Javier Arcadia Galaviz / Cuestión de Debate
Por el caos y la desesperanza en que estamos sumergidos los mexicanos desde hace algún un buen tiempo y sin que hasta ahora hayamos podido encontrar la puerta de salida que habría de liberarnos de ese desastre, seguro que como bálsamo espiritual se debió sentir la breve presencia en nuestro país del Papa Benedicto XVI, ello al margen de ser o no católico.
Al menos este alto misionero religioso con sus bendiciones y plegarias, quizá por instantes hizo olvidar la cruel y angustiosa pesadilla que padecemos y que como una sombra maligna e inseparable nos persigue por todas partes.
Sí, porque habrá de reconocerse que hoy no se puede ocultar que por desgracia nuestro país se debate entre el narcotráfico y la violencia, entre la inseguridad y el crimen, entre el desempleo y la miseria, y también, habrá que decirlo, entre la corrupción y la impunidad, o entre la injusticia y la inmoralidad sin límites.
Son males que, después de que el máximo jerarca del catolicismo en el mundo se ha ido de nuestro país, nos hacen volver a la realidad, la que desafortunadamente muestra con crudeza que no es nada más con rezos y rosarios como habremos de superar la insoportable pesadumbre que indefinidamente los mexicanos llevamos a cuestas.
Por eso es que mañana viernes, cuando las campañas políticas den inicio de manera formal y legal, ello significará que se estará ante la presencia de la última oportunidad para cambiar esta situación caótica que ha resquebrajado al país entero. Si no se no toma conciencia de la importancia de la coyuntura electoral que se tendrá como la llave mágica para cambiar el estado de cosas que afectan a toda la nación, pues entonces es seguro que se continuará por el desfiladero de la desgracia hasta llegar al hundimiento por completo, donde ya todo será inútil.
Hoy las terribles circunstancias obligan a que el voto que el electorado emitirá el primero de julio, sea un sufragio extremadamente razonado, sin que sea desperdiciado.
Un voto que, principalmente, habrá de dirigirse con un objetivo claro y definido, que en lo específico consistiría en que se termine con un clima de violencia generalizado que por doquier provoca temor y desolación. Con esto, seguro, se iniciaría la recuperación de la estabilidad emocional y colectiva que en todos los niveles sociales tanta falta hace.
Pero, ¿quiénes podrían trazar el nuevo rumbo del país? Los que tarde o temprano serán los más afectados, sin lugar a dudas. Con lo cual la referencia es a la clase media y clase media alta, porque serían éstas, las mismas que en su momento histórico fueron determinantes al liderar a las grandes masas populares de inconformes para tronar el régimen político de Porfirio Díaz. Lo hicieron por sobrevivencia y porque la situación se convirtió en insoportable para todos, ya que sabían perfectamente que las condiciones de ese régimen dictatorial estaban totalmente agotadas.
Un gobierno dictatorial en el que imperó la injusticia y la represión, plagado de secuestros y asaltantes de caminos. Explotación inhumana del campesino, quien era sometido, como si fuera una bestia, a intensas jornadas de trabajo de sol a sol por un pago mínimo que le servía tan solo para subsistir. En general, lo que prevalecía en ese régimen era la arbitrariedad y sobre todo una profunda miseria extendida por todo el país, sin esperanza de superación alguna.
Es por eso que la clase social acomodada vio que ello representaba una bomba de tiempo que en cualquier momento iba a estallar, circunstancia que significaba una amenaza latente a sus intereses, por lo que mejor decidieron intervenir de manera directa para acabar cuanto antes con un régimen caduco que duró 35 años en el poder, y todo a pesar de que bajo su sombra protectora es como lograron amasar las inmensas fortunas y gozaron de grandes privilegios.
Entonces, como en la historia se repite los ciclos, no dudamos que hoy estamos en una situación similar o quizá peor que la época porfirista, ya que curiosamente la desesperanza y el malestar también hoy se han extendido por todas partes del país. La pobreza y el desempleo la padecen millones de mexicanos en medio de una economía estancada.
La inseguridad no se diga, es el pan de cada día, con cifras alarmantes de secuestros y asesinatos, así como el flagelo generalizado y fuera de control del narcotráfico, por lo que ahora no hay otra salida, y el turno corresponde a la misma clase media y media alta el que decida cerrarle el paso o no, a un viejo régimen político, anquilosado y agotado, que en el poder lleva 82 años, 70 del PRI y 12 del PAN. Por eso, las elecciones de julio, podrían ser la última oportunidad para cambiar las drásticas condiciones actuales. Después, quizá todo sea tarde.
Pálida tinta: Últimos reacomodos en el gobierno de Marcelo Ebrard a causa de las vacantes que han dejado quienes van en busca de una diputación o senaduría. Pero lo cierto es que los sustitutos que cubrirán esos espacios en el tramo final de la presente administración capitalina, en los hechos nada más lo será para preparar la entrega recepción que habrá de recibir el próximo gobernante del Distrito Federal, que ni duda cabe que será el Dr. Miguel Ángel Mancera.
