Candidatos: la vieja y triste historia
Los Pinos: consumo de papel de baño
Carlos Fernández-Vega / México SA
De nueva cuenta los mexicanos asisten como invitados de piedra a otra tanda de campañas electorales. No tardarán mucho en leer en los diarios, escuchar en la radio y/o ver en la televisión la tradicional catarata de promesas y compromisos (hasta ahora no han pasado de ofrecer amor, recorridos por el país y mareos a discreción) para cambiar al país. Terminan seis trágicos años, los de Calderón en Los Pinos, con una nación más desigual, con menor bienestar para sus habitantes y muertos por doquier, entre otras gracias. Pero no hay de qué preocuparse: ya está aquí el nuevo equipo de prometedores profesionales, quienes retomarán las ofertas de 2006 (y 2000, 1994, 1988, etcétera, etcétera) para hacer de esta una República de iguales.
Ahora que hasta las propias trasnacionales financieras se quejan de que la banca en México funciona como oligopolio y reclaman por el elevadísimo grado de concentración en ese sector, es imposible no recordar la promesa calderonista de campaña (una de las tantas que hiciera en 2006) sobre el (así lo dijo) “decidido combate a los monopolios y oligopolios, y a la concentración del ingreso y la riqueza). Se trata, decía, de construir un México nuevo para vivir mejor. Pues bien, monopolios y oligopolios se mantienen intocados y engordando, la concentración del ingreso y la riqueza goza de cabal salud, y los mexicanos viven cada vez peor. De cualquier suerte, el susodicho se instaló en Los Pinos y allí se quedó por seis larguísimos años sin que nadie reclamara por el ostentoso incumplimiento de promesas de campaña (de hecho procedió en estricto sentido contrario).
Sucederá lo mismo en esta nueva tanda electoral. Quien finalmente se instale en la residencia oficial incumplirá lo prometido; todos mentarán madres sotto voce; nadie reclamará abierta y públicamente, porque eso no es políticamente correcto, y la calidad de vida de los mexicanos descenderá unos cuantos escalones más. En la tienda de enfrente, monopolios y oligopolios se fortalecerán y mantendrán el saqueo, y el gobierno mexicano, como siempre, dedicará más tiempo y esfuerzo a encontrar pretextos para justificar fallos y desviaciones. Es una historia tan repetida que ya aburre.
En este espacio recordamos ayer que en 2006 –en tiempos electorales, claro está– el Banco Mundial advertía sobre el historial de alta concentración del sistema bancario que opera en México. Está en manos de unos cuantos bancos con el otorgamiento de créditos canalizado a unas pocas empresas grandes, a menudo relacionadas con los dueños de los bancos y en términos preferenciales. Las reformas realizadas luego de la crisis de 1994 aunque limpiaron el sistema, lo llevaron a concentrarse aún más. La proporción de activos en manos de los cinco principales bancos del sistema financiero mexicano pasó de 74 por ciento en 1994 a 88 por ciento en 2001, convirtiéndolo en uno de los sistemas bancarios más concentrados del mundo. Sin embargo, en contraste con los niveles previos a 1994, el sistema está casi totalmente en manos extranjeras y no se encuentra evidencia de favoritismo en el otorgamiento de créditos. Desde tiempos salinistas se prometió desconcentrar el sistema bancario. Zedillo, Fox y Calderón dijeron lo mismo y nada hicieron, salvo concentrar más lo concentrado.
El propio Banco Mundial subrayaba que la desigualdad y el lento crecimiento (económico) son dos de los problemas más importantes que enfrenta México en la actualidad. Pues bien, hoy México crece todavía menos que seis años atrás (de hecho es la menor tasa desde tiempos de Miguel de la Madrid, ahora reivindicado por Calderón), lo que ya es decir, y la desigualdad avanza a galope. En campaña, el actual inquilino de Los Pinos prometió lo primero, pero trabajó para lo segundo. ¿Quién le reclamó?
En aquel 2006 la institución financiera multilateral advertía sobre “dos tipos de estructura desigual que reducen el crecimiento en México: la que se da por medio de la concentración de la riqueza y del poder monopólico en el sector empresarial y la que se presenta como resultado de la existencia de sindicatos en sectores protegidos y organizaciones agrícolas. La influencia de las élites interconectadas, de igual forma que la que ejercen algunos grupos corporativistas organizados (maestros –léase Elba Esther–, trabajadores del IMSS, petroleros, etcétera, etcétera), tienen una relevancia especial para sentar la base de las trampas de desigualdad, estructuras de desigualdad que tienden a perpetuarse en el tiempo”. El entonces candidato panista prometió que acabaría con esas dañinas estructuras, pero en los hechos se agarró de ellas y las hizo aún más poderosas para poder él instalarse en la residencia oficial.
