Desplome del poder adquisitivo
Miseria, problema estructural
Carlos Fernández-Vega / México SA
Quienes se van tras de sí dejan un espantoso tiradero, y quienes pretenden llegar para tomar las riendas nacionales –la misma mierda, pero reciclada– sólo anuncian un mayor costo social. Felipe Calderón se muda de Los Pinos, pero muchos calderonitos de todos los colores y sabores se aprestan a ocupar los mandos gubernamentales para proceder en igual sentido, es decir, más de lo mismo, repetir lo hecho a lo largo de las últimas tres décadas, privatizar las ganancias y socializar las pérdidas, privilegiar a las minorías y depauperar aún más a las mayorías.
¿Cuánto más aguantará el país y sus silenciosos habitantes, en una nación en la que sólo dos elementos crecen con la misma velocidad: la riqueza de los menos y la miseria de los más? El balance es terrorífico, y como bien apunta el Centro de Investigación en Economía y Negocios (CIEN) del Tecnológico de Monterrey, campus estado de México, el incremento de la pobreza se ha convertido en un hecho incontrovertible, en un problema estructural. Medido por el índice de la tendencia laboral de la pobreza (ITLP, del Coneval), el incremento entre 2006 y 2011 a nivel nacional es de 21 por ciento, lo que demuestra que los programas oficiales de atención a la pobreza únicamente constituyen una aspirina para combatir el cáncer, que se incrementa a paso veloz con el desempleo y la precariedad laboral que enfrentan millones de mexicanos.
La pobreza se ha incrustado en las zonas urbanas, donde vive la mayor parte de los mexicanos. El flagelo ya no es privativo del entorno rural. Si bien la pobreza extrema se ubica en los municipios pobres de Chiapas, Guerrero, Oaxaca y Chihuahua, por citar algunas entidades, donde el problema social es más agudo, durante los últimos años su avance ha llegado a ciudades que concentran la mayor capacidad económica, financiera e industrial de México. Las cifras son contundentes, resalta el CIEN: entre 2006 y 2011 el ITLP rural se elevó 3.8 por ciento, mientras el urbano lo hizo en 29.3 por ciento, de tal suerte que la marginación se ha generalizado.
El retroceso de la calidad del empleo tiene añejas razones, desde que se comenzó a utilizar el salario como uno de los elementos para contener la inflación, estrategia que se aplica desde de los años ochenta; si bien hoy se observan menores tasas de inflación, una parte sustancial de ello es atribuible al deterioro en el poder adquisitivo de los trabajadores. Al no contar con programa económico integral que permita elevar la productividad y competitividad de México, los encargados de la política económica siguen aplicando un mecanismo que, en forma de pobreza e inestabilidad social, se ha vuelto contra sus creadores.
La mejor muestra de lo anterior la constituyen las cifras del ITLP correspondientes al cierre de 2011. Una comparación con el año previo pone de manifiesto que la pobreza aumentó, no obstante un crecimiento económico de 3.9 por ciento. Ello se traduce en que a pesar de contar con un incremento en la riqueza generada, la mala calidad del mercado laboral implicó que al mismo tiempo se elevara la cantidad de personas atrapadas en la pobreza. A nivel nacional la variación del ITLP fue de 3.3 por ciento, en tanto que para la parte urbana fue de 3.9 por ciento y para las zonas rurales de 0.4 por ciento. En resumen, el crecimiento no bastó para evitar el avance de la pobreza.
A nivel estatal el análisis es aún más dramático. En el periodo 2006-2011 algunas multiplicaron su nivel de pobreza de manera alarmante: Baja California (76.7 por ciento), Chihuahua (52.2), Distrito Federal (48.5), Guanajuato (32.9), Nuevo León (69.4), Quintana Roo (49.7), Sonora (51.8) y Tamaulipas (52.9). Son la muestra más clara de que el deterioro del mercado de trabajo conduce a una merma en el nivel de calidad de vida de la población. Cuando la comparación anterior se aplica al lapso 2010-2011 las cifras son igualmente indicativas de que el crecimiento económico no basta para frenar a la pobreza: en 24 estados de la República aumentó la pobreza. Los que mayor incremento reportaron fueron Tamaulipas (16.2 por ciento), Nuevo León (13.2), Sinaloa (10.3), Aguascalientes (9.3), Distrito Federal (9.1), San Luis Potosí (7.3), Chihuahua (6.2) y Quintana Roo (5.5). Para el cuarto trimestre de 2011 el valor del ITLP fue el más elevado para seis estados de la república desde que se realiza su medición: Aguascalientes, Guerrero, México, Nuevo León, Veracruz y Zacatecas. Otros cuatro se encontraron muy cerca de los niveles históricos más altos: Tamaulipas, Tabasco, Baja California y San Luis Potosí.
