741 mil millones

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

Felipe Calderón Hinojosa resultó un presidente voluntarioso y retobón, con el agravante de culpar a todos de sus propios errores, de sus muy personales equivocaciones en el oficio de gobernar, de ejercer el poder.

No puede quejarse. Él mismo eligió su lugar en la historia. Durante seis años el Congreso le concedió 741 mil millones de pesos -como se lee en el V Informe de Ejecución del Plan Nacional de Desarrollo- para que los “invirtiera” en su guerra, para que en su mayoría los administrara Genaro García Luna en el diseño de la estrategia contra la delincuencia organizada, pero la verdad es que a ese enorme gasto corresponden magros, casi inexistentes resultados, como lo muestra el deshilvanado tejido social que dejará a su sucesor.

De haberse convertido en presidente del empleo, como se propuso en su incumplida promesa de campaña, ¿cuántas fuentes de trabajo se habrían podido crear con 741 mil millones, cuánto hubiera crecido la economía, cuánta confianza se habría dado al inversionista?

El resultado de su gobierno se antoja herencia de un totalitarismo que dejó de existir hace muchas décadas, sólo comparable al estalinismo soviético: puede afirmarse que estableció un estalinismo panista, al dejar al país lleno de fosas clandestinas, con un número no determinado de muertes violentas, de desaparecidos, de secuestrados, de mexicanos sujetos a toda clase de humillaciones debidas a todas las variantes de la trata de personas, con un agravante terrible: no todos los cadáveres han sido identificados, ni siquiera puede establecerse cuántos de esos muertos a balazos, decapitados, ejecutados a tubazos o estrangulados al estilo del garrote vil, son kaibiles o mara salvatruchas contratados como mercenarios para enfrentar a las autoridades mexicanas.

Tanto se empeñó Felipe Calderón en que todo permaneciera igual o fuese a peor, que no evaluó que con esos 741 mil millones muy bien habría podido no nada más construir e inaugurar la refinería de Tula, sino que muy bien habría podido rescatar Pemex del marasmo en que se encuentra y construir dos, tres, cuatro refinerías, con el propósito de evitar la exportación de crudo barato e importar gasolinas y otros productos derivados del petróleo, muy caros.

Pero no, lo acordado con Tony Garza en la embajada de Estados Unidos de Norteamérica en México nada de eso incluía. La propuesta fue incrementar el endeudamiento, traer a territorio mexicano la guerra al narco y profundizar la dependencia económica del Imperio, para continuar como patio trasero y evitar la pretensión de algunos ilusos para que esta gran nación se transforme en puerta de entrada, en cerrojo de inteligencia de su seguridad regional y nacional, porque eso equivaldría a dar trato de igualdad a esta aterida nación, a la que les conviene tratar a patadas, aunque para ello sea necesario recrear informativamente la realidad, como sucedió con Florence Cassez, que debiera estar en Francia, en cumplimiento al convenio de Estrasburgo.

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