John Saxe-Fernández
Aunque la crisis estructural que abate al capitalismo genera un cúmulo de factores que debilitan la sustancia de la hegemonía de Estados Unidos en el mundo y en el hemisferio, enraizada en la arquitectura de Bretton Woods (BW), existen tres elementos que aumentan, de manera quizá irreversible, los costos y contradicciones que afectan su considerable poder: 1) la abismal discrepancia entre el contexto de indisputada primacía global resultado de la Segunda Guerra Mundial, sustento de esa arquitectura y la actual constelación histórica de declinación hegemónica luego de siete décadas de intensa multipolarización económico-industrial y estratégico-militar; 2) el agotamiento de recursos naturales estratégicos, en primer término petróleo y gas, minerales, metales, agua, etcétera, así como la presencia de límites atmosféricos ante las emisiones de gases con efecto invernadero; y 3) el sometimiento de la cúpula republicana y/o demócrata a los intereses financiero-especulativos y cortoplacistas de grandes bancos y firmas de inversión, petroleras, bélico-industriales, mineras, agropecuarias... y sus cabildos, restando flexibilidad ante cambios exigidos por los límites del poder y del planeta.
Esta constelación histórica y material estuvo presente en Cartagena y poco después en Buenos Aires, cuando la presidenta Cristina Fernández presentó al Congreso medidas para recuperar el manejo soberano de YPF, principal ente petrolero argentino, entre los principales platillos en el festín de las privatizaciones bajo diseño y auspicio del Banco Mundial, servido a la depredación oligárquico-imperial. Un bochorno histórico protagonizado por Menem en Argentina, Cardoso en Brasil y Salinas-Zedillo-Fox-Calderón en México, acto que hubiera sido inadmisible, so pena de desafuero, en España y Estados Unidos: fue rotundo el rechazo hispano al intento de una firma alemana por adquirir empresas eléctricas en España, porque dejar la energía en manos extranjeras es asunto de colonias, o el veto de legisladores republicanos de Estados Unidos, a una oferta de CNOOC Ltd de China para comprar UNOCAL y sus vastas reservas de gas natural en Norteamérica y Asia, por razones geopolíticas y de seguridad nacional.
Pero la intención del hegemón sigue siendo reestructurar América Latina bajo la noción de que las empresas de EU sólo pueden operar en un mundo, como apuntan Gabriel y Joyce Kolko en The Limits of Power (Harper & Row, 1972) acompañados por regímenes capitalistas políticamente confiables y estables y con libre acceso a los recursos naturales. BW, recuérdese, privilegió lo privado sobre el interés público. Ese fue y es el eje del FMI-BM y luego del BID, parte y parcela de la política exterior, económica y de seguridad de Estados Unidos, presente en el foro empresarial, paralelo a la cumbre, bajo auspicio del BID, con Obama como principal orador, a pesar de que Estados Unidos sufre gran desempleo crónico y era imperativo dar un espacio equivalente a los trabajadores de las Américas.
Al formalizar Estados Unidos en Cartagena su neutralidad ante el despliegue militar de Londres en las Malvinas, amenazando la soberanía de Argentina y con ella la de la región y al vetar la presencia de Cuba, Obama actuó bajo la geopolítica y geoeconomía de clase señalada por Henry Morgenthau, secretario del Tesoro presente en BW, de que la política exterior y económica sea manejada por empresarios y con espíritu empresarial (p.16). Obama actuó como en 1944-1947, bajo un orden que combate los regímenes revolucionarios o de centro-izquierda, que operan en defensa de las soberanías, algo indispensable para sobrevivir en el siglo XXI ante la escasez de recursos naturales estratégicos como los combustibles fósiles.
Solos, Canadá y Estados Unidos atestiguaron el rechazo unánime de la región al veto y al bloqueo. Y al avalar Estados Unidos los despliegues militares de una potencia extra-continental en Las Malvinas, hizo trizas la retórica del interamericanismo y la supuesta defensa continental bajo la que se escudan los operativos de los Comandos Norte y Sur, la proliferación de bases y el despliegue de la Cuarta Flota sobre las líneas de comunicación marítima, vitales al comercio de América Latina y el Caribe con Asia, África y Europa. El hemisferio verticalmente integrado, con Estados Unidos como principal polo mundial, industrial, bancario, agrícola y militar ya no existe, pero su restauración ha sido nostálgica obsesión de la Casa Blanca en especial con los dos Bush, Clinton y ahora con Obama.
En Cartagena se abordaron temas antes vedados: ¿por qué el enfoque exclusivo en la oferta y no en la demanda de drogas prohibidas?; ¿por qué no se pone coto al flujo de ilegalidad de norte a sur en materia de consumo, lavado de dinero y flujo de armas?; ¿por qué, contra todo protocolo, Estados Unidos impulsa y financia la militarización de esa “guerra al narco”? ¿Por qué mantener el prohibicionismo, sustento de un gran negocio casi monopolizado por Estados Unidos?
