Raymundo Riva Palacio
MIAMI.- En tan solo 20 años, el horizonte de Miami se transformó. Una vasta zona en el centro de esta ciudad deprimida e inmobiliariamente desolada, con grandes lotes de terrenos convertidos en basureros, donde compartían las banquetas pordioseros y prostitutas, tiene hoy un horizonte de rascacielos de neón, centros para la cultura, el arte y los espectáculos, y el principal puerto para cruceros en Estados Unidos, en donde se embarcan cada año casi un millón y medio de pasajeros para navegar por el Caribe o cruzar el Atlántico.
Miami es una ciudad eléctrica de colores naranjas, verdes y azules. Se distingue por el alto número de personas con las cuales uno no quisiera tener un problema o toparse con ellos en una calle sola, pero con automóviles que cuestan seis dígitos. Hay Rolls Royce cuyos pasajeros calzan chanclas de hule –que no son de marca-, y jóvenes rastas al volante de Land Rover –la camioneta de moda-, Escalade con caja para carga y Mercedes Benz todo terreno –con un costo superior al millón de pesos-, que suben y bajan mujeres en South Beach, la zona caliente de Miami Beach, en un mercado de trueques misteriosos.
En estos 20 años, la ciudad se hizo una cirugía mayor, y mientras Estados Unidos atravesaba periodos de recesión, la economía local era boyante. El milagro de Miami no fue su manejo administrativo, ni sus atinados gobiernos. El boom en esta ciudad lo impulsó el dinero del narcotráfico colombiano, que en los 80s pasó por el sur de Florida el 70% de la cocaína y la mariguana que inyectaba al gran mercado estadounidense.
Esta es una ciudad cuyo glamour esconde los pecados. Aquí vivieron Whitney Houston y Paul Newman, y hoy tienen villas Jeniffer López, Matt Damon, Oprah y Julio Iglesias. Madonna invirtió en bienes raíces, y Gloria Estefan, al igual que Ricky Martin, tienen restaurantes y centros nocturnos. Más de mil modelos que caminan por las pasarelas del mundo viven aquí, donde se videograban el 80% de los mundialmente exitosos programas de E Entertainment “Wild On”, donde la lujuria y la bebida son los motores de la diversión. Para quien quiere soñar, hay Ferraris que se rentan en mil dólares al día, o Lamborghinis más baratos, en 900.
Miami, como muchas otras ciudades en Estados Unidos, es como una gran maqueta de triplay, limpia, reluciente y, en su caso, que exuda dinero. Vive en muchos sentidos del impulso que le dio la droga colombiana, cuando llevaron a la ciudad a un florecimiento neo-renacentista en plena era industrial. El dinero del narcotráfico inyectado por quienes fueron inmortalizados en un documental memorable inspirado en el libro del periodista colombiano Fabio Castillo, “Los jinetes de la Cocaína”, trajo a Miami hoteles de cinco estrellas, condominios multimillonarios y el nacimiento de toda una industria legal con cimientos ilegales.
La parte céntrica de Brickell Avenue se convirtió en el centro financiero de América Latina. El flujo de dinero atrajo a bancos de todo el mundo. Sólo en 1982, en el arranque de las dos décadas que marcaron la historia y el destino de Miami, se autorizó a 44 bancos para que realizaran operaciones internacionales, y 36 bancos extranjeros abrieron sucursales aquí. Poco más de mil 200 multinacionales instalaron oficinas en Miami en el boom económico que representó el narcotráfico.
Una investigación del periodista Gerald Posner en 2009, que dio nacimiento al libro “Miami Babylon”, reveló que en los tiempos de la recesión en Estados Unidos, en esta ciudad se daba empleo a 25 mil personas nuevas cada año, como resultado del boom de la industria de la construcción, cuando se otorgaron 10 mil permisos para construir, que ayudaron al surgimiento de 20 mil edificios. El 30% de las transacciones en bienes raíces se hacían en efectivo, y una de las más sorprendentes fue en el elegante barrio de Coconut Grove, al sur de Miami, donde se pagó por una mansión 1.7 millones de dólares, cash.
La Reserva Federal de Miami, que es parte del sistema federalizado del banco central estadounidense, llegó a tener excedentes diarios de cinco mil millones de dólares –casi todo en billetes de 50 y 100 dólares-, que era superior al monto combinado de excedentes en las otras 11 sucursales de la Reserva Federal en el país, incluido Nueva York, donde se encuentran las reservas de muchos gobiernos del mundo.
El negocio de la droga colombiana era de 12 mil millones de dólares al año, casi 25% más que el turismo, pese a sus famosos parques de diversiones que atraen turistas de todo el mundo. Los narcos compraron cuatro bancos para manejar mejor su dinero, y el lavado de dinero arrastró a otras instituciones que fueron multadas por hacerlo con otros países, como hizo el American Express Bank de Miami con el Cártel de Sinaloa. El fenómeno bajó, pero la economía no.
El 93% de los 23 condominios que se construyeron en Miami en el boom inmobiliario de principio de esta década, están ocupados. Sus hoteles de cinco estrellas trabajan con alta ocupación. En South Beach, 23 cuadras de centros nocturnos, boutiques, galerías de arte y restaurantes, la diversión y el gasto no para. Ya no hay el número de asesinatos en las calles de entonces, cuando los colombianos se pelearon por territorios, pero la violencia no desapareció. Le han puesto a la vida cotidiana otra cara y otro maquillaje. Quieren que la fundación de Miami como lo que es hoy en día, se quede como una anécdota. Después de todo, si Las Vegas lo logró, la desmemoria es un camino, aquí, harto conocido.
