Samuel García
En una entrevista reciente le pregunté al secretario de Hacienda, José Antonio Meade, porqué no se concretó la negociación con el sindicato petrolero para reformar el sistema de pensiones de Pemex y hacer frente, de una vez por todas, a la enorme deuda contingente que enfrenta la petrolera estatal en razón de sus pasivos laborales.
El secretario Meade era el hombre indicado para responder. Él fue designado por el presidente Felipe Calderón como secretario de Energía en enero de 2011 precisamente para hacer frente a esta problemática y encontrar posibles soluciones con el sindicato. En ese momento no había otro asunto de mayor importancia en la agenda financiera de la petrolera que la renegociación de sus pasivos laborales que ascendían a 60 mil millones de dólares y que se habían convertido en un lastre para las finanzas de Pemex y en un escollo para colocar los bonos ciudadanos que con tanto bombo y platillo se habían anunciado desde Los Pinos.
El tamaño del encargo presidencial a Meade no era menor y su tiempo para concretarlo era oportuno y preciso, dado que en julio de ese penúltimo año de gobierno del presidente Calderón se renegociaría el contrato colectivo con el poderoso Sindicato de Trabajadores Petroleros de la Republica Mexicana que encabeza Carlos Romero Deschamps. Así que Meade tenía 4 o 5 meses para llevarlo a cabo.
Nadie como Meade Kuribreña para enfrentar el reto. Además de sus conocidos dotes de negociador, el recién nombrado secretario de Energía conocía como pocos el asunto porque desde la subsecretaría de Hacienda había analizado a detalle junto con Juan José Suárez Coppel y los altos funcionarios de Pemex, las posibilidades fiscales, financieras y laborales para resolver el entuerto. Incluso sus acercamientos con el líder sindical petrolero parecían enfilarse hacia un pronto acuerdo.
La pregunta sobre qué pasó con la reforma pensionaria de Pemex era inevitable. En aquella entrevista –publicada en el diario 24-Horas el 22 de enero pasado- el ahora secretario de Hacienda contestó con un lacónico: “No se pudo”. Y luego agregó: “Ojalá se pudiera en esta administración adelantar con la de Pemex, sería un paso relevante hacia adelante”. No dijo más.
El “no se pudo” de Meade deja abiertas muchas interrogantes, aunque las versiones dentro del propio gobierno apuntan a que Los Pinos finalmente no respaldó las negociaciones que Meade había entablado con el sindicato petrolero y sus exigencias. En todo caso fue decisión del propio Presidente Calderón.
El domingo pasado en Coatzacoalcos, con motivo del 74 Aniversario de la Expropiación Petrolera, el Presidente abordó el asunto invitando a los trabajadores y a sus líderes sindicales “a aportar” para solucionar el problema de Pemex. “Es importante ahora que podemos hacerlo”, les dijo Calderón.
¿Acaso Calderón no ha reparado que en poco más de 3 meses habrá un presidente electo y que él se convertirá en un ex presidente de facto? ¿Acaso es una invitación a Carlos Romero Deschamps a rectificar tardíamente las exigencias que planteó en la pasada negociación, o las frases de su discurso ya es parte de su campaña de imagen de salida de la Presidencia?
Meade lo dijo con claridad: “No se pudo”. Y ahora Romero Deschamps apuesta a que sea Peña Nieto quien resuelva el entuerto de las pensiones de Pemex.
En una entrevista reciente le pregunté al secretario de Hacienda, José Antonio Meade, porqué no se concretó la negociación con el sindicato petrolero para reformar el sistema de pensiones de Pemex y hacer frente, de una vez por todas, a la enorme deuda contingente que enfrenta la petrolera estatal en razón de sus pasivos laborales.
El secretario Meade era el hombre indicado para responder. Él fue designado por el presidente Felipe Calderón como secretario de Energía en enero de 2011 precisamente para hacer frente a esta problemática y encontrar posibles soluciones con el sindicato. En ese momento no había otro asunto de mayor importancia en la agenda financiera de la petrolera que la renegociación de sus pasivos laborales que ascendían a 60 mil millones de dólares y que se habían convertido en un lastre para las finanzas de Pemex y en un escollo para colocar los bonos ciudadanos que con tanto bombo y platillo se habían anunciado desde Los Pinos.
El tamaño del encargo presidencial a Meade no era menor y su tiempo para concretarlo era oportuno y preciso, dado que en julio de ese penúltimo año de gobierno del presidente Calderón se renegociaría el contrato colectivo con el poderoso Sindicato de Trabajadores Petroleros de la Republica Mexicana que encabeza Carlos Romero Deschamps. Así que Meade tenía 4 o 5 meses para llevarlo a cabo.
Nadie como Meade Kuribreña para enfrentar el reto. Además de sus conocidos dotes de negociador, el recién nombrado secretario de Energía conocía como pocos el asunto porque desde la subsecretaría de Hacienda había analizado a detalle junto con Juan José Suárez Coppel y los altos funcionarios de Pemex, las posibilidades fiscales, financieras y laborales para resolver el entuerto. Incluso sus acercamientos con el líder sindical petrolero parecían enfilarse hacia un pronto acuerdo.
La pregunta sobre qué pasó con la reforma pensionaria de Pemex era inevitable. En aquella entrevista –publicada en el diario 24-Horas el 22 de enero pasado- el ahora secretario de Hacienda contestó con un lacónico: “No se pudo”. Y luego agregó: “Ojalá se pudiera en esta administración adelantar con la de Pemex, sería un paso relevante hacia adelante”. No dijo más.
El “no se pudo” de Meade deja abiertas muchas interrogantes, aunque las versiones dentro del propio gobierno apuntan a que Los Pinos finalmente no respaldó las negociaciones que Meade había entablado con el sindicato petrolero y sus exigencias. En todo caso fue decisión del propio Presidente Calderón.
El domingo pasado en Coatzacoalcos, con motivo del 74 Aniversario de la Expropiación Petrolera, el Presidente abordó el asunto invitando a los trabajadores y a sus líderes sindicales “a aportar” para solucionar el problema de Pemex. “Es importante ahora que podemos hacerlo”, les dijo Calderón.
¿Acaso Calderón no ha reparado que en poco más de 3 meses habrá un presidente electo y que él se convertirá en un ex presidente de facto? ¿Acaso es una invitación a Carlos Romero Deschamps a rectificar tardíamente las exigencias que planteó en la pasada negociación, o las frases de su discurso ya es parte de su campaña de imagen de salida de la Presidencia?
Meade lo dijo con claridad: “No se pudo”. Y ahora Romero Deschamps apuesta a que sea Peña Nieto quien resuelva el entuerto de las pensiones de Pemex.
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