Ricardo Alemán
En la política mexicana, dos viejos refranes sintetizan —como pocos— el cochinero del quehacer cotidiano y las disputas por las posiciones de poder; sea intramuros de los partidos, sea entre ellos mismos.
El primero reza: “En política no hay sorpresas, sino sorprendidos”, y alude a que todo aquel que se mete a la política, sabe a qué se mete y por eso se mete. El segundo no es menos ocurrente: “Si no quieren ver fantasmas, no salgan de noche”, es decir que aquel al que asuste la política, mejor que no se asome a ver la realidad de la clase política.
Y existe un tercero, poderosamente ilustrativo, no tan común como los dos anteriores, pero que igualmente refleja esa realidad. “La política es como la cocina de todo restaurante que se respete: un cochinero”.
Viene a cuento porque buena parte de la mañana de ayer ocupó los titulares de las páginas electrónicas de los diarios, y de las redes sociales, la declaración de la candidata a jefa delegacional del PAN por Miguel Hidalgo, de nombre Lía Limón, quien gritó a los cuatro vientos que “el PAN está tomado por una pandilla de cuatreros”.
Ocurrente, la señora Limón se llamó sorprendida de la realidad que vive la política doméstica del PAN y que, repentinamente, una mañana se le reveló y la llevó a fortalecer sus profundas convicciones de que el partido azul es un cochinero. Por eso, y luego de un ardoroso discurso sobre la doctrina azul traicionada, renunció a su militancia y —para sorpresa de propios y extraños—, dijo que analizaba la conveniencia de afiliarse a otro partido. ¿Qué tal?
No sin sorpresa, lo primero que con sobrada razón preguntaron los ciudadanos de a pie —por la vía de las redes sociales— fue la interrogante elemental: ¿Y quién es la señora Lía Limón? Pues resulta que es una oportunista de la política —emparentada con un ex secretario de Educación y otrora liada con prominente especialista de la cosa electoral— que llegó a la Asamblea Legislativa del DF, por el PAN, mediante los mismos métodos del cochupo, la transa, el dedazo… que hoy critica.
Lo que ocurre es que hoy la señora Limón resultó perdidosa y —de manera idéntica a lo que pasa con Manuel Clouthier, Rogelio Sada, y hasta Javier Corral— se llamó sorprendida, cuando sabe que el cochinero no es una novedad en el PAN, sino que viene de lejos. Y, si tienen dudas, basta echarle una mirada al pasado reciente. ¿Cómo infló su precandidatura y llevó a cabo su proselitismo presidencial el señor Ernesto Cordero? Con el mismo cochinero que hoy cuestionan, desde la señora Limón, pasando por Clouthier, Sada y Corral.
En realidad lo grave del asunto no es que una diputada de la segunda división del PAN pretenda engañar al “respetable” con la dizque firmeza y profundidad de su militancia agraviada. Tampoco que hoy suban a la pasarela mediática para escupir al PAN, hasta los de segunda división. No, lo grave es que en ese partido no exista un político capaz de poner en práctica un control de daños elemental; capaz de detener la caída libre de los azules y que ya los amenaza con una tragedia en los comicios de julio próximo.
Lo preocupante para los azules es que no existe una figura fuerte, un liderazgo confiable —ni del presidente del partido ni de su candidata presidencial y menos en la casa presidencial—, capaz no sólo de aglutinar a todas las corrientes del partido, sino de impedir el deterioro de la imagen del PAN ante la opinión pública.
Y es que cada uno de los golpes a la imagen del partido no sólo lo debilita como institución, sino especialmente a su candidata presidencial y, sobre todo, a sus aspiraciones por mantener el poder. Hoy, a pocos días de que arranque de manera formal la campaña presidencial, no hay una figura como lo fueron , en su momento, Clouthier, El Jefe Diego, Fox o Calderón, capaces de focalizar en su imagen todas las aspiraciones del PAN.
El problema no está en descubrir el hilo negro y, por eso, gritar horrorizados —como lo hace la diputada Limón— que los panistas “¡son unos cochinos!” El problema está en la incapacidad para encontrar una solución a esa imagen de “cochinos”, que ya los hace ver peores, incluso, que el PRD y el PRI. Y a menos que se produzca un milagro o un golpe de timón, en el PAN todo muestra que van en caída libre. Al tiempo.
EN EL CAMINO
En Guerrero les llueve sobre mojado. Tienen uno de los peores gobernadores de su historia y, por si faltara algo, nadie puede con el crimen y el narcotráfico, que mandan a su antojo. Peor, imposible. ¿O sí?
