Octavio Rodríguez Araujo
Las desigualdades económicas, sociales y culturales están directamente relacionadas con la concentración de la riqueza. Esta es una característica de la dinámica del capitalismo y no se le ve solución; sin embargo, se puede mitigar a partir de políticas públicas. En los gobiernos recae la responsabilidad de que las políticas públicas favorezcan la concentración de la riqueza y la desigualdad o la distribución de la riqueza y por lo tanto una tendencia a disminuir las desigualdades y, en la misma lógica, también la pobreza. Son las dos opciones que tienen los gobiernos: gobernar para los más o gobernar para los menos, o de otra manera gobernar para someter al capital y regularlo, o gobernar de manera subordinada al capital. La primera es una fórmula que podría calificarse de moral, la segunda de inmoral.
Los gobiernos mexicanos, desde hace más de 15 años, han reconocido que los principales desafíos del país son el abatimiento de la pobreza extrema y la desigualdad económica y social entre los diferentes estratos de la población. Sin embargo, incluso con sus propias cifras derivadas de los estudios del Inegi, se ha demostrado que la población con ingresos menores a dos salarios mínimos sigue siendo un poco más de un tercio del total, en tanto que la concentración del ingreso ha aumentado en los últimos años. Se calcula que cerca de la quinta parte de la población más rica del país aumentó su participación en el ingreso corriente total hasta rebasar 450 por ciento, en tanto que la quinta parte más pobre la redujo. Adicionalmente, los estratos medios, que durante décadas habían mejorado su posición relativa, han visto deteriorarse su situación en cuanto a la porción del ingreso que reciben. La tasa de desocupación, que es otro indicador de que la depauperación de la población ha aumentado, ha visto también un crecimiento significativo, incluso en las cifras oficiales: de 3.5 por ciento en 2005 a 5.2 por ciento en 2010 y, a juzgar por los datos no oficiales, ha aumentado más de lo que se reconoce.
Con las mismas fuentes del gobierno se destaca que la concentración del ingreso se ha dado principalmente entre el 10 por ciento de la población con las más altas percepciones, mientras que 80 por ciento de la población vio disminuir su ingreso en los últimos 25 años. Con base en el coeficiente de Gini, en 2011 Chile presentaba la desigualdad más alta entre los países de la OCDE, y en segundo lugar estaba México. Mientras la desigualdad creció en nuestro país desde mediados de los años 80, Chile la ha reducido considerablemente, señala la OCDE. Con esta información se demuestra que las desigualdades sociales, lejos de disminuir con las políticas seguidas por los gobiernos neoliberales, aumentaron. Nos encaminamos, de seguir así, a ocupar el primer lugar en desigualdad social de los 34 países de la OCDE, prueba de que nuestros gobiernos, con sus políticas sociales y económicas, sirven no a la población ni al capital en su conjunto, sino a la elite capitalista, tanto nacional como extranjera.
Algunos autores han estimado que de 1994 a la fecha los hogares mexicanos han perdido cerca de 25 por ciento de sus ingresos. Otros piensan que en términos reales han perdido más de 50 por ciento. ¿Cuánto ha disminuido el poder adquisitivo del salario bajo los gobiernos neoliberales? He leído diferentes cantidades, pero nadie, que yo sepa, habla de menos de 60 por ciento, lo que quiere decir que nominalmente parece que ganamos más pero en realidad ganamos menos. En otros términos, en 1982 el salario mínimo alcanzaba para comprar unos 50 kilos de tortillas, hoy apenas alcanza para cinco kilos. Proceso de depauperación relativa, le llamaba Marx, y no se equivocó. La ONU nos habla de un panorama terrible al decir que es imposible que 2 mil 800 millones de personas que viven con menos de dos dólares diarios puedan igualar alguna vez los niveles de consumo de los ricos. Éstos, los verdaderos ricos, constituyen uno por ciento de los habitantes del planeta y concentran 90 por ciento de su riqueza total. En nuestro país nueve megamillonarios acumularon en 2011 una cantidad impresionante: 124 mil millones de dólares, es decir, 10 por ciento de la riqueza producida en México.
