Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder
Los asiduos a las apuestas en las carreras de caballos saben que atinarle a la trifecta es algo más que difícil, sobre todo cuando la bolsa es multimillonaria. Pues bien, este gobierno panista lo ha logrado, la consiguió para jugársela por un nuevo modelo político, hasta hoy inexistente.
El elemento esencial de esta trifecta es el SNTE, pues en el amarre de complicidades entre Elba Esther Gordillo y Vicente Fox, desde la época del Grupo San Ángel, obtuvo lo imposible: destruir el modelo educativo propuesto en la Constitución que, con sus afortunadas o desafortunadas modificaciones, creó generaciones de mexicanos que aprendieron a ver el mundo con los ojos que contribuyeron a crear libertades e instituciones que hoy, los del nuevo modelo, se esfuerzan en destruir, comenzando por la propia educación, en la que resulta poco más que imposible reprobar a un alumno, ya no digamos echarlo fuera de un plantel donde sólo es causa de problemas.
Al peor sindicalismo como aliado, a la única estructura corporativa que no ha sido afectada por el Yunque ni por la codicia de las corporaciones empresariales, es necesario añadir el elemento que justifica la creación de una Secretaría de Seguridad Pública Federal, el gasto en armamento, tanto para policías como para militares y marinos, pero sobre todo, la creación de otra columna que sostiene al poder: hoy hay más policías en activo que integrantes de las fuerzas armadas, y todavía se empeñan en el mando único y las reformas a la Ley de Seguridad Nacional.
Este elemento es la liberación de Joaquín “El Chapo” Guzmán, con la idea de convertirlo en justificación de todo lo anterior, además de ser la piedra de toque de las “nuevas” relaciones bilaterales establecidas entre Estados Unidos y México, en la que cerrar los ojos al efecto popote es lo de menos, pues han convertido a las fuerzas armadas de esta nación en las garantes de su seguridad regional e interna, a los mexicanos todos, en su carne de cañón para que no mueran ciudadanos estadounidenses.
El triduo se completa con la estructura de gobierno panista, con la ideología que se esfuerzan por imponer para que los ciudadanos modifiquen su percepción del mundo y, en muda anuencia, acepten degradación y humillación ante los compromisos establecidos con agencias estadounidenses y el Departamento de Estado.
Esta es la trifecta que, hasta el momento, Enrique Peña Nieto está llamado a modificar, para que el contrato de esperanza sea distinto, reabra espacios de libertad y acabe con los ignorantes y sumisos, pero sobre todo con los muertos de hambre, los daños colaterales y tanta pérdida de vidas, pues la riqueza de una nación son sus mujeres y hombres capaces y capacitados para construir la patria, aunque en la globalización el término esté en desuso.
Los asiduos a las apuestas en las carreras de caballos saben que atinarle a la trifecta es algo más que difícil, sobre todo cuando la bolsa es multimillonaria. Pues bien, este gobierno panista lo ha logrado, la consiguió para jugársela por un nuevo modelo político, hasta hoy inexistente.
El elemento esencial de esta trifecta es el SNTE, pues en el amarre de complicidades entre Elba Esther Gordillo y Vicente Fox, desde la época del Grupo San Ángel, obtuvo lo imposible: destruir el modelo educativo propuesto en la Constitución que, con sus afortunadas o desafortunadas modificaciones, creó generaciones de mexicanos que aprendieron a ver el mundo con los ojos que contribuyeron a crear libertades e instituciones que hoy, los del nuevo modelo, se esfuerzan en destruir, comenzando por la propia educación, en la que resulta poco más que imposible reprobar a un alumno, ya no digamos echarlo fuera de un plantel donde sólo es causa de problemas.
Al peor sindicalismo como aliado, a la única estructura corporativa que no ha sido afectada por el Yunque ni por la codicia de las corporaciones empresariales, es necesario añadir el elemento que justifica la creación de una Secretaría de Seguridad Pública Federal, el gasto en armamento, tanto para policías como para militares y marinos, pero sobre todo, la creación de otra columna que sostiene al poder: hoy hay más policías en activo que integrantes de las fuerzas armadas, y todavía se empeñan en el mando único y las reformas a la Ley de Seguridad Nacional.
Este elemento es la liberación de Joaquín “El Chapo” Guzmán, con la idea de convertirlo en justificación de todo lo anterior, además de ser la piedra de toque de las “nuevas” relaciones bilaterales establecidas entre Estados Unidos y México, en la que cerrar los ojos al efecto popote es lo de menos, pues han convertido a las fuerzas armadas de esta nación en las garantes de su seguridad regional e interna, a los mexicanos todos, en su carne de cañón para que no mueran ciudadanos estadounidenses.
El triduo se completa con la estructura de gobierno panista, con la ideología que se esfuerzan por imponer para que los ciudadanos modifiquen su percepción del mundo y, en muda anuencia, acepten degradación y humillación ante los compromisos establecidos con agencias estadounidenses y el Departamento de Estado.
Esta es la trifecta que, hasta el momento, Enrique Peña Nieto está llamado a modificar, para que el contrato de esperanza sea distinto, reabra espacios de libertad y acabe con los ignorantes y sumisos, pero sobre todo con los muertos de hambre, los daños colaterales y tanta pérdida de vidas, pues la riqueza de una nación son sus mujeres y hombres capaces y capacitados para construir la patria, aunque en la globalización el término esté en desuso.
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