El Banco Mundial, alarmado, denunciaba que en 1996, la base de datos de Forbes registraba a diez multimillonarios mexicanos con una riqueza total neta de 51 mil millones de dólares, contra 24 mil millones en 2000. Aunque la lista es dinámica, es decir, las personas registradas pueden entrar y salir de ella, en esencia se asienta a un total de 20 personas o familias que declararon tener un valor neto de mil millones de dólares o más entre 1996 y 2006. La mayoría de sus integrantes heredó parte de su riqueza, y casi la mitad se benefició de las privatizaciones realizadas a principios de los años noventa. La riqueza actual se deriva de los negocios en una amplia gama de sectores, incluyendo la minería, la banca, las telecomunicaciones, la cerveza, el cemento, la industria farmacéutica, el comercio al menudeo, los bienes raíces, la televisión y las tortillas. Para los últimos tres años el valor total neto de los multimillonarios alcanzó entre 5 y 6 por ciento del PIB.
Con Calderón en Los Pinos, la riqueza de los Forbes mexicanos (incluido El Chapo) creció y creció hasta representar (cierre de 2011 cerca de 12 a 13 por ciento del PIB, y las familias política y económicamente más poderosas del país siguen siendo las mismas, con un pequeña diferencia con respecto a seis años atrás: son más ricas, son más influyentes y se mantienen impunes. ¿Quién reclamó al susodicho? Ahora, en 2012 las campañas electorales van por la misma senda; el numerito se repite, a la par que las promesas y los compromisos, por mucho que digan que no ofrecen más de lo mismo.
Las rebanadas del pastel
Inexplicablemente el Ifai ordenó a la Presidencia de la República que informe cuánto erogó en la compra de rollos de papel higiénico entre enero de 2010 y el mismo mes de 2012, lapso en que compró 50 por ciento más de cajas que de 2007 a 2009. ¿Por qué la exigencia? Son ganas de joder, pues resulta más que obvio que el inquilino de Los Pinos y su brillante gabinetazo (conocidos como los patos salvajes) dan un paso y la cagan, lo que justifica el altísimo consumo del producto descrito. Serán brutos, pero, eso sí, muy limpios.
Los Pinos: consumo de papel de baño
Carlos Fernández-Vega / México SA
De nueva cuenta los mexicanos asisten como invitados de piedra a otra tanda de campañas electorales. No tardarán mucho en leer en los diarios, escuchar en la radio y/o ver en la televisión la tradicional catarata de promesas y compromisos (hasta ahora no han pasado de ofrecer amor, recorridos por el país y mareos a discreción) para cambiar al país. Terminan seis trágicos años, los de Calderón en Los Pinos, con una nación más desigual, con menor bienestar para sus habitantes y muertos por doquier, entre otras gracias. Pero no hay de qué preocuparse: ya está aquí el nuevo equipo de prometedores profesionales, quienes retomarán las ofertas de 2006 (y 2000, 1994, 1988, etcétera, etcétera) para hacer de esta una República de iguales.
Ahora que hasta las propias trasnacionales financieras se quejan de que la banca en México funciona como oligopolio y reclaman por el elevadísimo grado de concentración en ese sector, es imposible no recordar la promesa calderonista de campaña (una de las tantas que hiciera en 2006) sobre el (así lo dijo) “decidido combate a los monopolios y oligopolios, y a la concentración del ingreso y la riqueza). Se trata, decía, de construir un México nuevo para vivir mejor. Pues bien, monopolios y oligopolios se mantienen intocados y engordando, la concentración del ingreso y la riqueza goza de cabal salud, y los mexicanos viven cada vez peor. De cualquier suerte, el susodicho se instaló en Los Pinos y allí se quedó por seis larguísimos años sin que nadie reclamara por el ostentoso incumplimiento de promesas de campaña (de hecho procedió en estricto sentido contrario).
Sucederá lo mismo en esta nueva tanda electoral. Quien finalmente se instale en la residencia oficial incumplirá lo prometido; todos mentarán madres sotto voce; nadie reclamará abierta y públicamente, porque eso no es políticamente correcto, y la calidad de vida de los mexicanos descenderá unos cuantos escalones más. En la tienda de enfrente, monopolios y oligopolios se fortalecerán y mantendrán el saqueo, y el gobierno mexicano, como siempre, dedicará más tiempo y esfuerzo a encontrar pretextos para justificar fallos y desviaciones. Es una historia tan repetida que ya aburre.
