Hoy, hace 18 años

Francisco Rodríguez / Índice Político

Me paso los días emborronando cuartillas y me acuerdo de lo que decía el inolvidable Carlos Monsiváis: que los periodistas, en realidad, somos una suerte de “obreros de la tecla con vistas a la publicación masiva”. Y así me siento las más de las veces, cuando golpeo el teclado sin ninguna consideración.

Admiro, eso sí, a quienes escriben discursos. No es una tarea fácil. Imaginarlos, pensar la estructura, encontrar las frases de más impacto, redondearlos, pulirlos. Un buen discurso es una obra de arte.

Y platica Javier Treviño, un político neoleonés que fuera muy cercano a Luis Donaldo Colosio, que así tenía que ser el discurso del 6 de marzo de 1994. Tenía que iniciar un cambio en la historia de México.

Colosio había encargado a Samuel Palma, a Cesáreo Morales y al propio Javier Treviño preparar el primer borrador. Les dio instrucciones muy claras sobre la estructura que quería, el diagnóstico de lo que había visto en el país durante sus recorridos de campaña, ideas precisas, el tono deseado, la propuesta de reformas.

Se trataba del 65 aniversario del PRI que, por cierto, este último domingo cumplió 83 años, pero también se trataba de iniciar una nueva etapa de la campaña presidencial, teniendo como escenario al Monumento a la Revolución.

Todo había sido cuesta arriba, hasta ese momento. El domingo 28 de noviembre de 1993 fue el día de la nominación de Colosio como candidato presidencial. Era la culminación de muchos meses de preparación. El 8 de diciembre fue la toma de protesta de Luis Donaldo como candidato del PRI a la Presidencia de la República.

El equipo de campaña se formó en los primeros días de diciembre y estaban entonces ya listos para lanzarse con todo el entusiasmo en una campaña ganadora. Pero se atravesó el movimiento zapatista del 1 de enero de 1994, y todo cambió. Más tarde, el 23 de marzo, el candidato Colosio fue asesinado.

Treviño también narra que Samuel Palma, Cesáreo Morales y él mismo trabajaron muchas horas en el discurso del 6 de marzo. Que se sentaban por horas y días en torno a un escritorio. Treviño tecleaba en su computadora, y los tres lo redactaban en equipo, simultáneamente, y lo discutían, se reían, se enojaban, hacían el análisis político obligado hasta que cada párrafo quedaba listo.

Revisaron versiones y versiones con Luis Donaldo. Encerrados en la casa de campaña ubicada en la lateral del Periférico capitalino, por el Pedregal, o en su casa de San Ángel, Colosio tachaba párrafos, escribía nuevas frases, nuevos párrafos, los leía en voz alta.

Cuando ya tuvo una versión muy cercana a la final fue cuando lo compartió con el coordinador de la campaña y con algunos escritores e historiadores, amigos de él, para que le hicieran sus comentarios.

El discurso quedó listo la tarde del sábado 5 de marzo y Colosio lo envió a Los Pinos.

Y el rumbo de la campaña cambió con el discurso del 6 de marzo de 1994. También el rumbo y destino de México se transformaron.

De aquel discurso, muchos recordamos las palabras de cómo era que Colosio veía a México, como lo veíamos la mayoría:

“… con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada, de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla. De mujeres y hombres afligidos por abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales.”

“Veo a ciudadanos –decía Colosio– angustiados por la falta de seguridad, ciudadanos que merecen mejores servicios y gobiernos que les cumplan. Ciudadanos que aún no tienen fincada en el futuro la derrota; son ciudadanos que tienen esperanza y que están dispuestos a sumar su esfuerzo para alcanzar el progreso.

“Yo veo un México convencido de que ésta es la hora de las respuestas; un México que exige soluciones. Los problemas que enfrentamos los podemos superar.”
Ese México de 1994 aún está aquí.

Pero, lamentablemente, sin un Luis Donaldo Colosio.

Índice Flamígero: El discurso de hace 18 años fue dirigido a la sociedad. El de este domingo 4 de marzo, a cargo de Pedro Joaquín Coldwell, tuvo como destinatarios a los partidos que son opositores al PRI, sobremanera al que “haiga sido como haiga sido” usufructúa el poder presidencial: “…lo que el panismo le ha recetado al país a lo largo de estos años: El país navega sin rumbo. Porque no queremos otro sexenio de muerte y miedo, porque no deseamos más estancamiento económico… porque la mejor encuesta se verá el 1 de julio, con Enrique Peña Nieto, los priistas con nuestro entusiasmo y nuestro fervor, vamos a ganar.” Los dirigentes partidistas, sus candidatos, dejaron de hablar con la gente; sólo hablan y pelean entre ellos. Por el poder, pues…

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