Al menos 35 millones de mexicanos, de los 112 millones que somos, deben sobrevivir con un ingreso menor a dos dólares diarios, unos 26 pesos, en tanto que más de 10 millones deben hacerlo con un máximo de un dólar al día. El Coneval nos presentó a finales del año pasado cifras que corroboran que las políticas de gobierno han producido más pobres. El número de personas en situación de pobreza, nos dice, subió de 48.8 a 52 millones entre 2008 y 2010, lo que significa que 46.2 por ciento de la población está bajo esa condición. De estas personas en situación de pobreza, casi la mitad: 28 millones de personas, carecen de acceso adecuado a la alimentación, lo que representa un aumento de 4.2 millones en el periodo de 2008 a 2010. Con información de la CNN, el mismo Coneval agregó el 2 de diciembre que en 40.8 por ciento de los 2 mil 456 municipios que hay en México se concentra 75 por ciento o más de la población en pobreza. Otro ejemplo, en otra óptica, de la concentración de la riqueza y de la desigualdad en el país.
¿Qué papel han jugado los últimos gobiernos mexicanos para abatir o disminuir la pobreza? En absoluta incongruencia con sus supuestas intenciones de disminuir la pobreza, han impuesto topes a los salarios desde hace más de 20 años, de tal forma que los ingresos de quienes tienen trabajo han disminuido en términos reales en un altísimo porcentaje, como ya fue dicho; han disminuido también los subsidios a la producción y a la comercialización de alimentos, de tal modo que con estas medidas se ha mermado la posibilidad de una alimentación suficiente del pueblo mexicano; han disminuido, asimismo, el número de artículos de la canasta básica de los trabajadores y más de 20 millones de mexicanos no tienen el ingreso necesario para pagar dicha canasta básica.
Lo único que ha aumentado en México, aparte de los precios, el desempleo, los gastos militares y la inseguridad pública, es el enriquecimiento de los menos, y la deuda externa, que pasó de 57 mil 378 millones de dólares en 1980 a casi 182 mil millones de dólares en 2011.
Las desigualdades económicas, sociales y culturales están directamente relacionadas con la concentración de la riqueza. Esta es una característica de la dinámica del capitalismo y no se le ve solución; sin embargo, se puede mitigar a partir de políticas públicas. En los gobiernos recae la responsabilidad de que las políticas públicas favorezcan la concentración de la riqueza y la desigualdad o la distribución de la riqueza y por lo tanto una tendencia a disminuir las desigualdades y, en la misma lógica, también la pobreza. Son las dos opciones que tienen los gobiernos: gobernar para los más o gobernar para los menos, o de otra manera gobernar para someter al capital y regularlo, o gobernar de manera subordinada al capital. La primera es una fórmula que podría calificarse de moral, la segunda de inmoral.
Los gobiernos mexicanos, desde hace más de 15 años, han reconocido que los principales desafíos del país son el abatimiento de la pobreza extrema y la desigualdad económica y social entre los diferentes estratos de la población. Sin embargo, incluso con sus propias cifras derivadas de los estudios del Inegi, se ha demostrado que la población con ingresos menores a dos salarios mínimos sigue siendo un poco más de un tercio del total, en tanto que la concentración del ingreso ha aumentado en los últimos años. Se calcula que cerca de la quinta parte de la población más rica del país aumentó su participación en el ingreso corriente total hasta rebasar 450 por ciento, en tanto que la quinta parte más pobre la redujo. Adicionalmente, los estratos medios, que durante décadas habían mejorado su posición relativa, han visto deteriorarse su situación en cuanto a la porción del ingreso que reciben. La tasa de desocupación, que es otro indicador de que la depauperación de la población ha aumentado, ha visto también un crecimiento significativo, incluso en las cifras oficiales: de 3.5 por ciento en 2005 a 5.2 por ciento en 2010 y, a juzgar por los datos no oficiales, ha aumentado más de lo que se reconoce.