En la política mexicana, dos viejos refranes sintetizan —como pocos— el cochinero del quehacer cotidiano y las disputas por las posiciones de poder; sea intramuros de los partidos, sea entre ellos mismos.
El primero reza: “En política no hay sorpresas, sino sorprendidos”, y alude a que todo aquel que se mete a la política, sabe a qué se mete y por eso se mete. El segundo no es menos ocurrente: “Si no quieren ver fantasmas, no salgan de noche”, es decir que aquel al que asuste la política, mejor que no se asome a ver la realidad de la clase política.
Y existe un tercero, poderosamente ilustrativo, no tan común como los dos anteriores, pero que igualmente refleja esa realidad. “La política es como la cocina de todo restaurante que se respete: un cochinero”.
Viene a cuento porque buena parte de la mañana de ayer ocupó los titulares de las páginas electrónicas de los diarios, y de las redes sociales, la declaración de la candidata a jefa delegacional del PAN por Miguel Hidalgo, de nombre Lía Limón, quien gritó a los cuatro vientos que “el PAN está tomado por una pandilla de cuatreros”.
Ocurrente, la señora Limón se llamó sorprendida de la realidad que vive la política doméstica del PAN y que, repentinamente, una mañana se le reveló y la llevó a fortalecer sus profundas convicciones de que el partido azul es un cochinero. Por eso, y luego de un ardoroso discurso sobre la doctrina azul traicionada, renunció a su militancia y —para sorpresa de propios y extraños—, dijo que analizaba la conveniencia de afiliarse a otro partido. ¿Qué tal?
No sin sorpresa, lo primero que con sobrada razón preguntaron los ciudadanos de a pie —por la vía de las redes sociales— fue la interrogante elemental: ¿Y quién es la señora Lía Limón? Pues resulta que es una oportunista de la política —emparentada con un ex secretario de Educación y otrora liada con prominente especialista de la cosa electoral— que llegó a la Asamblea Legislativa del DF, por el PAN, mediante los mismos métodos del cochupo, la transa, el dedazo… que hoy critica.
Lo que ocurre es que hoy la señora Limón resultó perdidosa y —de manera idéntica a lo que pasa con Manuel Clouthier, Rogelio Sada, y hasta Javier Corral— se llamó sorprendida, cuando sabe que el cochinero no es una novedad en el PAN, sino que viene de lejos. Y, si tienen dudas, basta echarle una mirada al pasado reciente. ¿Cómo infló su precandidatura y llevó a cabo su proselitismo presidencial el señor Ernesto Cordero? Con el mismo cochinero que hoy cuestionan, desde la señora Limón, pasando por Clouthier, Sada y Corral.
En realidad lo grave del asunto no es que una diputada de la segunda división del PAN pretenda engañar al “respetable” con la dizque firmeza y profundidad de su militancia agraviada. Tampoco que hoy suban a la pasarela mediática para escupir al PAN, hasta los de segunda división. No, lo grave es que en ese partido no exista un político capaz de poner en práctica un control de daños elemental; capaz de detener la caída libre de los azules y que ya los amenaza con una tragedia en los comicios de julio próximo.
Lo preocupante para los azules es que no existe una figura fuerte, un liderazgo confiable —ni del presidente del partido ni de su candidata presidencial y menos en la casa presidencial—, capaz no sólo de aglutinar a todas las corrientes del partido, sino de impedir el deterioro de la imagen del PAN ante la opinión pública.
Y es que cada uno de los golpes a la imagen del partido no sólo lo debilita como institución, sino especialmente a su candidata presidencial y, sobre todo, a sus aspiraciones por mantener el poder. Hoy, a pocos días de que arranque de manera formal la campaña presidencial, no hay una figura como lo fueron , en su momento, Clouthier, El Jefe Diego, Fox o Calderón, capaces de focalizar en su imagen todas las aspiraciones del PAN.
El problema no está en descubrir el hilo negro y, por eso, gritar horrorizados —como lo hace la diputada Limón— que los panistas “¡son unos cochinos!” El problema está en la incapacidad para encontrar una solución a esa imagen de “cochinos”, que ya los hace ver peores, incluso, que el PRD y el PRI. Y a menos que se produzca un milagro o un golpe de timón, en el PAN todo muestra que van en caída libre. Al tiempo.
EN EL CAMINO
En Guerrero les llueve sobre mojado. Tienen uno de los peores gobernadores de su historia y, por si faltara algo, nadie puede con el crimen y el narcotráfico, que mandan a su antojo. Peor, imposible. ¿O sí?
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