Ricardo Alemán
Una de las premisas fundamentales para que un partido político sea visto como una fuerza ganadora es la unidad. Los ciudadanos suelen castigar a un partido —y a sus candidatos a puestos de elección popular— cuando los potenciales electores perciben pleito, división o fractura.
Y sobran los ejemplos que confirman que —en el México de la pluralidad— un partido fracturado, peleado o divorciado es visto como una fuerza perdedora.
¿Por qué se facilitó, por ejemplo, el triunfo de Vicente Fox en julio de 2000? Por eso, porque el guanajuatense cometió el acierto —porque no sólo los errores se cometen, sino también los aciertos— de arrebatarle la dirigencia del PAN a Felipe Calderón.
En otras palabras, que cuando Fox echó a Calderón e impuso a Luis Felipe Bravo Mena —además de que creó un movimiento paralelo de financiamiento conocido por todos: Los Amigos de Fox— ganó buena parte de la elección presidencial.
A su vez, Cárdenas hizo del PRD un partido ganador en la capital del país —en 1997 y en 2000— gracias a que mantenía un férreo control del partido. Y si Cuauhtémoc Cárdenas perdió la candidatura presidencial en 2000, fue porque le apostó a la estrategia equivocada de ganar en mítines y plazas, no en los medios.
En 2006, AMLO perdió la elección presidencial —entre otras cosas— porque perdió el control del PRD, que se había quedado en manos de Los Chuchos, quienes al tiempo que se despachaban con la cuchara grande en el Congreso, abandonaron al aspirante presidencial.
Algo muy parecido a lo que hoy ocurre con el PAN de Josefina Vázquez Mota.
También en ese 2006, el periplo presidencial de Roberto Madrazo terminó en debacle, gracias a que —en su ambición sin límite— el dirigente y luego aspirante presidencial del PRI fracturó al partido tricolor en tantas partes como traiciones llevó a cabo.
Bueno, incluso algunos gobernadores del PRI operaron contra la candidatura de Roberto Madrazo.
Hoy, el PRI de Enrique Peña Nieto se ha convertido en un partido ganador —y con buenas posibilidades de triunfo en julio próximo— porque aparece como un partido unificado en sus principales grupos y porque el control del partido lo tiene, directamente, Enrique Peña Nieto.
Y, por supuesto, la excepción que confirma la regla es que también en 2006 el candidato presidencial del PAN, Felipe Calderón, ganó la candidatura y la elección presidencial, a pesar de que tenía en su contra al presidente Fox y al entonces jefe del partido, Manuel Espino.
Pero la circunstancia del PAN y la de Calderón en ese 2006 era de excepción. Es decir, que ni Vicente Fox ni Manuel Espino conocían al PAN como lo conocía un panista de sangre azul, Felipe Calderón, quien ya había sido presidente de Acción Nacional y, su padre, fundador del partido. Por eso, en aquel 2006, Calderón creó un PAN paralelo, que le sirvió para derrotar a Vicente Fox y a Manuel Espino.
Sin embargo, esa no es la circunstancia que hoy viven el PAN, el presidente Calderón y menos la candidata presidencial, la señora Josefina Vázquez Mota. No, hoy no existe la indispensable formación astral, capaz de alinear al presidente del partido con Felipe Calderón y con la señora Josefina Vázquez Mota. Por eso la pregunta: ¿Quién manda en el PAN?
Vale la pregunta, porque son muchos los indicios de que el PAN de hoy —el PAN en el poder— naufraga en aguas embravecidas y, por eso, su candidata presidencial podría acabar en el fondo marino. ¿Quién será capaz, en el PAN, de poner orden, de tomar las riendas del partido, de unificar a los grupos, para revertir lo que ya asoma como un naufragio?
Y es que si se toma en cuenta que —a tres meses de la elección presidencial— el PAN se encuentra a 18 puntos de distancia de Enrique Peña Nieto, una mera operación aritmética supone que la señora Vázquez Mota deberá recuperar tantas simpatías como 6% de las preferencias. Eso, claro, apenas para empatar a Peña Nieto. Y si quiere ganar con números contundentes, tendrá que recuperar, mensualmente, por lo menos 8% de las preferencias.
¿Es posible ese milagro, con un partido como el PAN, fracturado, en manos de ineptos como Gustavo Madero? Lo cierto es que la señora Josefina Vázquez Mota requiere un verdadero milagro para remontar los números adversos y las guerras que enfrenta intramuros de su partido.
Al tiempo.
EN EL CAMINO
Por cierto, ahora resulta que, según algunos dirigentes de Acción Nacional, la candidata debe despedir a sus colaboradores.
