Ricardo Alemán
Apesar de que en casi todas las encuestas el candidato de las llamadas “izquierdas” se coloca a 30 puntos porcentuales del puntero en la contienda presidencial, lo cierto es que nadie —con dos dedos de frente— debe dar por muerto a Andrés Manuel López Obrador. ¿Por qué?
Porque si bien técnicamente resulta imposible remontar en sólo 80 días esa distancia abismal, aún se pueden producir combinaciones políticas que —en un caso extremo— podrían regresar la vida al tabasqueño. ¿Y de qué clase de combinaciones estamos hablando?
Poca cosa. De que cada día que pasa en la campaña presidencial del PAN parece una trágica realidad: el despeñadero de la señora Vázquez Mota, quien ayer lunes dio a conocer un nuevo manotazo en la mesa, para tratar de revertir el naufragio de su candidatura.
Es decir, que nada está escrito para el candidato de las izquierdas —a pesar de su penoso tercer lugar— en tanto que los estrategas de Acción Nacional no logren rescatar del naufragio la candidatura presidencial de la ex diputada y ex secretaria de Educación. Pero vamos por partes.
Como todos saben, ayer la señora Vázquez Mota dio a conocer —con bombo y platillos— el enésimo golpe de timón, para tratar de rescatar lo que queda de su candidatura presidencial. Pero si bien es cierto que el anuncio de un “cambio” en el equipo de generales y estrategas parece atractivo, lo cierto es que el anuncio volvió a resultar lo más parecido al “parto de los montes”. ¿Por qué?
Porque las nuevas contrataciones son una cuidadosa selección, no de lo mejor del PAN y de lo más calificado, sino de un puñado de lo más selecto de los perdedores de Acción Nacional. Para empezar, la lista de las nuevas “figuras” la encabezan los hermanos de Felipe Calderón y Margarita Zavala; a la sazón, María Luisa Calderón y Juan Ignacio Zavala, los dos derrotados en sus más recientes aventuras políticas.
Pero, además, se suman Luis Felipe Bravo Mena, Germán Martínez y el ex vocero presidencial Maximiliano Cortázar. El primero fue derrotado de manera penosa en el Estado de México, el segundo fracasó como dirigente nacional del PAN y el tercero fue un fiasco como vocero de Ernesto Cordero. ¿Qué le van a aportar a la candidatura presidencial de Josefina, los tres anteriores, además de La Cocoa Calderón y el hermano incómodo?
Le van a aportar mala imagen, descrédito y desprestigio como los que le aportan Juan Molinar —y su vínculo con la tragedia de la guardería—; imagen negativa idéntica a la que le aporta el cuestionado ex gobernador de Guanajuato, Juan Manuel Oliva, otro perdedor, que se la jugó con Cordero y se subió a la campaña de Vázquez Mota, en calidad de cascajo. Y es que apenas dejó el cargo, Oliva fue cuestionado por el cochinero que dejó en Guanajuato.
De esa manera, la cadena de errores y horrores que tienen en la lona a la señora Vázquez Mota permite suponer que sólo es cuestión de semanas para que el candidato de las izquierdas, Andrés Manuel López Obrador, le arrebate el segundo lugar y —en consecuencia— la mande a la lona.
Si se confirma que la señora candidata —La Jefa, como la motejan ahora, en un intento por inyectarle fortaleza y credibilidad— se cae al tercer lugar, entonces veremos una nueva vuelta de tuerca. ¿De qué estamos hablando? Casi nada, de que el candidato López Obrador habrá adquirido un inesperado tanque de oxígeno para continuar con vida en la contienda. Es decir, en un escenario hipotético en el que la candidata del PAN fuera enviada al tercer lugar —y quedaría en calidad de gran derrotada—, buena parte de los electores que la veían como alternativa pasarían a la categoría de votantes libres que —como dijimos ayer en este espacio— buscarían refugio en AMLO, en Peña Nieto o, en el extremo, en los abstencionistas.
Y el ganancioso, en esa hipótesis, se llama Andrés Manuel López Obrador.
Y nadie sabe si le alcanzará para remontar 30 puntos porcentuales que hoy lo alejan de Peña Nieto. Pero lo cierto es que ocupar el segundo lugar en una competencia como la contienda presidencial que vivimos es lo mismo que mantenerse con vida.
Pero, además, no se trata de un escenario nuevo. En realidad, en la elección presidencial de 2006, cuando Felipe Calderón se desprendió del candidato del PRI, Roberto Madrazo, se produjo el jalón que lo catapultó hasta la línea de empate con AMLO. Y lo demás ya lo saben todos. Calderón derrotó a López Obrador. Por eso es posible decir que AMLO no está muerto, que aún se le mueve una patita. Al tiempo.
