Enrique Campos Suárez
En España hay más de un político que podría hacer que Gerardo Fernández Noroña pareciera una colegiala de escuela de monjas.
Y es que la tensión social en el país ibérico ha alcanzado niveles que pueden tocar los linderos de la violencia. Barcelona ya fue escenario de actos violentos este jueves.
La fuerza de los sindicatos españoles está a prueba en un país en el que la mitad de los jóvenes no encuentra trabajo, debe buscar la forma de conservar sus privilegios.
Mientras que el gobierno de derecha de Mariano Rajoy debe defender cambios en las leyes laborales que contemplan quitar beneficios a trabajadores que deben resignarse a perder beneficios para salvar el trabajo y de paso su propio país.
El tratamiento de la huelga general de ayer en la prensa local española muestra cómo hay bandos muy bien definidos que serán capaces de apoyar o denostar cualquier acción gubernamental dependiendo su origen.
Pero más allá del juego propagandístico del movimiento, lo que cuenta es la posibilidad real de que los dos principales sindicatos españoles, la Unión General de Trabajadores y las comisiones obreras, sean capaces de echar para atrás o al menos de matizar los alcances de la reforma laboral del gobierno de Rajoy.
Todas las acciones que ahora lleva a cabo el gobierno español buscan moderar el abultado déficit fiscal que supera varias veces el 2% permitido por las reglas laxas de antes y los lineamientos obligatorios de ahora para pertenecer al bloque de la moneda única.
Por eso es que el gobierno busca ahorrar donde sea posible y obtener recursos de donde se pueda.
Y es que España presume que su problema es solamente este desequilibrio en sus cuentas internas, con el argumento de que su deuda pública está dentro de 60% del Producto Interno Bruto que marcan las instrucciones europeas.
Y puede ser así, que la deuda pública sea ejemplar en los parámetros de la zona euro, pero el gran tema en España es la deuda privada que alcanza 200% del PIB.
El nivel de endeudamiento del sector privado español es muy alto. Tanto las familias como las empresas abusaron del crédito y muchos de los prestamistas son de origen externo.
El sector hipotecario presenta una burbuja que se ve muy cerca de reventar y llevarse, además del patrimonio de muchas personas, la salud de los bancos de ese país.
El dato es contundente. España es, tomando en cuenta la deuda pública y privada, el cuarto país más endeudado del mundo en relación con su PIB, sólo por debajo de Japón, Portugal y Bélgica.
Es tan serio el problema de la deuda en este país europeo que en esta medición de deuda global en relación con el PIB se encuentra en mejores condiciones Grecia, porque en el país helénico las familias y las empresas no están tan endeudadas.
Y, otra vez, el problema es para los negocios y para las personas, pero sobre todo para un sistema bancario que, en la medida en que España regrese a los terrenos de la recesión y en el grado en que por las medidas de austeridad se pierdan empleos e ingreso, tendrá más problemas para recuperar la cartera.
Muchas de estas instituciones son españolas, otras son de los más diversos países. Algunas de ellas con operaciones en México. En un sismo financiero español de mayores proporciones, muchos bancos tendrán que, al menos, ajustar sus tamaños.
No es posible descartar que ante el tamaño de la bomba atómica que parece activarse, el gobierno español optara por un refinanciamiento de la deuda privada, lo que solucionaría los problemas inmediatos, pero generaría facturas de muy largo plazo.
No pinta nada fácil la situación de la economía española. En lo fiscal, por la dificultad de ajustar su déficit todo lo rápido que quisiera la Unión Europea.
En lo financiero, por el abultado nivel de la deuda pública que amenaza la estabilidad de bancos y familias. En lo económico por la inminencia de una nueva recesión.
Y en lo social porque la población pierde esperanzas cuando pierde el trabajo y se desanima cuando no perciben respuestas rápidas del gobierno y si atienden discursos encendidos de los opositores.
España es, sin duda, uno de los grandes focos rojos mundiales a seguir durante los siguientes meses.