En el ámbito rural, el Coneval asegura que con 724 pesos mensuales se puede superar la línea de bienestar mínimo, en tanto que con mil 394 se puede tener bienestar. Lo anterior significa que una persona con ingresos de un salario mínimo (58.06 pesos diarios en 2011) podría, sin problemas, vivir con bienestar en el entorno rural. Una situación similar debería ocurrir para el caso de las urbes, en donde con mil 30 pesos se supera el umbral de bienestar mínimo. La única línea que no se podía alcanzar con un salario mínimo es la de bienestar urbano. “Más allá de que las denominadas ‘líneas de bienestar’ reflejan una realidad que poco tiene que ver con lo que cualquier persona considera vivir bien, es decir, alimentarse tres veces al día, pagar transporte, servicios de salud, servicios educativos, comprar ropa, pagar electricidad, agua, predial y gas, por citar algunos ejemplos, lo que puede afirmarse es que, a pesar de tener mediciones verdaderamente laxas en México, la pobreza vinculada al mercado laboral se sigue incrementando”.
Los ingresos per cápita provenientes del mercado laboral siguen retrocediendo. Si la revisión se realiza en términos reales, considerando pesos de 2005 (cuando el ITLP se conoció por primera vez), lo que se observa es que el ingreso per cápita de 2011 retrocedió 18.3 por ciento respecto a 2006, y 4.5 por ciento en referencia a 2010. Aún más preocupante es la caída si se considera la evolución de los precios de la canasta básica, la que fundamentalmente contiene los alimentos. En este caso el deterioro del ingreso es de 24.6 por ciento respecto a 2006 y de 4.9 para 2010. El problema no es únicamente la falta de empleo, sino que las plazas laborales no brindan ingresos suficientes para los hogares. De nada sirve una precaria estabilidad macroeconómica si no llega al bolsillo de los mexicanos.
Las rebanadas del pastel
Sólo hay que pasearse por las listas de candidatos (al Ejecutivo y al Legislativo) de todos los partidos políticos para saber cuál será el resultado y cómo le irá al país.
Miseria, problema estructural
Carlos Fernández-Vega / México SA
Quienes se van tras de sí dejan un espantoso tiradero, y quienes pretenden llegar para tomar las riendas nacionales –la misma mierda, pero reciclada– sólo anuncian un mayor costo social. Felipe Calderón se muda de Los Pinos, pero muchos calderonitos de todos los colores y sabores se aprestan a ocupar los mandos gubernamentales para proceder en igual sentido, es decir, más de lo mismo, repetir lo hecho a lo largo de las últimas tres décadas, privatizar las ganancias y socializar las pérdidas, privilegiar a las minorías y depauperar aún más a las mayorías.
¿Cuánto más aguantará el país y sus silenciosos habitantes, en una nación en la que sólo dos elementos crecen con la misma velocidad: la riqueza de los menos y la miseria de los más? El balance es terrorífico, y como bien apunta el Centro de Investigación en Economía y Negocios (CIEN) del Tecnológico de Monterrey, campus estado de México, el incremento de la pobreza se ha convertido en un hecho incontrovertible, en un problema estructural. Medido por el índice de la tendencia laboral de la pobreza (ITLP, del Coneval), el incremento entre 2006 y 2011 a nivel nacional es de 21 por ciento, lo que demuestra que los programas oficiales de atención a la pobreza únicamente constituyen una aspirina para combatir el cáncer, que se incrementa a paso veloz con el desempleo y la precariedad laboral que enfrentan millones de mexicanos.
La pobreza se ha incrustado en las zonas urbanas, donde vive la mayor parte de los mexicanos. El flagelo ya no es privativo del entorno rural. Si bien la pobreza extrema se ubica en los municipios pobres de Chiapas, Guerrero, Oaxaca y Chihuahua, por citar algunas entidades, donde el problema social es más agudo, durante los últimos años su avance ha llegado a ciudades que concentran la mayor capacidad económica, financiera e industrial de México. Las cifras son contundentes, resalta el CIEN: entre 2006 y 2011 el ITLP rural se elevó 3.8 por ciento, mientras el urbano lo hizo en 29.3 por ciento, de tal suerte que la marginación se ha generalizado.