Aunque la crisis estructural que abate al capitalismo genera un cúmulo de factores que debilitan la sustancia de la hegemonía de Estados Unidos en el mundo y en el hemisferio, enraizada en la arquitectura de Bretton Woods (BW), existen tres elementos que aumentan, de manera quizá irreversible, los costos y contradicciones que afectan su considerable poder: 1) la abismal discrepancia entre el contexto de indisputada primacía global resultado de la Segunda Guerra Mundial, sustento de esa arquitectura y la actual constelación histórica de declinación hegemónica luego de siete décadas de intensa multipolarización económico-industrial y estratégico-militar; 2) el agotamiento de recursos naturales estratégicos, en primer término petróleo y gas, minerales, metales, agua, etcétera, así como la presencia de límites atmosféricos ante las emisiones de gases con efecto invernadero; y 3) el sometimiento de la cúpula republicana y/o demócrata a los intereses financiero-especulativos y cortoplacistas de grandes bancos y firmas de inversión, petroleras, bélico-industriales, mineras, agropecuarias... y sus cabildos, restando flexibilidad ante cambios exigidos por los límites del poder y del planeta.
Esta constelación histórica y material estuvo presente en Cartagena y poco después en Buenos Aires, cuando la presidenta Cristina Fernández presentó al Congreso medidas para recuperar el manejo soberano de YPF, principal ente petrolero argentino, entre los principales platillos en el festín de las privatizaciones bajo diseño y auspicio del Banco Mundial, servido a la depredación oligárquico-imperial. Un bochorno histórico protagonizado por Menem en Argentina, Cardoso en Brasil y Salinas-Zedillo-Fox-Calderón en México, acto que hubiera sido inadmisible, so pena de desafuero, en España y Estados Unidos: fue rotundo el rechazo hispano al intento de una firma alemana por adquirir empresas eléctricas en España, porque dejar la energía en manos extranjeras es asunto de colonias, o el veto de legisladores republicanos de Estados Unidos, a una oferta de CNOOC Ltd de China para comprar UNOCAL y sus vastas reservas de gas natural en Norteamérica y Asia, por razones geopolíticas y de seguridad nacional.
Pero la intención del hegemón sigue siendo reestructurar América Latina bajo la noción de que las empresas de EU sólo pueden operar en un mundo, como apuntan Gabriel y Joyce Kolko en The Limits of Power (Harper & Row, 1972) acompañados por regímenes capitalistas políticamente confiables y estables y con libre acceso a los recursos naturales. BW, recuérdese, privilegió lo privado sobre el interés público. Ese fue y es el eje del FMI-BM y luego del BID, parte y parcela de la política exterior, económica y de seguridad de Estados Unidos, presente en el foro empresarial, paralelo a la cumbre, bajo auspicio del BID, con Obama como principal orador, a pesar de que Estados Unidos sufre gran desempleo crónico y era imperativo dar un espacio equivalente a los trabajadores de las Américas.
Al formalizar Estados Unidos en Cartagena su neutralidad ante el despliegue militar de Londres en las Malvinas, amenazando la soberanía de Argentina y con ella la de la región y al vetar la presencia de Cuba, Obama actuó bajo la geopolítica y geoeconomía de clase señalada por Henry Morgenthau, secretario del Tesoro presente en BW, de que la política exterior y económica sea manejada por empresarios y con espíritu empresarial (p.16). Obama actuó como en 1944-1947, bajo un orden que combate los regímenes revolucionarios o de centro-izquierda, que operan en defensa de las soberanías, algo indispensable para sobrevivir en el siglo XXI ante la escasez de recursos naturales estratégicos como los combustibles fósiles.
Solos, Canadá y Estados Unidos atestiguaron el rechazo unánime de la región al veto y al bloqueo. Y al avalar Estados Unidos los despliegues militares de una potencia extra-continental en Las Malvinas, hizo trizas la retórica del interamericanismo y la supuesta defensa continental bajo la que se escudan los operativos de los Comandos Norte y Sur, la proliferación de bases y el despliegue de la Cuarta Flota sobre las líneas de comunicación marítima, vitales al comercio de América Latina y el Caribe con Asia, África y Europa. El hemisferio verticalmente integrado, con Estados Unidos como principal polo mundial, industrial, bancario, agrícola y militar ya no existe, pero su restauración ha sido nostálgica obsesión de la Casa Blanca en especial con los dos Bush, Clinton y ahora con Obama.
En Cartagena se abordaron temas antes vedados: ¿por qué el enfoque exclusivo en la oferta y no en la demanda de drogas prohibidas?; ¿por qué no se pone coto al flujo de ilegalidad de norte a sur en materia de consumo, lavado de dinero y flujo de armas?; ¿por qué, contra todo protocolo, Estados Unidos impulsa y financia la militarización de esa “guerra al narco”? ¿Por qué mantener el prohibicionismo, sustento de un gran negocio casi monopolizado por Estados Unidos?
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