Una de las premisas fundamentales para que un partido político sea visto como una fuerza ganadora es la unidad. Los ciudadanos suelen castigar a un partido —y a sus candidatos a puestos de elección popular— cuando los potenciales electores perciben pleito, división o fractura.
Y sobran los ejemplos que confirman que —en el México de la pluralidad— un partido fracturado, peleado o divorciado es visto como una fuerza perdedora.
¿Por qué se facilitó, por ejemplo, el triunfo de Vicente Fox en julio de 2000? Por eso, porque el guanajuatense cometió el acierto —porque no sólo los errores se cometen, sino también los aciertos— de arrebatarle la dirigencia del PAN a Felipe Calderón.
En otras palabras, que cuando Fox echó a Calderón e impuso a Luis Felipe Bravo Mena —además de que creó un movimiento paralelo de financiamiento conocido por todos: Los Amigos de Fox— ganó buena parte de la elección presidencial.
A su vez, Cárdenas hizo del PRD un partido ganador en la capital del país —en 1997 y en 2000— gracias a que mantenía un férreo control del partido. Y si Cuauhtémoc Cárdenas perdió la candidatura presidencial en 2000, fue porque le apostó a la estrategia equivocada de ganar en mítines y plazas, no en los medios.
En 2006, AMLO perdió la elección presidencial —entre otras cosas— porque perdió el control del PRD, que se había quedado en manos de Los Chuchos, quienes al tiempo que se despachaban con la cuchara grande en el Congreso, abandonaron al aspirante presidencial.
Algo muy parecido a lo que hoy ocurre con el PAN de Josefina Vázquez Mota.
También en ese 2006, el periplo presidencial de Roberto Madrazo terminó en debacle, gracias a que —en su ambición sin límite— el dirigente y luego aspirante presidencial del PRI fracturó al partido tricolor en tantas partes como traiciones llevó a cabo.
Bueno, incluso algunos gobernadores del PRI operaron contra la candidatura de Roberto Madrazo.
Hoy, el PRI de Enrique Peña Nieto se ha convertido en un partido ganador —y con buenas posibilidades de triunfo en julio próximo— porque aparece como un partido unificado en sus principales grupos y porque el control del partido lo tiene, directamente, Enrique Peña Nieto.
Y, por supuesto, la excepción que confirma la regla es que también en 2006 el candidato presidencial del PAN, Felipe Calderón, ganó la candidatura y la elección presidencial, a pesar de que tenía en su contra al presidente Fox y al entonces jefe del partido, Manuel Espino.
Pero la circunstancia del PAN y la de Calderón en ese 2006 era de excepción. Es decir, que ni Vicente Fox ni Manuel Espino conocían al PAN como lo conocía un panista de sangre azul, Felipe Calderón, quien ya había sido presidente de Acción Nacional y, su padre, fundador del partido. Por eso, en aquel 2006, Calderón creó un PAN paralelo, que le sirvió para derrotar a Vicente Fox y a Manuel Espino.
Sin embargo, esa no es la circunstancia que hoy viven el PAN, el presidente Calderón y menos la candidata presidencial, la señora Josefina Vázquez Mota. No, hoy no existe la indispensable formación astral, capaz de alinear al presidente del partido con Felipe Calderón y con la señora Josefina Vázquez Mota. Por eso la pregunta: ¿Quién manda en el PAN?
Vale la pregunta, porque son muchos los indicios de que el PAN de hoy —el PAN en el poder— naufraga en aguas embravecidas y, por eso, su candidata presidencial podría acabar en el fondo marino. ¿Quién será capaz, en el PAN, de poner orden, de tomar las riendas del partido, de unificar a los grupos, para revertir lo que ya asoma como un naufragio?
Y es que si se toma en cuenta que —a tres meses de la elección presidencial— el PAN se encuentra a 18 puntos de distancia de Enrique Peña Nieto, una mera operación aritmética supone que la señora Vázquez Mota deberá recuperar tantas simpatías como 6% de las preferencias. Eso, claro, apenas para empatar a Peña Nieto. Y si quiere ganar con números contundentes, tendrá que recuperar, mensualmente, por lo menos 8% de las preferencias.
¿Es posible ese milagro, con un partido como el PAN, fracturado, en manos de ineptos como Gustavo Madero? Lo cierto es que la señora Josefina Vázquez Mota requiere un verdadero milagro para remontar los números adversos y las guerras que enfrenta intramuros de su partido.
Al tiempo.
EN EL CAMINO
Por cierto, ahora resulta que, según algunos dirigentes de Acción Nacional, la candidata debe despedir a sus colaboradores.
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