Funcionarios vs. amas de casa

Alza en precios de alimentos
Crece importación: 100 mil millones de dólares

Carlos Fernández-Vega / México SA


Como no son amas de casa (encopetado dixit), comen (gratis, desde luego) en los mejores restaurantes del país y están muy ocupados en que los mexicanos vivan mejor, los funcionarios no asisten a los distintos centros de acopio para abastecer a sus respectivos hogares, de tal suerte que basan sus alegres cuan recurrentes dichos sobre lo bien que se ha controlado la inflación (del inquilino de Los Pinos para abajo dixit) en los reportes oficiales sobre el particular. Así, quienes llevan las riendas del país (cuando menos así se autodenominan) en no pocas ocasiones celebran que los precios de los alimentos van a la baja en México.

Bastaría que, en un ejercicio para ellos sobrehumano, se dieran una vuelta por los centros de acopio para constatar que sus dichos en la materia, como tantos otros, están fuera de la realidad, con todo y que los citados reportes también lo estén, pues sólo incluyen promedios de los promedios de miles de precios que, se supone, supervisan periódicamente para promediar. Para efectos oficiales, la inflación siempre ronda el 3 por ciento anualizado, es decir, siempre está en los niveles estimados en las previsiones anuales, y, según dicen, por debajo de los raquíticos aumentos salariales.

Para febrero de 2012, por ejemplo, la inflación oficial anualizada fue de 3.87 por ciento, proporción dentro de los parámetros establecidos. Sin embargo, al desmenuzar la información lo primero que se encuentra es que los precios de los alimentos (sin incluir los productos agropecuarios) se incrementaron prácticamente el doble de lo que lo hizo el índice general, y no es ocioso recordar que el mayor gasto realizado por el grueso de la población se concentra, precisamente, en los alimentos. El índice de la canasta básica en ese mes fue 51 por ciento superior a la inflación general promedio, un avance sustancialmente por arriba del supuesto aumento salarial autorizado para todo el presente año.

No obstante que existen elementos más que suficientes para adelantar una escalada de precios en el renglón de alimentos (sequía prolongada, heladas, inundaciones, o lo que es lo mismo, una caída importante, por no decir alarmante, en la producción interna, creciente importación de ese tipo de productos, pagaderos en dólares, y tendencia alcista en el mercado internacional de los mismos, entre otros), los funcionarios que no son amas de casa insisten en que el estómago de los mexicanos está doblemente protegido: por la vía de los precios a la baja, según dicen, y abasto suficiente por las crecientes cosechas y la atención oportuna y eficaz de las tierras siniestradas por los fenómenos climatológicos.

Con sequía y heladas, o sin ellas, año tras año se escucha la misma cantaleta: abasto garantizado y precios bajos. Esto último a nadie le consta, especialmente a quienes sí son amas de casa, mientras lo segundo depende, desde luego, del poder adquisitivo de las familias, el cual cotidianamente reporta merma. En este sentido, como bien ha documentado el Centro de Análisis Multidisciplinario de la Facultad de Economía de la UNAM, el primero de diciembre de 2006 (fecha de arribo de Calderón a Los Pinos) los trabajadores tenían que laborar 13 horas 17 minutos para adquirir la Canasta Alimenticia Recomendable; para el primero de octubre de 2011 debieron trabajar 24 horas 12 minutos (y contando). Actualmente para acceder únicamente a la CAR con un salario mínimo el trabajador y su familia tienen necesariamente que sumar jornadas laborales diarias de más horas para sobrevivir. Cuando se compara el ingreso en su relación con la canasta básica (suponiendo que el salario debe satisfacer las necesidades mínimas para adquirir el total de bienes y servicios que la integran), se observa una clara pérdida de poder adquisitivo por parte de las familias trabajadoras.

A pesar de lo anterior, los funcionarios insisten en que la inflación es baja. Pues bien, un caso que involucra a prácticamente todos los mexicanos ilustra de qué se trata: la inflación oficial en el primer bimestre de 2012 fue de 0.91 por ciento; en igual lapso el precio de la tortilla se incrementó 7.5 por ciento en tortillerías y 11.7 por ciento en supermercados, una diferencia de 8.24 y 12.85 tantos, respectivamente, en comparación el indicador utilizado por los funcionarios que no asisten a las primeras ni a los segundos. Y como este ejemplo hay muchos más.

Por obvias razones la cada día menor producción alimentaria en el país ha sido suplida por crecientes y masivas importaciones, las cuales podrían cerrar el sexenio calderonista por arriba de los 100 mil millones de dólares, monto cercano a la fortuna conjunta de los 11 empresarios Forbes mexicanos. La estadística del Inegi ilustra al respecto: en 2011, México importó más de 23 mil millones de dólares en alimentos, 25 por ciento más que un año antes. En 2010, tales adquisiciones sumaron más de 18 mil 500 millones de billetes verdes, una proporción 20 por ciento por arriba de la registrada en 2009, y así por el estilo, especialmente a partir de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

México importa, de manera creciente, carne (casi 7 mil millones de dólares en el periodo 2010-2011), pescado (cerca de 900 millones de billetes verdes, con todo y sus 11 mil kilómetros de litorales), leche (3 mil millones en número cerrados), cereales (9 mil millones, la mitad de ellos erogados para la adquisición de maíz), semillas y frutos oleaginosos (casi 6 mil 600 millones), ¡azúcar! (alrededor de 600 millones), y así por el estilo. Una cuarta parte de las importaciones en este renglón corresponden a cereales (fundamentalmente maíz), que algunos años atrás se producían internamente; 15 por ciento de lo erogado es por concepto de carnes y despojos comestibles y otro tanto por semillas y frutos oleaginosos, también producidos en el país tiempo atrás. Todo en dólares y siempre dependientes de la producción y especulación internacionales, lo que por obvias razones repercute internamente.

Entonces, no son amas de casa, pero nada mal les caería aprender a serlo.

Las rebanadas del pastel

Tampoco son choferes, y los lujosos vehículos que utilizan los pagan los mexicanos con sus impuestos. Tal vez por ello ni cuenta se dan de lo mucho que han aumentado los precios de los combustibles. A partir del sábado anterior se aplicó el tercer gasolinazo del año (tres meses, tres incrementos). Como bien señala La Jornada (Israel Rodríguez) en lo que va del sexenio de Calderón, en cuyas promesas de campaña destacaba la reducción de los precios de los combustibles, se incrementó la gasolina Magna 42.6 por ciento; la Premium, 23, y el diesel, 74.7 por ciento.

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