Con las mismas fuentes del gobierno se destaca que la concentración del ingreso se ha dado principalmente entre el 10 por ciento de la población con las más altas percepciones, mientras que 80 por ciento de la población vio disminuir su ingreso en los últimos 25 años. Con base en el coeficiente de Gini, en 2011 Chile presentaba la desigualdad más alta entre los países de la OCDE, y en segundo lugar estaba México. Mientras la desigualdad creció en nuestro país desde mediados de los años 80, Chile la ha reducido considerablemente, señala la OCDE. Con esta información se demuestra que las desigualdades sociales, lejos de disminuir con las políticas seguidas por los gobiernos neoliberales, aumentaron. Nos encaminamos, de seguir así, a ocupar el primer lugar en desigualdad social de los 34 países de la OCDE, prueba de que nuestros gobiernos, con sus políticas sociales y económicas, sirven no a la población ni al capital en su conjunto, sino a la elite capitalista, tanto nacional como extranjera.
Algunos autores han estimado que de 1994 a la fecha los hogares mexicanos han perdido cerca de 25 por ciento de sus ingresos. Otros piensan que en términos reales han perdido más de 50 por ciento. ¿Cuánto ha disminuido el poder adquisitivo del salario bajo los gobiernos neoliberales? He leído diferentes cantidades, pero nadie, que yo sepa, habla de menos de 60 por ciento, lo que quiere decir que nominalmente parece que ganamos más pero en realidad ganamos menos. En otros términos, en 1982 el salario mínimo alcanzaba para comprar unos 50 kilos de tortillas, hoy apenas alcanza para cinco kilos. Proceso de depauperación relativa, le llamaba Marx, y no se equivocó. La ONU nos habla de un panorama terrible al decir que es imposible que 2 mil 800 millones de personas que viven con menos de dos dólares diarios puedan igualar alguna vez los niveles de consumo de los ricos. Éstos, los verdaderos ricos, constituyen uno por ciento de los habitantes del planeta y concentran 90 por ciento de su riqueza total. En nuestro país nueve megamillonarios acumularon en 2011 una cantidad impresionante: 124 mil millones de dólares, es decir, 10 por ciento de la riqueza producida en México.
Al menos 35 millones de mexicanos, de los 112 millones que somos, deben sobrevivir con un ingreso menor a dos dólares diarios, unos 26 pesos, en tanto que más de 10 millones deben hacerlo con un máximo de un dólar al día. El Coneval nos presentó a finales del año pasado cifras que corroboran que las políticas de gobierno han producido más pobres. El número de personas en situación de pobreza, nos dice, subió de 48.8 a 52 millones entre 2008 y 2010, lo que significa que 46.2 por ciento de la población está bajo esa condición. De estas personas en situación de pobreza, casi la mitad: 28 millones de personas, carecen de acceso adecuado a la alimentación, lo que representa un aumento de 4.2 millones en el periodo de 2008 a 2010. Con información de la CNN, el mismo Coneval agregó el 2 de diciembre que en 40.8 por ciento de los 2 mil 456 municipios que hay en México se concentra 75 por ciento o más de la población en pobreza. Otro ejemplo, en otra óptica, de la concentración de la riqueza y de la desigualdad en el país.
¿Qué papel han jugado los últimos gobiernos mexicanos para abatir o disminuir la pobreza? En absoluta incongruencia con sus supuestas intenciones de disminuir la pobreza, han impuesto topes a los salarios desde hace más de 20 años, de tal forma que los ingresos de quienes tienen trabajo han disminuido en términos reales en un altísimo porcentaje, como ya fue dicho; han disminuido también los subsidios a la producción y a la comercialización de alimentos, de tal modo que con estas medidas se ha mermado la posibilidad de una alimentación suficiente del pueblo mexicano; han disminuido, asimismo, el número de artículos de la canasta básica de los trabajadores y más de 20 millones de mexicanos no tienen el ingreso necesario para pagar dicha canasta básica.
Lo único que ha aumentado en México, aparte de los precios, el desempleo, los gastos militares y la inseguridad pública, es el enriquecimiento de los menos, y la deuda externa, que pasó de 57 mil 378 millones de dólares en 1980 a casi 182 mil millones de dólares en 2011.
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