En este espacio recordamos ayer que en 2006 –en tiempos electorales, claro está– el Banco Mundial advertía sobre el historial de alta concentración del sistema bancario que opera en México. Está en manos de unos cuantos bancos con el otorgamiento de créditos canalizado a unas pocas empresas grandes, a menudo relacionadas con los dueños de los bancos y en términos preferenciales. Las reformas realizadas luego de la crisis de 1994 aunque limpiaron el sistema, lo llevaron a concentrarse aún más. La proporción de activos en manos de los cinco principales bancos del sistema financiero mexicano pasó de 74 por ciento en 1994 a 88 por ciento en 2001, convirtiéndolo en uno de los sistemas bancarios más concentrados del mundo. Sin embargo, en contraste con los niveles previos a 1994, el sistema está casi totalmente en manos extranjeras y no se encuentra evidencia de favoritismo en el otorgamiento de créditos. Desde tiempos salinistas se prometió desconcentrar el sistema bancario. Zedillo, Fox y Calderón dijeron lo mismo y nada hicieron, salvo concentrar más lo concentrado.
El propio Banco Mundial subrayaba que la desigualdad y el lento crecimiento (económico) son dos de los problemas más importantes que enfrenta México en la actualidad. Pues bien, hoy México crece todavía menos que seis años atrás (de hecho es la menor tasa desde tiempos de Miguel de la Madrid, ahora reivindicado por Calderón), lo que ya es decir, y la desigualdad avanza a galope. En campaña, el actual inquilino de Los Pinos prometió lo primero, pero trabajó para lo segundo. ¿Quién le reclamó?
En aquel 2006 la institución financiera multilateral advertía sobre “dos tipos de estructura desigual que reducen el crecimiento en México: la que se da por medio de la concentración de la riqueza y del poder monopólico en el sector empresarial y la que se presenta como resultado de la existencia de sindicatos en sectores protegidos y organizaciones agrícolas. La influencia de las élites interconectadas, de igual forma que la que ejercen algunos grupos corporativistas organizados (maestros –léase Elba Esther–, trabajadores del IMSS, petroleros, etcétera, etcétera), tienen una relevancia especial para sentar la base de las trampas de desigualdad, estructuras de desigualdad que tienden a perpetuarse en el tiempo”. El entonces candidato panista prometió que acabaría con esas dañinas estructuras, pero en los hechos se agarró de ellas y las hizo aún más poderosas para poder él instalarse en la residencia oficial.
El Banco Mundial, alarmado, denunciaba que en 1996, la base de datos de Forbes registraba a diez multimillonarios mexicanos con una riqueza total neta de 51 mil millones de dólares, contra 24 mil millones en 2000. Aunque la lista es dinámica, es decir, las personas registradas pueden entrar y salir de ella, en esencia se asienta a un total de 20 personas o familias que declararon tener un valor neto de mil millones de dólares o más entre 1996 y 2006. La mayoría de sus integrantes heredó parte de su riqueza, y casi la mitad se benefició de las privatizaciones realizadas a principios de los años noventa. La riqueza actual se deriva de los negocios en una amplia gama de sectores, incluyendo la minería, la banca, las telecomunicaciones, la cerveza, el cemento, la industria farmacéutica, el comercio al menudeo, los bienes raíces, la televisión y las tortillas. Para los últimos tres años el valor total neto de los multimillonarios alcanzó entre 5 y 6 por ciento del PIB.
Con Calderón en Los Pinos, la riqueza de los Forbes mexicanos (incluido El Chapo) creció y creció hasta representar (cierre de 2011 cerca de 12 a 13 por ciento del PIB, y las familias política y económicamente más poderosas del país siguen siendo las mismas, con un pequeña diferencia con respecto a seis años atrás: son más ricas, son más influyentes y se mantienen impunes. ¿Quién reclamó al susodicho? Ahora, en 2012 las campañas electorales van por la misma senda; el numerito se repite, a la par que las promesas y los compromisos, por mucho que digan que no ofrecen más de lo mismo.
Las rebanadas del pastel
Inexplicablemente el Ifai ordenó a la Presidencia de la República que informe cuánto erogó en la compra de rollos de papel higiénico entre enero de 2010 y el mismo mes de 2012, lapso en que compró 50 por ciento más de cajas que de 2007 a 2009. ¿Por qué la exigencia? Son ganas de joder, pues resulta más que obvio que el inquilino de Los Pinos y su brillante gabinetazo (conocidos como los patos salvajes) dan un paso y la cagan, lo que justifica el altísimo consumo del producto descrito. Serán brutos, pero, eso sí, muy limpios.
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