En España hay más de un político que podría hacer que Gerardo Fernández Noroña pareciera una colegiala de escuela de monjas.
Y es que la tensión social en el país ibérico ha alcanzado niveles que pueden tocar los linderos de la violencia. Barcelona ya fue escenario de actos violentos este jueves.
La fuerza de los sindicatos españoles está a prueba en un país en el que la mitad de los jóvenes no encuentra trabajo, debe buscar la forma de conservar sus privilegios.
Mientras que el gobierno de derecha de Mariano Rajoy debe defender cambios en las leyes laborales que contemplan quitar beneficios a trabajadores que deben resignarse a perder beneficios para salvar el trabajo y de paso su propio país.
El tratamiento de la huelga general de ayer en la prensa local española muestra cómo hay bandos muy bien definidos que serán capaces de apoyar o denostar cualquier acción gubernamental dependiendo su origen.
Pero más allá del juego propagandístico del movimiento, lo que cuenta es la posibilidad real de que los dos principales sindicatos españoles, la Unión General de Trabajadores y las comisiones obreras, sean capaces de echar para atrás o al menos de matizar los alcances de la reforma laboral del gobierno de Rajoy.
Todas las acciones que ahora lleva a cabo el gobierno español buscan moderar el abultado déficit fiscal que supera varias veces el 2% permitido por las reglas laxas de antes y los lineamientos obligatorios de ahora para pertenecer al bloque de la moneda única.
Por eso es que el gobierno busca ahorrar donde sea posible y obtener recursos de donde se pueda.
Y es que España presume que su problema es solamente este desequilibrio en sus cuentas internas, con el argumento de que su deuda pública está dentro de 60% del Producto Interno Bruto que marcan las instrucciones europeas.
Y puede ser así, que la deuda pública sea ejemplar en los parámetros de la zona euro, pero el gran tema en España es la deuda privada que alcanza 200% del PIB.
El nivel de endeudamiento del sector privado español es muy alto. Tanto las familias como las empresas abusaron del crédito y muchos de los prestamistas son de origen externo.
El sector hipotecario presenta una burbuja que se ve muy cerca de reventar y llevarse, además del patrimonio de muchas personas, la salud de los bancos de ese país.
El dato es contundente. España es, tomando en cuenta la deuda pública y privada, el cuarto país más endeudado del mundo en relación con su PIB, sólo por debajo de Japón, Portugal y Bélgica.
Es tan serio el problema de la deuda en este país europeo que en esta medición de deuda global en relación con el PIB se encuentra en mejores condiciones Grecia, porque en el país helénico las familias y las empresas no están tan endeudadas.
Y, otra vez, el problema es para los negocios y para las personas, pero sobre todo para un sistema bancario que, en la medida en que España regrese a los terrenos de la recesión y en el grado en que por las medidas de austeridad se pierdan empleos e ingreso, tendrá más problemas para recuperar la cartera.
Muchas de estas instituciones son españolas, otras son de los más diversos países. Algunas de ellas con operaciones en México. En un sismo financiero español de mayores proporciones, muchos bancos tendrán que, al menos, ajustar sus tamaños.
No es posible descartar que ante el tamaño de la bomba atómica que parece activarse, el gobierno español optara por un refinanciamiento de la deuda privada, lo que solucionaría los problemas inmediatos, pero generaría facturas de muy largo plazo.
No pinta nada fácil la situación de la economía española. En lo fiscal, por la dificultad de ajustar su déficit todo lo rápido que quisiera la Unión Europea.
En lo financiero, por el abultado nivel de la deuda pública que amenaza la estabilidad de bancos y familias. En lo económico por la inminencia de una nueva recesión.
Y en lo social porque la población pierde esperanzas cuando pierde el trabajo y se desanima cuando no perciben respuestas rápidas del gobierno y si atienden discursos encendidos de los opositores.
España es, sin duda, uno de los grandes focos rojos mundiales a seguir durante los siguientes meses.
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