Grecia desfallece

José Blanco

La economía griega rueda a tumbos, hacia una tumba desconocida, gracias a la tal troika, conformada por el Banco Central Europeo (BCE), el gobierno de la Unión Europea (UE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI), detrás de los cuales se halla el poder hasta ahora inexpugnable de la gran banca internacional.

Mil voces gritamos que la carrera de Grecia hacia el despeñadero era el producto miope de la aplicación de dosis sanguinarias del Consenso de Washington, brutalmente procíclicas, muriera quien muriera en la república helena.

Hay que decir que, como siempre, en economía las políticas que se aplican tienen un impacto en el corto plazo y otro distinto en el largo. La miopía aludida hace referencia al largo plazo; en el corto, no era un asunto de estupidez de la troika, Grecia sería sostenida por la UE a toda costa hasta hacer posible que los bancos alemanes y franceses, principalmente, recuperaran el máximo monto posible de la deudas griegas que permanecían sin cobrar en las carteras de los vampiros bancarios.

No importó nunca a la troika que los griegos fueran convertidos en indigentes ilotas, aplastaran la democracia con el nombramiento de un presidente tecnócrata con el dedazo de Bruselas, y colocaran a ese país, que tuvo no hace mucho ingreso per cápita de país desarrollado, en ruta de volar hacia el abismo.

La troika decretó el terrorismo financiero contra Grecia a principios de este mes, porque parece llegada la hora de darle la puntilla. Es más que obvio el significado de la última decisión del juez de plaza de aplicarle esa puntilla: los bonos de deuda soberana griega han escalado hasta el 1,006 por ciento (mil seis por ciento, así como lo está usted leyendo) de interés a un año, lo que corresponde con un innombrable rendimiento del 25 por ciento mensual.

Esta perversidad no hace sino mostrar impúdicamente que el mercado esperaba que de un momento a otro Grecia se declarara en impago. Es posible que la troika crea que ya ha armado el cortafuegos para evitar el temido tsunami en las finanzas europeas.

La declaración del caso la hizo la International Swaps and Derivatives Association (ISDA), anunciando el viernes pasado la “activación de los swaps de incumplimiento crediticio”, que equivale a proclamar la quiebra real y efectiva de Grecia; aunque, por cierto, la palabra quiebra no la encontrará usted en los medios de comunicación, que se han aplicado eficazmente en procura de evitar esa palabra que asusta, como si una u otra palabra cambiara la rapiña mayor que seguirá a la quiebra.

Después de un largo debate el pasado febrero los ministros de Finanzas de los 17 países de la zona euro aprobaron un desembolso de 130 mil millones de euros para Grecia, que estaban pendientes desde octubre del año pasado. De estos 130 mil millones, 100 mil millones correspondían a ayudas públicas y los 30 mil millones restantes constituían garantías para ofrecer a los acreedores privados un incentivo para el canje de deuda.

Pero, tras ese acuerdo, Grecia quedó atada de pies y manos, dado que entregó íntegramente su soberanía e independencia fiscal a la infernal troika. En los hechos todo ese dinero se lo llevó la banca, y de ello se encargaron los funcionarios del FMI y del BCE que se instalaron en Atenas a vigilar cada euro que entraba y salía.

Veremos si “la activación de los swaps de incumplimiento crediticio” decretada contra Grecia logra crear un cortafuegos creíble que efectivamente evite la expansión del incendio hacia los países que siguen en esta línea de conflicto: Italia, Portugal y España.

Será seguramente en España, donde se dirimirá la batalla final por el destino del euro.

Por supuesto, no he descartado la hipótesis de que todas las reuniones y declaraciones y movimientos de los dos últimos años, son faramalla pura. Se trata de limpiar los bancos, a la par de dejar que se hundan Grecia, Italia, España, Portugal.

Depurados los bancos alemanes y franceses principalmente, puede dársele la puntilla a la zona euro, y que cada quien se rasque con sus uñas, a menos que estén pensando en una recreación de la zona euro sólo con los países del norte de Europa y acaso Francia.

Las exigencias de última hora de la troika de comprimir salarios, acabar con los derechos sindicales y las condiciones laborales, y aplastar al sector público mediante recortes y privatizaciones, no hará, digámoslo una vez más, que Grecia pueda entrar en una ruta de competitividad y crezca lo suficiente para satisfacer las metas fiscales exigidas por Bruselas.

Grecia se encuentra en una recesión muy profunda y “la activación de los swaps de incumplimiento crediticio” no hacen más que agravar su situación. Con seguridad Grecia no podrá pagar ni siquiera los intereses de la deuda y éstos, por la magia del interés compuesto, terminarán asfixiando al país.

Sólo queda esperar el momento en que la acumulación de tensiones se convierta no en un tsunami financiero, sino en un tsunami social y político.

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