Petróleo y Congreso

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

El acuerdo petrolero cuya aprobación por el Congreso espera ansiosamente Felipe Calderón, debe ser analizado con óptica distinta al nacionalismo ramplón, con autoridad ética y moral para evitar caer en la sumisión, pero sobre todo con los ojos puestos en el futuro, pues el presidente de la República ni se atrevió a consulta previa con el Senado.

Si Ramón López Velarde fuese el poeta de la realidad del siglo XXI, Suave patria jamás habría torturado su corazón, su melancolía poética hubiera puesto otras rimas sobre el papel o en la pantalla de su laptop. Hubiese sido el compañero de las vicisitudes de Bruno Traven, su amigo, su confidente para compartir idéntico dolor por lo que ocurre en México.

Hoy, como quiera que se le vea, producen más riqueza los derivados del petróleo y los productos terminados una vez que las distintas industrias han trabajado sobre el oro negro, que lo que se extrae de los pozos. De allí la importancia de las refinerías y la amplia gama de productos y subproductos de la industria petrolera.

Retribuir la extracción es dar limosna. Lo importante es crear riqueza a partir del oro negro, y eso precisamente es lo que los intereses de las compañías petroleras de Estados Unidos -cuyas refinerías tuvieron altos ingresos en 2011, a pesar de la crisis-, así como las necesidades de estrategia militar y de seguridad geográfica e interna del Imperio, han impedido que la industria petrolera mexicana desarrolle. Es lo que parece ratificar el proyecto de pacto petrolero para compartir el oro negro del Golfo de México, porque lo propuesto es que la riqueza se produzca allá, para beneficio de esa nación.

Traven, en Rosa Blanca, deja asentada la siguiente verdad: “Ya no gobiernan el mundo los hombres que mandan al ejército más grande, que dispone de la mayor cantidad de cañones y del número más grande de aeroplanos y tanques. Bien pueden ocupar tal o cual parte del globo, pero no podrán retenerla porque no pueden gobernarla. El hombre que gobierne al mundo y dicte sus leyes será aquel que controle la producción petrolera. El más grande de los generales será impotente en el momento en que Mr. Collins se niegue a proporcionarle suficiente petróleo”.

Allí está descrito el valor de la riqueza que tiene este país, allí reside lo que ha de considerar el Congreso de esta nación para que el acuerdo sea benéfico para los mexicanos, pues México es exportador de oro negro barato e importador de gasolinas y otros derivados muy, pero muy caros. Para que el acuerdo sea equitativo, deben construirse refinerías en esta nación.

¡Y déjense de zarandajas!, si no hay recursos hay que traer socios, cuidando que los mayoritarios sean los intereses de los mexicanos, sólo de esta manera podrán evitarse las trampas en las que cayó José López Portillo, cuando prometió administrar la riqueza, y lo único que se administra, por el momento, es la deuda externa.

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