Francisco Rodríguez / Índice Político
Se ha preguntado usted ¿por qué existe un día internacional dedicado a las mujeres y por qué no hay uno dedicado a los varones?
Que haya un Día Internacional de la Mujer, sí, como el celebrado este jueves 8 de marzo, tiene su razón de ser. Es el reconocimiento colectivo de la desigualdad de derechos entre géneros que ha existido en la sociedad y que, no obstante a los muchos avances conseguidos en defensa de la igualdad en el plano jurídico, aún subsisten fundamentos que legitiman la necesidad de continuar desarrollando acciones que estimulen la participación de los poderes públicos, de los agentes sociales y de los propios hombres y mujeres en la búsqueda de una sociedad más respetuosa con el principio de igualdad.
Las mujeres en nuestro país, desde hace décadas, luchan por esa igualdad en condiciones que no dejan de serles adversas. Prejuicios, dogmas y hasta creencias religiosas atávicas se les atraviesan día con día y les impiden estar en la mismas condiciones que los varones de nuestra sociedad.
Y están ahí, ominosos, condenables, los feminicidios. Hace unos días, por ejemplo, un diario internacional daba cuenta de que, para nuestra vergüenza, todavía hoy en día, seis estados de la República Mexicana mantienen vigente en sus códigos penales el homicidio por “razón de honor”, una tipificación del delito que contempla una rebaja de la pena para el responsable del asesinato, cuando el hombre “sorprendiendo a su cónyuge, en un acto carnal o próximo a su consumación, la mate”. La condena aplicada en estos casos acaba siendo muy baja, aunque varía dependiendo de la legislación de cada entidad.
Feminicidios, sí, de los que México es campeón y el Estado de México –apenas gobernador por quien ahora propone telenovelas “de mejor calidad” para las mujeres-- la más palpable de todas las victorias.
No sólo eso. Pese a que las mujeres se han convertido en los pilares económicos del 31 por ciento de las familias en el Distrito Federal, por ejemplo, ya por su condición de madres solteras o simplemente por el abandono del padre a la pareja y sobre todo a los hijos, ellas continúan percibiendo salarios que son hasta 16 por ciento menores a los que perciben los hombres que desempeñan tareas similares.
Tal segregación se da en todos los niveles. Incluso en aquellos que, en razón de estudios y posibilidades económicas pudiera pensarse que tal discriminación hacia la mujer no existe.
Como ejemplo de este caso, la OCDE recién ha dado a conocer que en los países a los que agrupa, las mujeres ocupan en promedio sólo uno de cada 10 cargos directivos en empresas que cotizan en la bolsa en los países más desarrollados.
Noruega es el más alto, con un 40 por ciento y ello porque se estableció legalmente una cuota.
En México, por desgracia, tal cifra ni siquiera llega al 10 por ciento.
Y es así que es sólo estableciendo cuotas de género obligatorias como se puede avanzar en el largo camino a la igualdad.
Lo vemos ahora que los partidos han decidido a los personajes que postularán como candidatos a cargos de elección popular. La ley los ha obligado a cubrir una cuota de género. Todo en busca de la igualdad.
Y fieles a sí mismos, los partidos –en especial el PRI-- buscan recovecos legales para evitar alcanzar ese tope mínimo que les marca la legislación.
Son muchos los factores que intervienen en evitar que en México, como en el resto del planeta, se alcance la igualdad de géneros.
Pero, ¿qué es lo que más detiene el avance hacia meta? ¿El machismo? ¿Los tabúes religiosos? ¿La carencia de educación? Todo eso, sí, pero créase o no, las propias mujeres son un obstáculo para ellas mismas.
En primer lugar porque no se visualizan como capaces de imponerse y, por tal, surge en ellas mismas el sentimiento de "incapacidad". Tienen miedo. Miedo a cambiar las cosas. Y ello por supuesto es su responsabilidad.
La sociedad ha paralizado o ralentizado los avances en determinadas cuestiones de género, porque las propias mujeres de alguna manera se han limitado a "copiar" actitudes heredadas de sus madres o, incluso, de sus abuelas. Pesan más en ellas las tradiciones, pues.
El camino a la igualdad de géneros aún es largo.
Por eso todavía habrá más Días Internacionales de la Mujer.
Cada año.
Índice Flamígero: Para avanzar posiciones políticas muchas mujeres se masculinizan. Podrán usar atuendos vistosos, aretes carísimos, pero en realidad reproducen los comportamientos de sus congéneres varones en todas y cada una de sus actitudes. Son la mayoría. Muy pocas quienes en ese batidero de la grilla recurren a su femineidad.