El retroceso de la calidad del empleo tiene añejas razones, desde que se comenzó a utilizar el salario como uno de los elementos para contener la inflación, estrategia que se aplica desde de los años ochenta; si bien hoy se observan menores tasas de inflación, una parte sustancial de ello es atribuible al deterioro en el poder adquisitivo de los trabajadores. Al no contar con programa económico integral que permita elevar la productividad y competitividad de México, los encargados de la política económica siguen aplicando un mecanismo que, en forma de pobreza e inestabilidad social, se ha vuelto contra sus creadores.
La mejor muestra de lo anterior la constituyen las cifras del ITLP correspondientes al cierre de 2011. Una comparación con el año previo pone de manifiesto que la pobreza aumentó, no obstante un crecimiento económico de 3.9 por ciento. Ello se traduce en que a pesar de contar con un incremento en la riqueza generada, la mala calidad del mercado laboral implicó que al mismo tiempo se elevara la cantidad de personas atrapadas en la pobreza. A nivel nacional la variación del ITLP fue de 3.3 por ciento, en tanto que para la parte urbana fue de 3.9 por ciento y para las zonas rurales de 0.4 por ciento. En resumen, el crecimiento no bastó para evitar el avance de la pobreza.
A nivel estatal el análisis es aún más dramático. En el periodo 2006-2011 algunas multiplicaron su nivel de pobreza de manera alarmante: Baja California (76.7 por ciento), Chihuahua (52.2), Distrito Federal (48.5), Guanajuato (32.9), Nuevo León (69.4), Quintana Roo (49.7), Sonora (51.8) y Tamaulipas (52.9). Son la muestra más clara de que el deterioro del mercado de trabajo conduce a una merma en el nivel de calidad de vida de la población. Cuando la comparación anterior se aplica al lapso 2010-2011 las cifras son igualmente indicativas de que el crecimiento económico no basta para frenar a la pobreza: en 24 estados de la República aumentó la pobreza. Los que mayor incremento reportaron fueron Tamaulipas (16.2 por ciento), Nuevo León (13.2), Sinaloa (10.3), Aguascalientes (9.3), Distrito Federal (9.1), San Luis Potosí (7.3), Chihuahua (6.2) y Quintana Roo (5.5). Para el cuarto trimestre de 2011 el valor del ITLP fue el más elevado para seis estados de la república desde que se realiza su medición: Aguascalientes, Guerrero, México, Nuevo León, Veracruz y Zacatecas. Otros cuatro se encontraron muy cerca de los niveles históricos más altos: Tamaulipas, Tabasco, Baja California y San Luis Potosí.
En el ámbito rural, el Coneval asegura que con 724 pesos mensuales se puede superar la línea de bienestar mínimo, en tanto que con mil 394 se puede tener bienestar. Lo anterior significa que una persona con ingresos de un salario mínimo (58.06 pesos diarios en 2011) podría, sin problemas, vivir con bienestar en el entorno rural. Una situación similar debería ocurrir para el caso de las urbes, en donde con mil 30 pesos se supera el umbral de bienestar mínimo. La única línea que no se podía alcanzar con un salario mínimo es la de bienestar urbano. “Más allá de que las denominadas ‘líneas de bienestar’ reflejan una realidad que poco tiene que ver con lo que cualquier persona considera vivir bien, es decir, alimentarse tres veces al día, pagar transporte, servicios de salud, servicios educativos, comprar ropa, pagar electricidad, agua, predial y gas, por citar algunos ejemplos, lo que puede afirmarse es que, a pesar de tener mediciones verdaderamente laxas en México, la pobreza vinculada al mercado laboral se sigue incrementando”.
Los ingresos per cápita provenientes del mercado laboral siguen retrocediendo. Si la revisión se realiza en términos reales, considerando pesos de 2005 (cuando el ITLP se conoció por primera vez), lo que se observa es que el ingreso per cápita de 2011 retrocedió 18.3 por ciento respecto a 2006, y 4.5 por ciento en referencia a 2010. Aún más preocupante es la caída si se considera la evolución de los precios de la canasta básica, la que fundamentalmente contiene los alimentos. En este caso el deterioro del ingreso es de 24.6 por ciento respecto a 2006 y de 4.9 para 2010. El problema no es únicamente la falta de empleo, sino que las plazas laborales no brindan ingresos suficientes para los hogares. De nada sirve una precaria estabilidad macroeconómica si no llega al bolsillo de los mexicanos.
Las rebanadas del pastel
Sólo hay que pasearse por las listas de candidatos (al Ejecutivo y al Legislativo) de todos los partidos políticos para saber cuál será el resultado y cómo le irá al país.
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