Jorge Diaz
Sobran ejemplos en las narraciones de los partidos de fútbol tanto de la liga mexicana como de las copas del mundo, de la inclinación que tenemos por anticiparnos a todo. Corre el minuto veinte de la primera mitad, uno de los equipos anota un gol y a partir de ese momento, los comentaristas no paran de dar por ganador al equipo que va adelante. El aficionado que ve y escucha el partido a través de estas narraciones, se ve envuelto ya en el sentimiento de triunfo inobjetable (si le va al equipo que anotó) o bien, en la tristeza de la derrota irremediable.
No niego que eso demuestra un deseo enorme por llevarte la victoria (y a veces sale cierto), pero actitudes como esa nos alejan de la realidad y cuando ésta nos golpea, el dolor es mayor que cuando se actúa sin triunfalismos prematuros. Miles de veces a lo largo de la historia, esos partidos terminan empatados (porque en ese deporte, se contempla la posibilidad) o bien, viendo al equipo que iba abajo en el marcador, remontando para llevarse la victoria.
Eso mismo pasó la semana pasada en el escenario electoral. Después de la desafortunada intromisión de Felipe Calderón en una reunión privada (más pública que cualquier baño de balneario), donde dio a conocer cifras de quién sabe quién y ponía a Josefina Vázquez Mota muy cerca de Enrique Peña Nieto y alejado de Andrés Manuel López Obrador, llegó la encuesta GEA-ISA.
Si bien la encuesta presentada por la casa GEA-ISA no pone a la candidata panista tan cerca como la que Calderón se sacó de la manga, ciertamente muestra un repunte de la blanquiazul, pero sigue alejada del priista y a mi entender, los puntos que este último le saca de ventaja, no son fácilmente superables. Entiendo el afán de los panistas por generar la percepción de una contienda cerrada, pero eso también puede llevar a sus seguidores a una amarga experiencia de derrota si no se trabaja con los pies en la tierra. Muchos fueron los que a partir de dicha encuesta, comenzaron a adelantar que Vázquez Mota estaba a punto de colocarse la banda presidencial, haciéndola en automático, la primera mujer en ascender a la presidencia de México.
Me pregunto: ¿los de enfrente no cuentan? ¿mañana es primero de Julio? ¿las actitudes sobradas son las únicas que representan a los políticos en competencia? ¿la mesura y el ojo estratégico están peleados con quienes hacen campaña? ¿ya ganó Vázquez Mota con todos esos puntos que lleva abajo del mexiquense? ¿López Obrador está muerto o anda de parranda?
No sobra quién vaticina hasta el bipartidismo derivado de la última encuesta, borrando de un plumazo a millones de mexicanos que no se sienten identificados con los partidos de centro y derecha, haciendo énfasis en la obsesión de querer crear una realidad virtual, donde el mundo es a su medida, donde los adversarios no existen o por lo menos, no cuentan.
Adelantar vísperas lleva a un exceso de confianza y la relajación de los equipos que operan a ras de suelo. Dejar todo en manos de las cifras presentadas en encuestas a modo, como si las encuestadoras fueran a llenar las boletas electorales, pude hacer que el precioso tiempo que se tiene para convencer a quien realmente va a votar el día de las elecciones, te muestre la realidad en tonos amargos. Y en este deporte, no se contempla ni el empate ni la serie de penales.
Sobran ejemplos en las narraciones de los partidos de fútbol tanto de la liga mexicana como de las copas del mundo, de la inclinación que tenemos por anticiparnos a todo. Corre el minuto veinte de la primera mitad, uno de los equipos anota un gol y a partir de ese momento, los comentaristas no paran de dar por ganador al equipo que va adelante. El aficionado que ve y escucha el partido a través de estas narraciones, se ve envuelto ya en el sentimiento de triunfo inobjetable (si le va al equipo que anotó) o bien, en la tristeza de la derrota irremediable.
No niego que eso demuestra un deseo enorme por llevarte la victoria (y a veces sale cierto), pero actitudes como esa nos alejan de la realidad y cuando ésta nos golpea, el dolor es mayor que cuando se actúa sin triunfalismos prematuros. Miles de veces a lo largo de la historia, esos partidos terminan empatados (porque en ese deporte, se contempla la posibilidad) o bien, viendo al equipo que iba abajo en el marcador, remontando para llevarse la victoria.
Eso mismo pasó la semana pasada en el escenario electoral. Después de la desafortunada intromisión de Felipe Calderón en una reunión privada (más pública que cualquier baño de balneario), donde dio a conocer cifras de quién sabe quién y ponía a Josefina Vázquez Mota muy cerca de Enrique Peña Nieto y alejado de Andrés Manuel López Obrador, llegó la encuesta GEA-ISA.
Si bien la encuesta presentada por la casa GEA-ISA no pone a la candidata panista tan cerca como la que Calderón se sacó de la manga, ciertamente muestra un repunte de la blanquiazul, pero sigue alejada del priista y a mi entender, los puntos que este último le saca de ventaja, no son fácilmente superables. Entiendo el afán de los panistas por generar la percepción de una contienda cerrada, pero eso también puede llevar a sus seguidores a una amarga experiencia de derrota si no se trabaja con los pies en la tierra. Muchos fueron los que a partir de dicha encuesta, comenzaron a adelantar que Vázquez Mota estaba a punto de colocarse la banda presidencial, haciéndola en automático, la primera mujer en ascender a la presidencia de México.
Me pregunto: ¿los de enfrente no cuentan? ¿mañana es primero de Julio? ¿las actitudes sobradas son las únicas que representan a los políticos en competencia? ¿la mesura y el ojo estratégico están peleados con quienes hacen campaña? ¿ya ganó Vázquez Mota con todos esos puntos que lleva abajo del mexiquense? ¿López Obrador está muerto o anda de parranda?
No sobra quién vaticina hasta el bipartidismo derivado de la última encuesta, borrando de un plumazo a millones de mexicanos que no se sienten identificados con los partidos de centro y derecha, haciendo énfasis en la obsesión de querer crear una realidad virtual, donde el mundo es a su medida, donde los adversarios no existen o por lo menos, no cuentan.
Adelantar vísperas lleva a un exceso de confianza y la relajación de los equipos que operan a ras de suelo. Dejar todo en manos de las cifras presentadas en encuestas a modo, como si las encuestadoras fueran a llenar las boletas electorales, pude hacer que el precioso tiempo que se tiene para convencer a quien realmente va a votar el día de las elecciones, te muestre la realidad en tonos amargos. Y en este deporte, no se contempla ni el empate ni la serie de penales.
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