Florence Cassez

Juan José Solis

Permítanme discrepar de lo que la mayoría de los mexicanos piensan en torno al caso Cassez. Si alguno de ustedes –estimados lectores– se empeña en aceptar una sola versión de lo ocurrido en aquel montaje mediático del 9 de diciembre de 2005 en el rancho “las chinitas”, lo que sigue quizá lo anime a una reflexión.

Quien me haya leído con anterioridad, sabe que me reconozco abiertamente progresista y revolucionario, cierto soy de izquierda; pero no milito, ni militaré, en ningún partido político. Lo mío es el oficio del periodismo y la comunicación. Además soy una persona de causas y defenderé con espíritu voltaireano la libertad del otro. Si algo podemos ejercer en la vida, para algún día dejar un legado, es la defensa de la libertad y la justicia. Por eso me involucré desde hace año en el caso Cassez.

Cuando aquel viernes 9 de diciembre de 2005 vi en la pantalla de televisión la fácil –y nada riesgosa– detención de dos secuestradores, en una cabaña de la carretera México-Cuernavaca, supe que algo no andaba bien. Un conocimiento que aprendí en la universidad y que lo confirmé en la vida profesional (en los muchos años que me dediqué a la producción televisiva), es que nada –pero nada– de lo que sucede en la televisión es casual o fortuito, todo lo que ocurre en la pantalla, siempre está debidamente planeado.

Pronto, en los días siguientes, supimos que aquella escandalosa escena era un montaje planeado en la perversa mente de Genaro García Luna. Confirmé mi sospecha: algo andaba mal. Desde entonces, comencé a seguir el caso.

El México de aquel entonces tenía una monumental sed de justicia. Los secuestros a empresarios, políticos, comerciantes y gente común se suscitaban un día sí y otro también. La megamarcha contra la inseguridad en 2004 fue la válvula que dejó escapar aquella impotencia. Necesitábamos de una vez por todas ver resultados. Vicente Fox estaba extraviado, no sabía, ni supo nunca qué hacer, todo lo dejó en manos de su gabinete de seguridad, que no atinaba en capturar a los secuestradores.

Por eso, cuando Florence Cassez apareció en las pantallas de televisión acusada de secuestrar a tres personas, los mexicanos sentimos una suerte de alivio, muchos expresaron ideas como “por fin los malditos secuestradores llegarán a la cárcel y pagarán por el daño que le hacen a la ciudadanía”. Pero, cuál fue la sorpresa, que una vez más desenmascaramos al gobierno, y descubrimos que lejos de capturar delincuentes, les resultó más fácil fabricarlos.

Florence Cassez, es mujer que tuvo la intención de vivir en México con todo lo que ello implica, pero aquel 8 de diciembre de 2005, simplemente se convirtió en culpable fabricada por García Luna. Su relación afectiva con Israel Vallarta y la disputa que su hermano tenía con un exsocio de apellido Margolis, pronto la llevaron a ser la secuestradora más temible del país. El mundo le cambió por completo. Los medios de comunicación la sentenciaron mucho antes que un juez y la alegría pasó a ser una incontenible tristeza.

Gracias al periodismo y al espíritu de siempre preguntar, busqué por todos los medios más información sobre el caso, entrevisté a muchas personas y leí cuanto documento, libro o artículo se desprendía del expediente. Construí una radiografía del caso (algún día la procesaré y le daré forma). Desde luego, intenté visitar a Florence, lo logré. Gracias a las gestiones de un espléndido amigo, Florence me recibió. Al principio se portó renuente, –muchos periodistas la habían visitado exclusivamente por morbo–, no era mi caso. Me escuchó con atención, primero conversamos trivialidades y poco a poco entramos en el tema: su inocencia. (Pausa) prometo un día escribir la crónica de aquella visita (termina la pausa). Si algo tiene muy claro Florence Cassez es que sabe defender su inocencia, y me marcó detalle a detalle las inconsistencias y fallas del caso.

Después de aquel primer encuentro, me sentí obligado a seguir trabajando para hallar la verdad. A la fecha no puedo entender por qué el gobierno mexicano se preocupa más por simular la justicia y no por procurarla. Porque el caso de Cassez es tan emblemático que demuestra la cólera de un gobierno impotente, cómplice y corrupto; manifiesta también la moral distraída de muchos “activistas”, comunicadores y líderes de opinión que no aceptan haberse equivocado. Pero sobre todo, evidencia la insensatez de muchas personas que por un falso nacionalismo o por una sed de venganza, no admiten que nuestras autoridades de justicia nos engañaron y fabricaron pruebas, presionaron a las víctimas y tergiversaron todo el escenario con el único fin de mostrarse como eficientes.

