José Gil Olmos
El 28 de marzo del año pasado seis personas fueron ejecutadas en Cuernavaca, entre ellas Juan Francisco Sicilia, hijo del poeta Javier Sicilia. A partir de esta matanza comenzó a formarse de manera espontánea el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD), cuyo gran logro fue hacer visible a las victimas y sus familias de la guerra contra el narcotráfico.
Un año ha pasado y la violencia sigue a pesar de los esfuerzos ciudadanos porque que cambie la estrategia gubernamental y el ejemplo más claro es que en estos últimos doce meses han muerto más de 12 mil personas en medio de esta guerra que está en la picota del terror
De acuerdo con las cuentas oficiales el número de muertos de esta guerra sobrepasa los 44 mil, pero las cifras periodísticas señalan que hay más de 60 mil y que el año pasado las víctimas fueron 19 mil. Además hay 10 mil desaparecidos y 230 mil mexicanos han abandonado sus hogares en el 2010, según un estudio del Centro de Monitoreo de Desplazamientos Internos, una institución internacional no gubernamental que monitorea la situación de personas desplazadas en mas de 50 países.
El número de los muertos es de por si preocupante, pero hay algo más que inquieta: el poco peso que ha tenido en la sociedad el movimiento pacífico de miles de víctimas que se han expresado de todas las formas posibles: marchas, caravanas, manifestaciones, encuentros con los representantes de todos los poderes.
Tampoco ha influido en el necesario cambio en la estrategia militar y policiaca del gobierno que sólo ha hecho crecer el poder y curso embravecido de la violencia del crimen organizado.
Si tomamos cualquiera de las cifras de victimas encontramos que cada hora muere un mexicano en medio de la batalla que a toda hora tienen entre si las bandas criminales y, también, con el ejército y la policía.
Frente a este panorama en el que predomina el terror, la mayoría de la sociedad mexicana se ha quedado estática y únicamente ha reaccionado cuando algunos de sus miembros son afectados.
Los llamados a la organización y a las acciones de resistencia civil de las víctimas que integran el movimiento de paz no han surtido el efecto que se esperaba, la impavidez social ante la tragedia nacional expresa un costumbrismo preocupante, es como si la mayoría de la sociedad mexicana aceptara la fatalidad del papel de víctima como una cosa natural.
Esta actitud de derrota por parte de la mayoría de la población mexicana es lo que precisamente siguen aprovechando las bandas criminales y las propias autoridades para mantener su propia guerra sin importar las miles de muertes y desapariciones.
Un movimiento de víctimas, como el que encabeza Javier Sicilia o cualquier otro que aparezca en el futuro, poco podrá hacer sino tiene una respuesta favorable permanente de amplios sectores de la sociedad.
La no respuesta social lo único que generara en cualquier movimiento ciudadano es que con el tiempo pierda fuerza y presencia, pero sobre todo hará que sea más frágil y aumentará de manera irreductible el número de víctimas que parece ser es tres veces más de lo que el gobierno mexicano ha dicho.
Ayer el Secretario de Defensa estadounidense, Leon E. Panetta, dijo que “funcionarios mexicanos” habían estimado que el número de vidas perdidas a causa de la guerra contra el narcotráfico había llegado a las 150 mil.
De ser cierta esta cifra, habría que cuestionar no al gobierno por no dar una respuesta sino a la sociedad mexicana si seguirá en la indolencia, esperando que un día llegue un grupo del crimen organizado a llevarse a uno de sus seres queridos en su propia casa.
El 28 de marzo del año pasado seis personas fueron ejecutadas en Cuernavaca, entre ellas Juan Francisco Sicilia, hijo del poeta Javier Sicilia. A partir de esta matanza comenzó a formarse de manera espontánea el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD), cuyo gran logro fue hacer visible a las victimas y sus familias de la guerra contra el narcotráfico.
Un año ha pasado y la violencia sigue a pesar de los esfuerzos ciudadanos porque que cambie la estrategia gubernamental y el ejemplo más claro es que en estos últimos doce meses han muerto más de 12 mil personas en medio de esta guerra que está en la picota del terror
De acuerdo con las cuentas oficiales el número de muertos de esta guerra sobrepasa los 44 mil, pero las cifras periodísticas señalan que hay más de 60 mil y que el año pasado las víctimas fueron 19 mil. Además hay 10 mil desaparecidos y 230 mil mexicanos han abandonado sus hogares en el 2010, según un estudio del Centro de Monitoreo de Desplazamientos Internos, una institución internacional no gubernamental que monitorea la situación de personas desplazadas en mas de 50 países.
El número de los muertos es de por si preocupante, pero hay algo más que inquieta: el poco peso que ha tenido en la sociedad el movimiento pacífico de miles de víctimas que se han expresado de todas las formas posibles: marchas, caravanas, manifestaciones, encuentros con los representantes de todos los poderes.
Tampoco ha influido en el necesario cambio en la estrategia militar y policiaca del gobierno que sólo ha hecho crecer el poder y curso embravecido de la violencia del crimen organizado.
Si tomamos cualquiera de las cifras de victimas encontramos que cada hora muere un mexicano en medio de la batalla que a toda hora tienen entre si las bandas criminales y, también, con el ejército y la policía.
Frente a este panorama en el que predomina el terror, la mayoría de la sociedad mexicana se ha quedado estática y únicamente ha reaccionado cuando algunos de sus miembros son afectados.
Los llamados a la organización y a las acciones de resistencia civil de las víctimas que integran el movimiento de paz no han surtido el efecto que se esperaba, la impavidez social ante la tragedia nacional expresa un costumbrismo preocupante, es como si la mayoría de la sociedad mexicana aceptara la fatalidad del papel de víctima como una cosa natural.
Esta actitud de derrota por parte de la mayoría de la población mexicana es lo que precisamente siguen aprovechando las bandas criminales y las propias autoridades para mantener su propia guerra sin importar las miles de muertes y desapariciones.
Un movimiento de víctimas, como el que encabeza Javier Sicilia o cualquier otro que aparezca en el futuro, poco podrá hacer sino tiene una respuesta favorable permanente de amplios sectores de la sociedad.
La no respuesta social lo único que generara en cualquier movimiento ciudadano es que con el tiempo pierda fuerza y presencia, pero sobre todo hará que sea más frágil y aumentará de manera irreductible el número de víctimas que parece ser es tres veces más de lo que el gobierno mexicano ha dicho.
Ayer el Secretario de Defensa estadounidense, Leon E. Panetta, dijo que “funcionarios mexicanos” habían estimado que el número de vidas perdidas a causa de la guerra contra el narcotráfico había llegado a las 150 mil.
De ser cierta esta cifra, habría que cuestionar no al gobierno por no dar una respuesta sino a la sociedad mexicana si seguirá en la indolencia, esperando que un día llegue un grupo del crimen organizado a llevarse a uno de sus seres queridos en su propia casa.
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