Carlos Ramírez / Indicador Político
El mensaje de Barack Obama con el envío del vicepresidente Joe Biden a México no pudo haber sido más claro porque el mensajero concentra tres perfiles clave de la Casa Blanca: La seguridad nacional, la violencia criminal y la política exterior.
Por tanto, la clave de la visita de Obama es más de interpretación que de explicación: México es, con todo y a pesar de todo, una prioridad para la presidencia de los Estados Unidos.
Los datos conocidos revelan que los tres precandidatos mexicanos carecieron de información estratégica para reunirse con el visitante; como senador, Biden fue el promotor de la Biden Crime Law --http://thomas.loc.gov/cgi-bin/query/z?c103:H.R.3355.ENR:; resumen: https://www.ncjrs.gov/txtfiles/billfs.txt--que estableció no sólo controles a las armas dañinas sino que aumentó castigos a criminales, se metió a poner orden en cárceles, incorporó 60 nuevos delitos a pena de muerte y canceló la ayuda educativa a reclusos. Por tanto, la crisis de seguridad de México no le es extraña al vicepresidente estadounidense.
De hecho, Biden es de los pocos vicepresidentes que le ha dado funciones estratégicas al cargo: La estrategia de política exterior y seguridad nacional la tiene Biden, ante la falta de experiencia e interés del presidente Obama en esas tareas; ello quiere decir que los temas de política exterior y terrorismo se concentran en la vicepresidencia y Hillary Clinton y Janet Napolitano son simples administradoras de los asuntos de diplomacia y seguridad interior.
Los datos más reveladores de Biden consolidan su papel como enviado de Obama; “sionista sin ser judío” en momentos de acoso iraní a Israel, ex presidente del poderoso Comité de Relaciones Exteriores del Senado, pivote para la aprobación de las leyes más duras de George W. Bush que violan garantías constitucionales y derechos humanos, promotor de la ofensiva militar de EU contra Milosevic, congresista que apoyó sin dudas la invasión a Irak pese a los argumentos engañosos de Bush.
El único que entendió el escenario de Biden fue el presidente Calderón porque su demanda de control de armas se basó, sin decirlo, en la Biden Crime Law, la cual establece la prohibición de fabricar 19 armas de asalto de uso militar y de combate para vender comercialmente y también restringe la venta de armas a personas involucradas en casos de violenta intrafamiliar. Asimismo, la ley endurece la concesión de licencias para venta de armas a fin de evitar el tráfico. Y aumenta la penalización contra delitos vinculados al tráfico de drogas y crímenes cometidos por pandillas. A ello se agregan la aplicación del modelo de cadena perpetua a los delitos en tercer strike o tercer delito en materia de delitos violentos o de tráfico de drogas.
De ahí que el profile o perfil de Biden daba para que los tres precandidatos mexicanos ofrecieran su primer enfoque de seguridad nacional o de seguridad bilateral, pero el priísta Enrique Peña Nieto se quedó en el vacío de prometer continuar de la política de seguridad que tanto ha criticado el PRI pero que a la hora de la verdad con los EU se sometió a los intereses extranjeros, Josefina Vázquez Mota se ahogó en el asunto del género que en los EU no preocupa y Andrés Manuel López Obrador creyó estar ante una administración republicana de los setenta. Así, ninguno de los tres entendió la lógica de las estrategias de poder frente al poderoso vecino del norte; por eso seguramente Biden dijo que lo más importante de su visita había estado ante la Virgen de Guadalupe, a pesar de estar más cerca de los judíos por su sionismo.
Los enfoques de seguridad nacional de los EU sobre México no se agotan en el tema de la violencia sino en la organización de cárteles basados en el poder y la violencia. La clave la dio la secretaria de Seguridad Interior, Janet Napolitano, en su reciente visita a México cuando nombró a Joaquín El Chapo Guzmán en el contexto de Osama bin Laden, dejando pistas de la preocupación estadounidense de vinculaciones del crimen organizado y las bandas de traficantes de migrantes con el terrorismo.
La agenda de los EU con México es amplia: Penetración de Irán en América Latina vía el venezolano Hugo Chávez y su influencia ya en Nicaragua y Cuba, dos de las fronteras estratégicas de México; choques Irán-Israel por amenazas nucleares y la intervención de Obama a favor de Israel; el escenario de la violencia y el terrorismo en el discurso de los precandidatos republicanos; la insinuación de Napolitano Chapo-Osama; el incidente en octubre de 2010 cuando bajaron en Montreal de un avión de Aeroméxico a un etíope por sospechas de terrorismo; los deslices de Hillary Clinton sobre el narco-terrorismo.
Asimismo, el asesinato de dos agentes estadounidenses en una carretera de San Luis Potosí en febrero del 2011; la acusación de los EU de que terroristas habían usado México para preparar el asesinato del embajador de Arabia Saudita en Washington, a partir del criterio de que ese país petrolero es el segundo aliado estratégico de la Casa Blanca; la supuesta operación en diciembre de 2011 para refugiar en México a un hijo de Omar Qaddafi; y los reportes de Stratfor, la empresa revelada como parte de los intereses de seguridad nacional de los EU, sobre el peligro geopolítico del narco en México y sobre las elecciones presidenciales mexicanas como un tema de seguridad nacional.
La importancia estratégica de la visita de Biden no se situaba en ver quién de los tres precandidatos presidenciales mexicanos obtenía una estrellita, sino en entender que la relación bilateral es el principal problema de seguridad nacional de México, que la presidencia mexicana de la república es la institución que representa la soberanía nacional y la seguridad del Estado y que se perdió la oportunidad para que los aspirantes mostraran -si la tienen- su definición de los intereses estratégicos, geopolíticos y de seguridad nacional de México.
