Marisela Morales

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

Los últimos procuradores generales de la República sensatos fueron Ignacio Morales Lechuga y Diego Valadés. La detención del general Jesús Gutiérrez Rebollo demuestra quién estuvo detrás de la protección a Amado Carrillo Fuentes y el equívoco del operativo en Tlalixcoyan. Carlos Salinas de Gortari preterió al abogado de la nación por sobre los intereses y la imagen del Ejército.

Después, el despeñadero, cuando lo ideal, lo necesario, lo políticamente correcto es que los titulares de ese importante cargo transiten todo el sexenio, por lo que significó desde los puntos de vista administrativo, jurídico, constitucional y legal. Un titular del Ejecutivo impoluto tiene un Procurador General de la República enérgico, pero pulcro observador de su mandato constitucional.

Hoy, la procuración de justicia federal es un instrumento político y electoral; es enlace sumiso con las agencias de seguridad estadounidenses, con el propósito de llevar a buen puerto los compromisos adquiridos, e incluso firmados, dentro de la relación bilateral y al margen de ella. No todos los protocolos de esos acuerdos son públicos, ni necesitan ser conocidos de las sociedades de ambas naciones.

Quizá Francisca Zetina sea la imagen emblemática de la investigación policial en la PGR a partir del 1° de diciembre de 1994, porque desde entonces el gobierno de este país quedó absolutamente subordinado, en muchas de sus áreas de competencia exclusiva e interna, a los intereses de Estados Unidos, sobre todo en lo referente a su seguridad regional y a la geografía política en materia de narcotráfico, pues las agencias estadounidenses usan de todo tipo de estupefacientes para el control de la energía sobrante de amplios sectores de su sociedad.

Es en este contexto que Marisela Morales se conduce como procuradora general de la República, en el momento idóneo para cumplir sus sueños de grandeza más secretos, pues nunca como ahora se hará necesaria su expertise para llevar adelante el intento de criminalizar las elecciones, con el propósito de asegurar al PAN la posesión de la silla del águila, aunque el futuro de la nación quede comprometido, pues el proyecto para México trasciende sus fronteras, quedó determinado en el contexto de la globalización y las exigencias de los organismos financieros internacionales, como hoy ocurre con Grecia, España e Islandia, por mencionar algunas naciones que se convierten en reos económicos, cuyos habitantes están destinados a producir riqueza para otros países.

Marisela Morales tendrá oportunidad de trascender en la historia de dos maneras: como modelo de discreción y observadora puntual de su mandato constitucional, o como servidora parcial de los intereses de un gobierno, de un partido que tuvo su oportunidad y no supo cómo aprovecharla para cambiar el destino de México.

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