Jorge Camil
¿Ganó Sarkozy o triunfaron las reglas del debido proceso legal, un indicador que muestra en países civilizados el respeto a la ley y la exclusión de pruebas ilegales en un proceso penal? Es la otra cara de la llamada certidumbre jurídica: el saber a qué atenerse. ¿Ganó Sarkozy o perdió Calderón? El primero defendiendo a la francesa Florence Cassez, novia de un supuesto secuestrador mexicano, alegando que le habían violado sus derechos fundamentales, y el segundo encarnado en defensor de la soberanía nacional. Para hablar en términos de la farándula, García Luna realizó un deleznable montaje televisivo y Calderón pretendió hacer un remake de la batalla del 5 de mayo. Nadie en México puede burlar la ley, declaró cuando rehusó repatriar a Cassez para que purgara su sentencia en Francia. Hoy podría comerse esas palabras si la Suprema Corte libera a la acusada por violaciones graves al proceso penal.
Sarkozy, por su parte, no es ninguna perita en dulce: representa a una potencia desprestigiada, lejos de las vanidades de la Quinta República de Charles de Gaulle, y más lejos aún del país que dirigió con galanura François Mitterrand, el brillante político e intelectual socialista. Frente a éstos, Sarkozy aparece como un inteligente pero conflictivo funcionario público hostigado por los medios, que hoy compite contra su propia imagen de presidente de los ricos para relegirse en 2012.
En su más importante mitin de campaña se presentó como candidato que protege a todos los franceses (lo cual explica la vehemencia con la que tomó el caso de Cassez) y, siendo un político marcadamente ultraderechista, se ostenta en la campaña como un estadista sin ideología (bit.ly/zHer51): ¿comparte acaso asesor con Josefina Vázquez Mota? Vive obsesionado por las encuestas y las ventas de sus libros, y tiene un ego napoleónico que se mide desde donde termina su corta estatura hasta lo más alto de la Torre Eiffel (lo mejor de él es Carla Bruni, que hoy lo defiende calificando a los medios de pinochos).
Alegando que era su deber presidencial, Sarkozy se lanzó a defender en todos los foros, incluyendo en forma inopinada el Senado mexicano, el caso de Florence, la guapa francesa de pelo rojizo y malas compañías, caracterizándola como una joven francesa que se enamoró de alguien que no era buena persona… ¡un mexicano! Y ahora purga una sentencia de 60 años víctima de un error judicial. El 21 de marzo la Suprema Corte podría darle la razón. Hoy el Ejecutivo cabildea para que se rechace el proyecto Zaldívar y se envíe el caso al pleno de la Corte, que podría detener la liberación inmediata de Cassez (bit.ly/w1vcrT).
Calderón compró sin cuestionarlo el montaje televisivo de Genaro García Luna, su incondicional, y en forma también inopinada se envolvió en el lábaro patrio para convertir el tema desde el principio en asunto de Estado; puso en riesgo las relaciones con Francia, canceló la celebración del Año de México en ese país, y frustró las ambiciones de decenas de artistas mexicanos que pretendían mostrar sus reconocidos talentos en Europa. Con argumentos legalistas proporcionados por la cancillería (¡una pifia más de las huestes de doña Patricia Espinosa!) rechazó la petición de cumplir con el Tratado de Estrasburgo, alegando puntillosamente que Francia no reconocía las sentencias de 60 años por secuestro.
Hoy, siete años después del montaje de García Luna, de la intransigencia de la cancillería y del exabrupto nacionalista de Calderón, el proyecto publicado por el ministro Arturo Zaldívar confirma la existencia de una escenificación ajena a la realidad, que generó un efecto corruptor en el proceso penal y vició la evidencia incriminatoria.
En julio de 2011 el periodista Héctor de Mauleón publicó en Nexos una excelente síntesis de los 13 volúmenes y miles de hojas que contiene el expediente. Para muestra del montaje que vició el procedimiento basta un botón: Pablo Reinah, reportero de Televisa que esperaba afuera del rancho Las Chinitas junto a la fuerza policiaca de tarea encargada de rescatar a las víctimas en vivo, recibió órdenes de detener el operativo hasta que Carlos Loret terminara un comercial (bit.ly/lkhHX1).
El ministro ponente concluyó que la policía violó de forma clara y contundente los derechos fundamentales de (Cassez), y continuó con una conducta contraria a la Constitución. Los derechos fundamentales violados fueron graves: la falta de asistencia consular, no presentarla de inmediato al Ministerio Público y condenarla en los medios desechando la presunción de inocencia. Las autoridades procedieron a montar un escenario a través del cual se pudiese imputar a Florence la responsabilidad de los tres secuestros.
Al final de una historia inverosímil de inconsistencias, policías corruptos, errores judiciales, arrogancia y testigos a modo, Nexos presentó así el artículo de De Mauleón: “los únicos hechos comprobables son la manipulación sistemática, la impunidad de origen en el trato de acusados y testigos, y el manejo de los medios para construir versiones ad hoc”.