El mensaje de Barack Obama con el envío del vicepresidente Joe Biden a México no pudo haber sido más claro porque el mensajero concentra tres perfiles clave de la Casa Blanca: La seguridad nacional, la violencia criminal y la política exterior.
Por tanto, la clave de la visita de Obama es más de interpretación que de explicación: México es, con todo y a pesar de todo, una prioridad para la presidencia de los Estados Unidos.
Los datos conocidos revelan que los tres precandidatos mexicanos carecieron de información estratégica para reunirse con el visitante; como senador, Biden fue el promotor de la Biden Crime Law --http://thomas.loc.gov/cgi-bin/query/z?c103:H.R.3355.ENR:; resumen: https://www.ncjrs.gov/txtfiles/billfs.txt--que estableció no sólo controles a las armas dañinas sino que aumentó castigos a criminales, se metió a poner orden en cárceles, incorporó 60 nuevos delitos a pena de muerte y canceló la ayuda educativa a reclusos. Por tanto, la crisis de seguridad de México no le es extraña al vicepresidente estadounidense.
De hecho, Biden es de los pocos vicepresidentes que le ha dado funciones estratégicas al cargo: La estrategia de política exterior y seguridad nacional la tiene Biden, ante la falta de experiencia e interés del presidente Obama en esas tareas; ello quiere decir que los temas de política exterior y terrorismo se concentran en la vicepresidencia y Hillary Clinton y Janet Napolitano son simples administradoras de los asuntos de diplomacia y seguridad interior.
Los datos más reveladores de Biden consolidan su papel como enviado de Obama; “sionista sin ser judío” en momentos de acoso iraní a Israel, ex presidente del poderoso Comité de Relaciones Exteriores del Senado, pivote para la aprobación de las leyes más duras de George W. Bush que violan garantías constitucionales y derechos humanos, promotor de la ofensiva militar de EU contra Milosevic, congresista que apoyó sin dudas la invasión a Irak pese a los argumentos engañosos de Bush.
El único que entendió el escenario de Biden fue el presidente Calderón porque su demanda de control de armas se basó, sin decirlo, en la Biden Crime Law, la cual establece la prohibición de fabricar 19 armas de asalto de uso militar y de combate para vender comercialmente y también restringe la venta de armas a personas involucradas en casos de violenta intrafamiliar. Asimismo, la ley endurece la concesión de licencias para venta de armas a fin de evitar el tráfico. Y aumenta la penalización contra delitos vinculados al tráfico de drogas y crímenes cometidos por pandillas. A ello se agregan la aplicación del modelo de cadena perpetua a los delitos en tercer strike o tercer delito en materia de delitos violentos o de tráfico de drogas.
De ahí que el profile o perfil de Biden daba para que los tres precandidatos mexicanos ofrecieran su primer enfoque de seguridad nacional o de seguridad bilateral, pero el priísta Enrique Peña Nieto se quedó en el vacío de prometer continuar de la política de seguridad que tanto ha criticado el PRI pero que a la hora de la verdad con los EU se sometió a los intereses extranjeros, Josefina Vázquez Mota se ahogó en el asunto del género que en los EU no preocupa y Andrés Manuel López Obrador creyó estar ante una administración republicana de los setenta. Así, ninguno de los tres entendió la lógica de las estrategias de poder frente al poderoso vecino del norte; por eso seguramente Biden dijo que lo más importante de su visita había estado ante la Virgen de Guadalupe, a pesar de estar más cerca de los judíos por su sionismo.
Los enfoques de seguridad nacional de los EU sobre México no se agotan en el tema de la violencia sino en la organización de cárteles basados en el poder y la violencia. La clave la dio la secretaria de Seguridad Interior, Janet Napolitano, en su reciente visita a México cuando nombró a Joaquín El Chapo Guzmán en el contexto de Osama bin Laden, dejando pistas de la preocupación estadounidense de vinculaciones del crimen organizado y las bandas de traficantes de migrantes con el terrorismo.
La agenda de los EU con México es amplia: Penetración de Irán en América Latina vía el venezolano Hugo Chávez y su influencia ya en Nicaragua y Cuba, dos de las fronteras estratégicas de México; choques Irán-Israel por amenazas nucleares y la intervención de Obama a favor de Israel; el escenario de la violencia y el terrorismo en el discurso de los precandidatos republicanos; la insinuación de Napolitano Chapo-Osama; el incidente en octubre de 2010 cuando bajaron en Montreal de un avión de Aeroméxico a un etíope por sospechas de terrorismo; los deslices de Hillary Clinton sobre el narco-terrorismo.
Asimismo, el asesinato de dos agentes estadounidenses en una carretera de San Luis Potosí en febrero del 2011; la acusación de los EU de que terroristas habían usado México para preparar el asesinato del embajador de Arabia Saudita en Washington, a partir del criterio de que ese país petrolero es el segundo aliado estratégico de la Casa Blanca; la supuesta operación en diciembre de 2011 para refugiar en México a un hijo de Omar Qaddafi; y los reportes de Stratfor, la empresa revelada como parte de los intereses de seguridad nacional de los EU, sobre el peligro geopolítico del narco en México y sobre las elecciones presidenciales mexicanas como un tema de seguridad nacional.
La importancia estratégica de la visita de Biden no se situaba en ver quién de los tres precandidatos presidenciales mexicanos obtenía una estrellita, sino en entender que la relación bilateral es el principal problema de seguridad nacional de México, que la presidencia mexicana de la república es la institución que representa la soberanía nacional y la seguridad del Estado y que se perdió la oportunidad para que los aspirantes mostraran -si la tienen- su definición de los intereses estratégicos, geopolíticos y de seguridad nacional de México.
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