Rubén Cortés
Tanto nadar, para ahogarnos en la orilla: es la moraleja del caso Florence Cassez. Tras casi romper relaciones con Francia con tal de que cumpla aquí 60 años por secuestro, ahora la entregaremos, aceptando que somos incompetentes para integrar un proceso judicial.
Eso afirma el ministro de la Corte, Arturo Zaldívar, al proponer la libertad absoluta para la ciudadana francesa, encarcelada desde 2005, responsable de plagiar a tres personas, de delincuencia organizada y portación de armas de fuego de uso exclusivo del Ejército.
Pero, según el proyecto de resolución que discutirá la Corte para liberarla, nuestro sistema judicial no puede garantizar justicia a sus ciudadanos porque es incapaz, inexperto, ignorante, inútil, nulo y torpe. Veamos lo que plantea el ministro Zaldívar:
—Al no contactar la policía de inmediato al consulado francés, fue violado el derecho de Cassez a la notificación, contacto y asistencia consular.
—Al no ser llevada ante la autoridad, y sí al rancho Las Chinitas a hacer un montaje para la TV, fue violado su derecho a ser puesta a disposición inmediatamente al MP.
—Las violaciones anteriores implican una violación a la presunción de inocencia.
—La violación de estos derechos generaron un efecto corruptor de todo el proceso penal y viciaron la evidencia incriminatoria.
Sin embargo, esto no es más que el filtro jurídico del gobierno para enmascarar una negociación a la que fue obligado por el presidente Nicolás Sarkozy: cederle la Presidencia del G-20 a cambio de la libertad de Cassez.
Así ganaron ambos:
—Sarkozy, porque le cumple a sus gobernados el compromiso de devolver a su compatriota a su país y sube en las encuestas para su reelección, en las cuales registra 25 por ciento ante 29.5 por ciento de François Hollande.
—México, porque su titularidad del G-20, entregada por Sarkozy en Cannes el pasado 4 de noviembre, no es gran cosa, en realidad, pero que para las bajas horas que vive nuestra diplomacia y el terreno perdido en su influencia internacional, resulta un logro importante.
Así, el caso Florence Cassez significa el tiro de gracia a una década de deterioro de nuestra diplomacia, achatada por la falta de audacia, lenta, insegura y con la improvisación como regla. Sabedor de esto, Sarkozy trasladó su batalla al terreno diplomático.
Su jugada más reciente fue advertir a varios presidentes del G-20 que no vendría a la cumbre a realizarse en Los Cabos, del 18 al 19 de junio, si antes México no ponía en libertad a su compatriota. La ausencia del líder de una de las cinco potencias, tumbaría la Cumbre organizada por México.
Y Cassez no vale tanto. Y, al parecer, tampoco los espeluznantes testimonios de sus presuntas víctimas, 500 folios de investigación, la acreditación jurídica…
Tanto nadar, para ahogarnos en la orilla: es la moraleja del caso Florence Cassez. Tras casi romper relaciones con Francia con tal de que cumpla aquí 60 años por secuestro, ahora la entregaremos, aceptando que somos incompetentes para integrar un proceso judicial.
Eso afirma el ministro de la Corte, Arturo Zaldívar, al proponer la libertad absoluta para la ciudadana francesa, encarcelada desde 2005, responsable de plagiar a tres personas, de delincuencia organizada y portación de armas de fuego de uso exclusivo del Ejército.
Pero, según el proyecto de resolución que discutirá la Corte para liberarla, nuestro sistema judicial no puede garantizar justicia a sus ciudadanos porque es incapaz, inexperto, ignorante, inútil, nulo y torpe. Veamos lo que plantea el ministro Zaldívar:
—Al no contactar la policía de inmediato al consulado francés, fue violado el derecho de Cassez a la notificación, contacto y asistencia consular.
—Al no ser llevada ante la autoridad, y sí al rancho Las Chinitas a hacer un montaje para la TV, fue violado su derecho a ser puesta a disposición inmediatamente al MP.
—Las violaciones anteriores implican una violación a la presunción de inocencia.
—La violación de estos derechos generaron un efecto corruptor de todo el proceso penal y viciaron la evidencia incriminatoria.
Sin embargo, esto no es más que el filtro jurídico del gobierno para enmascarar una negociación a la que fue obligado por el presidente Nicolás Sarkozy: cederle la Presidencia del G-20 a cambio de la libertad de Cassez.
Así ganaron ambos:
—Sarkozy, porque le cumple a sus gobernados el compromiso de devolver a su compatriota a su país y sube en las encuestas para su reelección, en las cuales registra 25 por ciento ante 29.5 por ciento de François Hollande.
—México, porque su titularidad del G-20, entregada por Sarkozy en Cannes el pasado 4 de noviembre, no es gran cosa, en realidad, pero que para las bajas horas que vive nuestra diplomacia y el terreno perdido en su influencia internacional, resulta un logro importante.
Así, el caso Florence Cassez significa el tiro de gracia a una década de deterioro de nuestra diplomacia, achatada por la falta de audacia, lenta, insegura y con la improvisación como regla. Sabedor de esto, Sarkozy trasladó su batalla al terreno diplomático.
Su jugada más reciente fue advertir a varios presidentes del G-20 que no vendría a la cumbre a realizarse en Los Cabos, del 18 al 19 de junio, si antes México no ponía en libertad a su compatriota. La ausencia del líder de una de las cinco potencias, tumbaría la Cumbre organizada por México.
Y Cassez no vale tanto. Y, al parecer, tampoco los espeluznantes testimonios de sus presuntas víctimas, 500 folios de investigación, la acreditación jurídica…
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