¿Ganó Sarkozy o triunfaron las reglas del debido proceso legal, un indicador que muestra en países civilizados el respeto a la ley y la exclusión de pruebas ilegales en un proceso penal? Es la otra cara de la llamada certidumbre jurídica: el saber a qué atenerse. ¿Ganó Sarkozy o perdió Calderón? El primero defendiendo a la francesa Florence Cassez, novia de un supuesto secuestrador mexicano, alegando que le habían violado sus derechos fundamentales, y el segundo encarnado en defensor de la soberanía nacional. Para hablar en términos de la farándula, García Luna realizó un deleznable montaje televisivo y Calderón pretendió hacer un remake de la batalla del 5 de mayo. Nadie en México puede burlar la ley, declaró cuando rehusó repatriar a Cassez para que purgara su sentencia en Francia. Hoy podría comerse esas palabras si la Suprema Corte libera a la acusada por violaciones graves al proceso penal.
Sarkozy, por su parte, no es ninguna perita en dulce: representa a una potencia desprestigiada, lejos de las vanidades de la Quinta República de Charles de Gaulle, y más lejos aún del país que dirigió con galanura François Mitterrand, el brillante político e intelectual socialista. Frente a éstos, Sarkozy aparece como un inteligente pero conflictivo funcionario público hostigado por los medios, que hoy compite contra su propia imagen de presidente de los ricos para relegirse en 2012.
En su más importante mitin de campaña se presentó como candidato que protege a todos los franceses (lo cual explica la vehemencia con la que tomó el caso de Cassez) y, siendo un político marcadamente ultraderechista, se ostenta en la campaña como un estadista sin ideología (bit.ly/zHer51): ¿comparte acaso asesor con Josefina Vázquez Mota? Vive obsesionado por las encuestas y las ventas de sus libros, y tiene un ego napoleónico que se mide desde donde termina su corta estatura hasta lo más alto de la Torre Eiffel (lo mejor de él es Carla Bruni, que hoy lo defiende calificando a los medios de pinochos).
Alegando que era su deber presidencial, Sarkozy se lanzó a defender en todos los foros, incluyendo en forma inopinada el Senado mexicano, el caso de Florence, la guapa francesa de pelo rojizo y malas compañías, caracterizándola como una joven francesa que se enamoró de alguien que no era buena persona… ¡un mexicano! Y ahora purga una sentencia de 60 años víctima de un error judicial. El 21 de marzo la Suprema Corte podría darle la razón. Hoy el Ejecutivo cabildea para que se rechace el proyecto Zaldívar y se envíe el caso al pleno de la Corte, que podría detener la liberación inmediata de Cassez (bit.ly/w1vcrT).
Calderón compró sin cuestionarlo el montaje televisivo de Genaro García Luna, su incondicional, y en forma también inopinada se envolvió en el lábaro patrio para convertir el tema desde el principio en asunto de Estado; puso en riesgo las relaciones con Francia, canceló la celebración del Año de México en ese país, y frustró las ambiciones de decenas de artistas mexicanos que pretendían mostrar sus reconocidos talentos en Europa. Con argumentos legalistas proporcionados por la cancillería (¡una pifia más de las huestes de doña Patricia Espinosa!) rechazó la petición de cumplir con el Tratado de Estrasburgo, alegando puntillosamente que Francia no reconocía las sentencias de 60 años por secuestro.
Hoy, siete años después del montaje de García Luna, de la intransigencia de la cancillería y del exabrupto nacionalista de Calderón, el proyecto publicado por el ministro Arturo Zaldívar confirma la existencia de una escenificación ajena a la realidad, que generó un efecto corruptor en el proceso penal y vició la evidencia incriminatoria.
En julio de 2011 el periodista Héctor de Mauleón publicó en Nexos una excelente síntesis de los 13 volúmenes y miles de hojas que contiene el expediente. Para muestra del montaje que vició el procedimiento basta un botón: Pablo Reinah, reportero de Televisa que esperaba afuera del rancho Las Chinitas junto a la fuerza policiaca de tarea encargada de rescatar a las víctimas en vivo, recibió órdenes de detener el operativo hasta que Carlos Loret terminara un comercial (bit.ly/lkhHX1).
El ministro ponente concluyó que la policía violó de forma clara y contundente los derechos fundamentales de (Cassez), y continuó con una conducta contraria a la Constitución. Los derechos fundamentales violados fueron graves: la falta de asistencia consular, no presentarla de inmediato al Ministerio Público y condenarla en los medios desechando la presunción de inocencia. Las autoridades procedieron a montar un escenario a través del cual se pudiese imputar a Florence la responsabilidad de los tres secuestros.
Al final de una historia inverosímil de inconsistencias, policías corruptos, errores judiciales, arrogancia y testigos a modo, Nexos presentó así el artículo de De Mauleón: “los únicos hechos comprobables son la manipulación sistemática, la impunidad de origen en el trato de acusados y testigos, y el manejo de los medios para construir versiones ad hoc”.
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