pernicioso retroceso en todos los ámbitos de la administración pública, resultará interesante atestiguar los resultados de una mayor participación de la mujer en las tareas legislativas, precisamente allí donde han de plantearse los cambios legales, constitucionales y políticos que deben transformar al país.
Llegar al Congreso no hace al legislador titular de una patente de inteligencia y capacidad creativa. No soy especialista en crónica legislativa ni conozco a fondo la historia de ese Poder, pero consta a la sociedad que sólo unos cuantos de los diputados y senadores honran la representación de sus electores, hacen su tarea y plantean con inteligencia y creatividad las reformas legales que han de hacerse a las propuestas del Ejecutivo y a las formuladas por sus bancadas. La mayoría, desconozco el porcentaje, pero la mayoría de los hombres y mujeres que viven de sus dietas, sólo van a calentar la curul o el escaño que les asignaron.
Pero lo que más llama la atención, fue el propósito de los partidos de incumplir con la reforma que ellos mismos se impusieron y, para colmo, la pésima respuesta dada al llamado del presidente del IFE, para rehacer las listas y cumplir mal.
El Congreso va como los cangrejos. De las cuotas asignadas a los sectores, transita a las de género y a las de minorías, como si el hecho de pertenecer a una u a otra, diese la capacidad para resolver un trabajo legislativo.
Ahora que los cuatro contendientes recorren el país en busca de hacerse con la silla del águila, es momento oportuno de que se pregunten qué diantres harán con el Congreso que tendrán para operar la primera mitad del gobierno, porque entre las cuotas de género, las cuotas de las alianzas electorales y la mucha o poca inteligencia con la que cuenten para llevar al papel la propuesta de transición política, negociarla y conducirla a buen puerto, persistirá el encono de la extrema derecha que se adueñó de Acción Nacional, y la quinta columna que sirve a los intereses de Estados Unidos.
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