MIAMI.- En tan solo 20 años, el horizonte de Miami se transformó. Una vasta zona en el centro de esta ciudad deprimida e inmobiliariamente desolada, con grandes lotes de terrenos convertidos en basureros, donde compartían las banquetas pordioseros y prostitutas, tiene hoy un horizonte de rascacielos de neón, centros para la cultura, el arte y los espectáculos, y el principal puerto para cruceros en Estados Unidos, en donde se embarcan cada año casi un millón y medio de pasajeros para navegar por el Caribe o cruzar el Atlántico.
Miami es una ciudad eléctrica de colores naranjas, verdes y azules. Se distingue por el alto número de personas con las cuales uno no quisiera tener un problema o toparse con ellos en una calle sola, pero con automóviles que cuestan seis dígitos. Hay Rolls Royce cuyos pasajeros calzan chanclas de hule –que no son de marca-, y jóvenes rastas al volante de Land Rover –la camioneta de moda-, Escalade con caja para carga y Mercedes Benz todo terreno –con un costo superior al millón de pesos-, que suben y bajan mujeres en South Beach, la zona caliente de Miami Beach, en un mercado de trueques misteriosos.
En estos 20 años, la ciudad se hizo una cirugía mayor, y mientras Estados Unidos atravesaba periodos de recesión, la economía local era boyante. El milagro de Miami no fue su manejo administrativo, ni sus atinados gobiernos. El boom en esta ciudad lo impulsó el dinero del narcotráfico colombiano, que en los 80s pasó por el sur de Florida el 70% de la cocaína y la mariguana que inyectaba al gran mercado estadounidense.
Esta es una ciudad cuyo glamour esconde los pecados. Aquí vivieron Whitney Houston y Paul Newman, y hoy tienen villas Jeniffer López, Matt Damon, Oprah y Julio Iglesias. Madonna invirtió en bienes raíces, y Gloria Estefan, al igual que Ricky Martin, tienen restaurantes y centros nocturnos. Más de mil modelos que caminan por las pasarelas del mundo viven aquí, donde se videograban el 80% de los mundialmente exitosos programas de E Entertainment “Wild On”, donde la lujuria y la bebida son los motores de la diversión. Para quien quiere soñar, hay Ferraris que se rentan en mil dólares al día, o Lamborghinis más baratos, en 900.
Miami, como muchas otras ciudades en Estados Unidos, es como una gran maqueta de triplay, limpia, reluciente y, en su caso, que exuda dinero. Vive en muchos sentidos del impulso que le dio la droga colombiana, cuando llevaron a la ciudad a un florecimiento neo-renacentista en plena era industrial. El dinero del narcotráfico inyectado por quienes fueron inmortalizados en un documental memorable inspirado en el libro del periodista colombiano Fabio Castillo, “Los jinetes de la Cocaína”, trajo a Miami hoteles de cinco estrellas, condominios multimillonarios y el nacimiento de toda una industria legal con cimientos ilegales.
La parte céntrica de Brickell Avenue se convirtió en el centro financiero de América Latina. El flujo de dinero atrajo a bancos de todo el mundo. Sólo en 1982, en el arranque de las dos décadas que marcaron la historia y el destino de Miami, se autorizó a 44 bancos para que realizaran operaciones internacionales, y 36 bancos extranjeros abrieron sucursales aquí. Poco más de mil 200 multinacionales instalaron oficinas en Miami en el boom económico que representó el narcotráfico.
Una investigación del periodista Gerald Posner en 2009, que dio nacimiento al libro “Miami Babylon”, reveló que en los tiempos de la recesión en Estados Unidos, en esta ciudad se daba empleo a 25 mil personas nuevas cada año, como resultado del boom de la industria de la construcción, cuando se otorgaron 10 mil permisos para construir, que ayudaron al surgimiento de 20 mil edificios. El 30% de las transacciones en bienes raíces se hacían en efectivo, y una de las más sorprendentes fue en el elegante barrio de Coconut Grove, al sur de Miami, donde se pagó por una mansión 1.7 millones de dólares, cash.
La Reserva Federal de Miami, que es parte del sistema federalizado del banco central estadounidense, llegó a tener excedentes diarios de cinco mil millones de dólares –casi todo en billetes de 50 y 100 dólares-, que era superior al monto combinado de excedentes en las otras 11 sucursales de la Reserva Federal en el país, incluido Nueva York, donde se encuentran las reservas de muchos gobiernos del mundo.
El negocio de la droga colombiana era de 12 mil millones de dólares al año, casi 25% más que el turismo, pese a sus famosos parques de diversiones que atraen turistas de todo el mundo. Los narcos compraron cuatro bancos para manejar mejor su dinero, y el lavado de dinero arrastró a otras instituciones que fueron multadas por hacerlo con otros países, como hizo el American Express Bank de Miami con el Cártel de Sinaloa. El fenómeno bajó, pero la economía no.
El 93% de los 23 condominios que se construyeron en Miami en el boom inmobiliario de principio de esta década, están ocupados. Sus hoteles de cinco estrellas trabajan con alta ocupación. En South Beach, 23 cuadras de centros nocturnos, boutiques, galerías de arte y restaurantes, la diversión y el gasto no para. Ya no hay el número de asesinatos en las calles de entonces, cuando los colombianos se pelearon por territorios, pero la violencia no desapareció. Le han puesto a la vida cotidiana otra cara y otro maquillaje. Quieren que la fundación de Miami como lo que es hoy en día, se quede como una anécdota. Después de todo, si Las Vegas lo logró, la desmemoria es un camino, aquí, harto conocido.
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