Apesar de que en casi todas las encuestas el candidato de las llamadas “izquierdas” se coloca a 30 puntos porcentuales del puntero en la contienda presidencial, lo cierto es que nadie —con dos dedos de frente— debe dar por muerto a Andrés Manuel López Obrador. ¿Por qué?
Porque si bien técnicamente resulta imposible remontar en sólo 80 días esa distancia abismal, aún se pueden producir combinaciones políticas que —en un caso extremo— podrían regresar la vida al tabasqueño. ¿Y de qué clase de combinaciones estamos hablando?
Poca cosa. De que cada día que pasa en la campaña presidencial del PAN parece una trágica realidad: el despeñadero de la señora Vázquez Mota, quien ayer lunes dio a conocer un nuevo manotazo en la mesa, para tratar de revertir el naufragio de su candidatura.
Es decir, que nada está escrito para el candidato de las izquierdas —a pesar de su penoso tercer lugar— en tanto que los estrategas de Acción Nacional no logren rescatar del naufragio la candidatura presidencial de la ex diputada y ex secretaria de Educación. Pero vamos por partes.
Como todos saben, ayer la señora Vázquez Mota dio a conocer —con bombo y platillos— el enésimo golpe de timón, para tratar de rescatar lo que queda de su candidatura presidencial. Pero si bien es cierto que el anuncio de un “cambio” en el equipo de generales y estrategas parece atractivo, lo cierto es que el anuncio volvió a resultar lo más parecido al “parto de los montes”. ¿Por qué?
Porque las nuevas contrataciones son una cuidadosa selección, no de lo mejor del PAN y de lo más calificado, sino de un puñado de lo más selecto de los perdedores de Acción Nacional. Para empezar, la lista de las nuevas “figuras” la encabezan los hermanos de Felipe Calderón y Margarita Zavala; a la sazón, María Luisa Calderón y Juan Ignacio Zavala, los dos derrotados en sus más recientes aventuras políticas.
Pero, además, se suman Luis Felipe Bravo Mena, Germán Martínez y el ex vocero presidencial Maximiliano Cortázar. El primero fue derrotado de manera penosa en el Estado de México, el segundo fracasó como dirigente nacional del PAN y el tercero fue un fiasco como vocero de Ernesto Cordero. ¿Qué le van a aportar a la candidatura presidencial de Josefina, los tres anteriores, además de La Cocoa Calderón y el hermano incómodo?
Le van a aportar mala imagen, descrédito y desprestigio como los que le aportan Juan Molinar —y su vínculo con la tragedia de la guardería—; imagen negativa idéntica a la que le aporta el cuestionado ex gobernador de Guanajuato, Juan Manuel Oliva, otro perdedor, que se la jugó con Cordero y se subió a la campaña de Vázquez Mota, en calidad de cascajo. Y es que apenas dejó el cargo, Oliva fue cuestionado por el cochinero que dejó en Guanajuato.
De esa manera, la cadena de errores y horrores que tienen en la lona a la señora Vázquez Mota permite suponer que sólo es cuestión de semanas para que el candidato de las izquierdas, Andrés Manuel López Obrador, le arrebate el segundo lugar y —en consecuencia— la mande a la lona.
Si se confirma que la señora candidata —La Jefa, como la motejan ahora, en un intento por inyectarle fortaleza y credibilidad— se cae al tercer lugar, entonces veremos una nueva vuelta de tuerca. ¿De qué estamos hablando? Casi nada, de que el candidato López Obrador habrá adquirido un inesperado tanque de oxígeno para continuar con vida en la contienda. Es decir, en un escenario hipotético en el que la candidata del PAN fuera enviada al tercer lugar —y quedaría en calidad de gran derrotada—, buena parte de los electores que la veían como alternativa pasarían a la categoría de votantes libres que —como dijimos ayer en este espacio— buscarían refugio en AMLO, en Peña Nieto o, en el extremo, en los abstencionistas.
Y el ganancioso, en esa hipótesis, se llama Andrés Manuel López Obrador.
Y nadie sabe si le alcanzará para remontar 30 puntos porcentuales que hoy lo alejan de Peña Nieto. Pero lo cierto es que ocupar el segundo lugar en una competencia como la contienda presidencial que vivimos es lo mismo que mantenerse con vida.
Pero, además, no se trata de un escenario nuevo. En realidad, en la elección presidencial de 2006, cuando Felipe Calderón se desprendió del candidato del PRI, Roberto Madrazo, se produjo el jalón que lo catapultó hasta la línea de empate con AMLO. Y lo demás ya lo saben todos. Calderón derrotó a López Obrador. Por eso es posible decir que AMLO no está muerto, que aún se le mueve una patita. Al tiempo.
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