Por eso quiero compartir con ustedes lectores las siguientes reflexiones, porque están más allá de Florence Cassez, se trata de un asunto que está más cercano a nosotros y que no debiéramos perder de vista. Seré esquemático:

El derecho de las víctimas. La PGR, la CNDH, activistas como María Elena Morera, algunos comunicadores, entre otros, se cuestionan sobre el derecho de las víctimas. Pienso que es un cuestionamiento legítimo. ¿Dónde queda el derecho de las víctimas? Lo mismo me pregunto yo, porque si ya se reconoció desde hace años que los ocurrido en el rancho “las chinitas” fue un montaje, entonces quiere decir que a Cristina Ríos Valladares, su hijo Christian y Ezequiel Elizalde Flores no los liberaron en ese momento. La autoridad atentó contra su derecho de tener identificados a sus plagiarios. ¿Cuándo entonces fueron rescatados, en dónde?, pero sobre todo, ¿quién los convenció de participar en el montaje televisivo y con qué intención?

Precisamente, porque estás tres personas fueron víctimas del secuestro, es importante que se les haga justicia, y la autoridad está obligada a decirles con certeza quiénes los secuestraron, porque es un hecho –por sus propias declaraciones– nunca estuvieron en “las chinitas”. ¿Los obligaron a ser parte del montaje?

La autoridad está obligada a resarcir el daño causado a las víctimas por forzarlas a participar en un show de televisión y obligarles a cambiar su declaración una y otra vez.

La presunción de inocencia. Si llega a prosperar el proyecto del Ministro Zaldívar, el ambiente se impregnará de duda. ¿Es inocente o culpable? Yo les comparto mi opinión: creo que hay los recursos suficientes para saber que en México, todas las personas somos inocentes hasta que se nos demuestre lo contrario y sólo una sentencia definitiva de un juez puede establecer la inocencia o la culpabilidad. Por ello, si desde el principio el caso tiene inconsistencias, también desde el principio prevalece la presunción de inocencia. Y si las sentencias que declararon a Cassez culpable son revertidas por el proyecto del Ministro Zaldívar, entonces Florence siempre ha sido inocente.

Pero sigamos en la reflexión. Si aún hay dudas, el expediente nos permite reconocer que ninguna de las tres víctimas reconoce a Cassez en sus primeras declaraciones ministeriales; sólo hasta después la señalan y eso con imprecisiones o con falsedades (como el caso de Ezequiel Elizalde que muestra una supuesta marca donde fue inyectado para amputarle el dedo y la prueba pericial indica que es una mancha de nacimiento). En este punto, cualquier abogado nos puede confirmar, el peso mayor lo tiene la primera declaración. Ya lo vimos con Antonio Zúñiga protagonista de Presunto Culpable, nunca pudieron demostrar su culpabilidad y sin embargo, lo declararon culpable.

Sé que para muchos es incómodo declararse al respecto. Yo lo digo sin problemas: Florence Cassez es inocente, si me equivoco, la historia de mi vida me lo condenará.

La opinión pública. Yo invito –civilizadamente– a quien dude de la inocencia de Florence Cassez, a que revisemos meticulosamente las pruebas que la incriminan y entonces cada quien pueda tener una conclusión más asertiva. También invito –respetuosamente– a que nos desprendamos unos minutos de nuestro nacionalismo exacerbado, pues muchos creen que por ser extranjera merece atención cuando existen muchas mujeres mexicanas que deberían tener la misma o mayor atención que el caso Cassez. Yo creo que el caso Florence Cassez, es el caso de cientos de mujeres y hombres que están recluidos injustamente y que sus procesos deben ser repuestos; por ello, la sentencia del caso causará jurisprudencia y muchos tendrán a la vista la oportunidad de rencontrarse con la libertad y la justicia.

He escuchado a quien dice que es la última oportunidad para Florence Cassez. Yo digo que es una oportunidad para el poder judicial. Una oportunidad que tienen nuestros ministros para hacer valer el estado de derecho. Si la sentencia de 60 años a Cassez fue producto de la rabia incontenida de García Luna por haberlo exhibido como un mentiroso en las pantallas de televisión o un capricho del gobierno por mostrarse eficiente contra los criminales, es momento para que la justicia se separe de las mezquindades políticas y comencemos a resarcir nuestro endeble sistema de justicia.

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