Por el caos y la desesperanza en que estamos sumergidos los mexicanos desde hace algún un buen tiempo y sin que hasta ahora hayamos podido encontrar la puerta de salida que habría de liberarnos de ese desastre, seguro que como bálsamo espiritual se debió sentir la breve presencia en nuestro país del Papa Benedicto XVI, ello al margen de ser o no católico.
Al menos este alto misionero religioso con sus bendiciones y plegarias, quizá por instantes hizo olvidar la cruel y angustiosa pesadilla que padecemos y que como una sombra maligna e inseparable nos persigue por todas partes.
Sí, porque habrá de reconocerse que hoy no se puede ocultar que por desgracia nuestro país se debate entre el narcotráfico y la violencia, entre la inseguridad y el crimen, entre el desempleo y la miseria, y también, habrá que decirlo, entre la corrupción y la impunidad, o entre la injusticia y la inmoralidad sin límites.
Son males que, después de que el máximo jerarca del catolicismo en el mundo se ha ido de nuestro país, nos hacen volver a la realidad, la que desafortunadamente muestra con crudeza que no es nada más con rezos y rosarios como habremos de superar la insoportable pesadumbre que indefinidamente los mexicanos llevamos a cuestas.
Por eso es que mañana viernes, cuando las campañas políticas den inicio de manera formal y legal, ello significará que se estará ante la presencia de la última oportunidad para cambiar esta situación caótica que ha resquebrajado al país entero. Si no se no toma conciencia de la importancia de la coyuntura electoral que se tendrá como la llave mágica para cambiar el estado de cosas que afectan a toda la nación, pues entonces es seguro que se continuará por el desfiladero de la desgracia hasta llegar al hundimiento por completo, donde ya todo será inútil.
Hoy las terribles circunstancias obligan a que el voto que el electorado emitirá el primero de julio, sea un sufragio extremadamente razonado, sin que sea desperdiciado.
Un voto que, principalmente, habrá de dirigirse con un objetivo claro y definido, que en lo específico consistiría en que se termine con un clima de violencia generalizado que por doquier provoca temor y desolación. Con esto, seguro, se iniciaría la recuperación de la estabilidad emocional y colectiva que en todos los niveles sociales tanta falta hace.
Pero, ¿quiénes podrían trazar el nuevo rumbo del país? Los que tarde o temprano serán los más afectados, sin lugar a dudas. Con lo cual la referencia es a la clase media y clase media alta, porque serían éstas, las mismas que en su momento histórico fueron determinantes al liderar a las grandes masas populares de inconformes para tronar el régimen político de Porfirio Díaz. Lo hicieron por sobrevivencia y porque la situación se convirtió en insoportable para todos, ya que sabían perfectamente que las condiciones de ese régimen dictatorial estaban totalmente agotadas.
Un gobierno dictatorial en el que imperó la injusticia y la represión, plagado de secuestros y asaltantes de caminos. Explotación inhumana del campesino, quien era sometido, como si fuera una bestia, a intensas jornadas de trabajo de sol a sol por un pago mínimo que le servía tan solo para subsistir. En general, lo que prevalecía en ese régimen era la arbitrariedad y sobre todo una profunda miseria extendida por todo el país, sin esperanza de superación alguna.
Es por eso que la clase social acomodada vio que ello representaba una bomba de tiempo que en cualquier momento iba a estallar, circunstancia que significaba una amenaza latente a sus intereses, por lo que mejor decidieron intervenir de manera directa para acabar cuanto antes con un régimen caduco que duró 35 años en el poder, y todo a pesar de que bajo su sombra protectora es como lograron amasar las inmensas fortunas y gozaron de grandes privilegios.
Entonces, como en la historia se repite los ciclos, no dudamos que hoy estamos en una situación similar o quizá peor que la época porfirista, ya que curiosamente la desesperanza y el malestar también hoy se han extendido por todas partes del país. La pobreza y el desempleo la padecen millones de mexicanos en medio de una economía estancada.
La inseguridad no se diga, es el pan de cada día, con cifras alarmantes de secuestros y asesinatos, así como el flagelo generalizado y fuera de control del narcotráfico, por lo que ahora no hay otra salida, y el turno corresponde a la misma clase media y media alta el que decida cerrarle el paso o no, a un viejo régimen político, anquilosado y agotado, que en el poder lleva 82 años, 70 del PRI y 12 del PAN. Por eso, las elecciones de julio, podrían ser la última oportunidad para cambiar las drásticas condiciones actuales. Después, quizá todo sea tarde.
Pálida tinta: Últimos reacomodos en el gobierno de Marcelo Ebrard a causa de las vacantes que han dejado quienes van en busca de una diputación o senaduría. Pero lo cierto es que los sustitutos que cubrirán esos espacios en el tramo final de la presente administración capitalina, en los hechos nada más lo será para preparar la entrega recepción que habrá de recibir el próximo gobernante del Distrito Federal, que ni duda cabe que será el Dr. Miguel Ángel Mancera.
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