Fausto Pretelín
Hollande, Peña Nieto y Romney; Sarkozy, Santorum y Vázquez Mota; Marine Le Pen, Obama y López Obrador. Se trata de algunas combinaciones y permutaciones con posibilidad de gobernar muy pronto. Los sentimientos reflejados en las encuestas señalan al trío Obama, Hollande y Peña Nieto como el que integra a los nombres de los próximos presidentes de Estados Unidos, Francia y México, respectivamente, aunque de último segundo se nos informa que Sarkozy ya igualó en enteros y decimales los números del candidato socialista. ¿Por quién vota?
Si la pregunta la empotramos en una distopía lo recomendable será olvidar los nombres de los países y referirnos a ellos como zonas culturales. Entonces los conjuntos se leerían de manera distinta. Hollande, Peña Nieto o Romney; Sarkozy, Santorum o Vázquez Mota. La combinación con mayor probabilidad de victoria sería Obama, Hollande o Peña Nieto.
En efecto, para que el modelo global experimente la última generación entonces el análisis partiría de las siguientes preguntas:
¿Cómo gobernaría Obama la región cultural mexicana? ¿Y Hollande o Sarkozy? Y sobre Peña Nieto, el interés se encontraría en el conjunto de promesas firmadas por adelantado que les ofrecería a los habitantes de las zonas culturales francesa y estadunidense.
El escenario será factible muy pronto. Quizá en el siglo XXII. Cuando las relaciones diplomáticas se circunscriban a la cultura.
Si en las redes sociales los hashtag aglutinan la moda (en el sentido estadístico de la palabra, es decir, el elemento que se repite con mayor frecuencia dentro de una población) del día, los ciudadanos globales podrían votar por candidatos culturales y no políticos.
Santorum, en la región mexicana, invitaría a Norberto Ribera a Gobernación, cerraría los table dance y le agregaría un causal al delito del narcotráfico, la veneración al santo Malverde. Sarkozy (en la cultura mexicana) nombraría a Fidel Castro como huésped de honor (al estilo Gadafi), colocaría cuotas al sector cinematográfico y ordenaría cerrar la frontera con Guatemala.
Enrique Peña Nieto, en lo que hoy conocemos como Francia, firmaría las siguientes video-promesas por adelantado: colaboración con los noticieros del canal de televisión France2 a través de contenidos, entrevistas y declaraciones; interpretación de un storytelling escrito por Gerard Depardieu y dar Gritos ocasionales en la torre Eiffel y en la plaza de la Bastilla. Por supuesto que le daría mayor relevancia a la Marianne y su gorro frigio.
¿López Obrador en Francia? Como Marine Le Pen, al euro lo lanzaría al Sena y a la Unión Europea la declararía parte de la mafia supranacional. “Miren a Grecia, diría, yo sí terminaré con la guerra que nos ha declarado el euro”.
Lo mejor, para López Obrador, será perdonar a Chirac de sus actos de corrupción a través de un nombramiento pontificio. Tal vez un ministerio sería lo adecuado. Y qué decir de los distinguidos miembros de la gerontocracia.
Con Morena, sortearía los protocolos de los partidos políticos; de Calais a Marsella y de Brest a Estrasburgo, invitaría a reporteros a sus matutinas conferencias spa, tan relajantes como adormecedoras.
Hollande, Peña Nieto y Romney; Sarkozy, Santorum y Vázquez Mota; Marine Le Pen, Obama y López Obrador. Se trata de algunas combinaciones y permutaciones con posibilidad de gobernar muy pronto. Los sentimientos reflejados en las encuestas señalan al trío Obama, Hollande y Peña Nieto como el que integra a los nombres de los próximos presidentes de Estados Unidos, Francia y México, respectivamente, aunque de último segundo se nos informa que Sarkozy ya igualó en enteros y decimales los números del candidato socialista. ¿Por quién vota?
Si la pregunta la empotramos en una distopía lo recomendable será olvidar los nombres de los países y referirnos a ellos como zonas culturales. Entonces los conjuntos se leerían de manera distinta. Hollande, Peña Nieto o Romney; Sarkozy, Santorum o Vázquez Mota. La combinación con mayor probabilidad de victoria sería Obama, Hollande o Peña Nieto.
En efecto, para que el modelo global experimente la última generación entonces el análisis partiría de las siguientes preguntas:
¿Cómo gobernaría Obama la región cultural mexicana? ¿Y Hollande o Sarkozy? Y sobre Peña Nieto, el interés se encontraría en el conjunto de promesas firmadas por adelantado que les ofrecería a los habitantes de las zonas culturales francesa y estadunidense.
El escenario será factible muy pronto. Quizá en el siglo XXII. Cuando las relaciones diplomáticas se circunscriban a la cultura.
Si en las redes sociales los hashtag aglutinan la moda (en el sentido estadístico de la palabra, es decir, el elemento que se repite con mayor frecuencia dentro de una población) del día, los ciudadanos globales podrían votar por candidatos culturales y no políticos.
Santorum, en la región mexicana, invitaría a Norberto Ribera a Gobernación, cerraría los table dance y le agregaría un causal al delito del narcotráfico, la veneración al santo Malverde. Sarkozy (en la cultura mexicana) nombraría a Fidel Castro como huésped de honor (al estilo Gadafi), colocaría cuotas al sector cinematográfico y ordenaría cerrar la frontera con Guatemala.
Enrique Peña Nieto, en lo que hoy conocemos como Francia, firmaría las siguientes video-promesas por adelantado: colaboración con los noticieros del canal de televisión France2 a través de contenidos, entrevistas y declaraciones; interpretación de un storytelling escrito por Gerard Depardieu y dar Gritos ocasionales en la torre Eiffel y en la plaza de la Bastilla. Por supuesto que le daría mayor relevancia a la Marianne y su gorro frigio.
¿López Obrador en Francia? Como Marine Le Pen, al euro lo lanzaría al Sena y a la Unión Europea la declararía parte de la mafia supranacional. “Miren a Grecia, diría, yo sí terminaré con la guerra que nos ha declarado el euro”.
Lo mejor, para López Obrador, será perdonar a Chirac de sus actos de corrupción a través de un nombramiento pontificio. Tal vez un ministerio sería lo adecuado. Y qué decir de los distinguidos miembros de la gerontocracia.
Con Morena, sortearía los protocolos de los partidos políticos; de Calais a Marsella y de Brest a Estrasburgo, invitaría a reporteros a sus matutinas conferencias spa, tan relajantes como adormecedoras.
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