Se ha preguntado usted ¿por qué existe un día internacional dedicado a las mujeres y por qué no hay uno dedicado a los varones?
Que haya un Día Internacional de la Mujer, sí, como el celebrado este jueves 8 de marzo, tiene su razón de ser. Es el reconocimiento colectivo de la desigualdad de derechos entre géneros que ha existido en la sociedad y que, no obstante a los muchos avances conseguidos en defensa de la igualdad en el plano jurídico, aún subsisten fundamentos que legitiman la necesidad de continuar desarrollando acciones que estimulen la participación de los poderes públicos, de los agentes sociales y de los propios hombres y mujeres en la búsqueda de una sociedad más respetuosa con el principio de igualdad.
Las mujeres en nuestro país, desde hace décadas, luchan por esa igualdad en condiciones que no dejan de serles adversas. Prejuicios, dogmas y hasta creencias religiosas atávicas se les atraviesan día con día y les impiden estar en la mismas condiciones que los varones de nuestra sociedad.
Y están ahí, ominosos, condenables, los feminicidios. Hace unos días, por ejemplo, un diario internacional daba cuenta de que, para nuestra vergüenza, todavía hoy en día, seis estados de la República Mexicana mantienen vigente en sus códigos penales el homicidio por “razón de honor”, una tipificación del delito que contempla una rebaja de la pena para el responsable del asesinato, cuando el hombre “sorprendiendo a su cónyuge, en un acto carnal o próximo a su consumación, la mate”. La condena aplicada en estos casos acaba siendo muy baja, aunque varía dependiendo de la legislación de cada entidad.
Feminicidios, sí, de los que México es campeón y el Estado de México –apenas gobernador por quien ahora propone telenovelas “de mejor calidad” para las mujeres-- la más palpable de todas las victorias.
No sólo eso. Pese a que las mujeres se han convertido en los pilares económicos del 31 por ciento de las familias en el Distrito Federal, por ejemplo, ya por su condición de madres solteras o simplemente por el abandono del padre a la pareja y sobre todo a los hijos, ellas continúan percibiendo salarios que son hasta 16 por ciento menores a los que perciben los hombres que desempeñan tareas similares.
Tal segregación se da en todos los niveles. Incluso en aquellos que, en razón de estudios y posibilidades económicas pudiera pensarse que tal discriminación hacia la mujer no existe.
Como ejemplo de este caso, la OCDE recién ha dado a conocer que en los países a los que agrupa, las mujeres ocupan en promedio sólo uno de cada 10 cargos directivos en empresas que cotizan en la bolsa en los países más desarrollados.
Noruega es el más alto, con un 40 por ciento y ello porque se estableció legalmente una cuota.
En México, por desgracia, tal cifra ni siquiera llega al 10 por ciento.
Y es así que es sólo estableciendo cuotas de género obligatorias como se puede avanzar en el largo camino a la igualdad.
Lo vemos ahora que los partidos han decidido a los personajes que postularán como candidatos a cargos de elección popular. La ley los ha obligado a cubrir una cuota de género. Todo en busca de la igualdad.
Y fieles a sí mismos, los partidos –en especial el PRI-- buscan recovecos legales para evitar alcanzar ese tope mínimo que les marca la legislación.
Son muchos los factores que intervienen en evitar que en México, como en el resto del planeta, se alcance la igualdad de géneros.
Pero, ¿qué es lo que más detiene el avance hacia meta? ¿El machismo? ¿Los tabúes religiosos? ¿La carencia de educación? Todo eso, sí, pero créase o no, las propias mujeres son un obstáculo para ellas mismas.
En primer lugar porque no se visualizan como capaces de imponerse y, por tal, surge en ellas mismas el sentimiento de "incapacidad". Tienen miedo. Miedo a cambiar las cosas. Y ello por supuesto es su responsabilidad.
La sociedad ha paralizado o ralentizado los avances en determinadas cuestiones de género, porque las propias mujeres de alguna manera se han limitado a "copiar" actitudes heredadas de sus madres o, incluso, de sus abuelas. Pesan más en ellas las tradiciones, pues.
El camino a la igualdad de géneros aún es largo.
Por eso todavía habrá más Días Internacionales de la Mujer.
Cada año.
Índice Flamígero: Para avanzar posiciones políticas muchas mujeres se masculinizan. Podrán usar atuendos vistosos, aretes carísimos, pero en realidad reproducen los comportamientos de sus congéneres varones en todas y cada una de sus actitudes. Son la mayoría. Muy pocas quienes en ese batidero de la grilla recurren a su femineidad.
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