Libertad religiosa
B16: ¿pederastia, guerra?
AMLO: no a otro 2006
Julio Hernández López / Astillero
El jefe máximo de la Iglesia católica llega hoy a México para cumplir una agenda cuya principal finalidad es empujar la tesis de la libertad religiosa, que en lo inmediato busca que se le permita la propiedad de medios masivos de comunicación, la posibilidad de emitir opiniones sin cortapisas sobre asuntos públicos, la facultad de realizar rituales al aire libre sin necesidad de contar con permisos especiales y la formalización del derecho de los padres de familia de optar por educación expresamente religiosa.
Benedicto 16 se abre paso para efectos diplomáticos como jefe del Estado vaticano, pero en los hechos solamente actuará como líder religioso en plan de expansión. Hablará con Felipe Calderón sobre libertad religiosa y tendrá políticamente a sus pies a los tres principales candidatos a la Presidencia del país, a quienes no se dignó convocar a algún acto político o de Estado (nada de encuentros privados), sino solamente a la misa multitudinaria bajo la imagen de Cristo Rey, sometidos así expresamente al poder eclesiástico, dos por vocación y cálculo electoral (Josefina Vázquez Mota y Enrique Peña Nieto) y uno más específicamente por lo segundo (Andrés Manuel López Obrador).
La visita del Papa cumplirá en lo inmediato al menos tres objetivos: impulsará y fortalecerá los ánimos derechistas cuando faltan 100 días para las elecciones mexicanas, en las que el calderonismo juega todas sus fichas a la posibilidad de la continuidad, y el priísmo persignado de Peña Nieto apuesta a retornar a Los Pinos con proyectos políticos solamente diferenciados del panismo en cuanto a matices; consolidará el proceso de reformas a los artículos constitucionales 24 y 40 que abren el paso a la concreción de la libertad religiosa que la Iglesia entiende como el segundo gran paso de contrarreforma después de las cesiones salinistas de 20 años atrás; y demuestra su gran poder político al congregar bajo su manto a los principales personajes mexicanos.
Aun cuando el vocero del Vaticano y el nuncio apostólico en México han precisado sin secretismo alguno el verdadero propósito del viaje papal, que es el de impulsar la mencionada libertad religiosa, es de esperarse que el señor Ratzinger agregue a los previstos discursos de voracidad política algunas referencias firmes e importantes sobre temas que a los practicantes de su fe, pero también a la sociedad entera, preocupan: por ejemplo, la pederastia y los abusos de poder que en México han tenido como máxima expresión abominable la del antaño tan venerado Marcial Maciel, fundador de la Legión de Cristo (pero no solamente él, la geografía mexicana ofrece múltiples ejemplos de esos curas criminales, en expedientes silenciados como los que en su momento acusaron al propio cardenal Norberto Rivera de protección a pederastas).
Aun cuando el poder vaticano ha pretendido ignorar groseramente a las víctimas de abusos sexuales por parte de sacerdotes, como serían los múltiples denunciantes de Maciel, hay otros feligreses que esperan que Benedicto 16 sea capaz de zafarse de los arreglos políticos que lo trajeron a México y pronuncie palabras de aliento a las decenas de miles de mexicanos que han sufrido pérdidas familiares en la guerra felipista, e incluso de condena al uso persistente de la fuerza armada contra la población civil. Javier Sicilia y otros practicantes de la fe católica han equiparado lo que hoy sucede en un país con vejaciones, secuestros, torturas y asesinatos, con el cuerpo lastimado del propio Cristo.
Los aires clericales estilo retro (B16 viene montado en el recuerdo de las visitas de Juan Pablo Segundo y su ideario y propuestas hacen pensar a algunos en una especie de restablecimiento de la Edad Media) se acompañan por los recuerdos mexicanos del pasado que parece estar muy presente. Andrés Manuel López Obrador cerró un ciclo de persistencia política en condiciones terriblemente desventajosas, al registrarse como candidato de la izquierda electoral ante el IFE, luego del fraude de 2006 que, a pesar de la amorosidad con tendencias a la desmemoria que hoy usa el tabasqueño como estrategia de recomposición, fue puntualmente mencionado ayer.
López Obrador demandó a los integrantes de la actual cúpula del IFE que impidan los diversos factores que seis años atrás viciaron el proceso electoral y desembocaron en la construcción de un desenlace numérico que no fue aceptado por una activa franja social y que sumió a la nación en la actual crisis, con una división social intencionalmente creada, un retroceso en cuanto a desarrollo y una sostenida política de cercenamiento de derechos políticos y civiles, instalación del miedo como mecanismo de control social, y la guerra contra el narcotráfico (su utilización política y electoral, su pretexto para el uso de partidas presupuestales enormes bajo sospecha de manejo corrupto y la militarización bajo asesoría gringa del país entero).
A la huidiza Josefina Vázquez Mota también la persigue el pasado. Fue a Argentina y allá le reprocharon con mantas y consignas su beneplácito anterior hacia las políticas de Pinochet y Thatcher. Y ayer el rector de la UNAM, José Narro, le preguntó abiertamente si sigue considerando a la máxima casa de estudios como un monstruo, tal como escribió casi dos décadas atrás en su tesis profesional.
El ministro José Ramón Cossío, convertido en una especie de vocero oficioso de los sentimientos de Los Pinos, vaticinó que en el horizonte inmediato no está la liberación de Florence Cassez y advirtió que votará contra un eventual proyecto que prepare la ministra Sánchez Cordero con la intención de que la francesa salga de la cárcel por las mismas consideraciones ya desechadas en la sesión de este miércoles.
Y, mientras Calderón sigue coleccionando exoneraciones del IFE, ¡feliz fin de semana, con el tema tuitero #DesnudateparaelPapa reivindicando el derecho de cada quien al uso y disfrute de su cuerpo, contra tabús y pensamiento retrógrada!
B16: ¿pederastia, guerra?
AMLO: no a otro 2006
Julio Hernández López / Astillero
El jefe máximo de la Iglesia católica llega hoy a México para cumplir una agenda cuya principal finalidad es empujar la tesis de la libertad religiosa, que en lo inmediato busca que se le permita la propiedad de medios masivos de comunicación, la posibilidad de emitir opiniones sin cortapisas sobre asuntos públicos, la facultad de realizar rituales al aire libre sin necesidad de contar con permisos especiales y la formalización del derecho de los padres de familia de optar por educación expresamente religiosa.
Benedicto 16 se abre paso para efectos diplomáticos como jefe del Estado vaticano, pero en los hechos solamente actuará como líder religioso en plan de expansión. Hablará con Felipe Calderón sobre libertad religiosa y tendrá políticamente a sus pies a los tres principales candidatos a la Presidencia del país, a quienes no se dignó convocar a algún acto político o de Estado (nada de encuentros privados), sino solamente a la misa multitudinaria bajo la imagen de Cristo Rey, sometidos así expresamente al poder eclesiástico, dos por vocación y cálculo electoral (Josefina Vázquez Mota y Enrique Peña Nieto) y uno más específicamente por lo segundo (Andrés Manuel López Obrador).
La visita del Papa cumplirá en lo inmediato al menos tres objetivos: impulsará y fortalecerá los ánimos derechistas cuando faltan 100 días para las elecciones mexicanas, en las que el calderonismo juega todas sus fichas a la posibilidad de la continuidad, y el priísmo persignado de Peña Nieto apuesta a retornar a Los Pinos con proyectos políticos solamente diferenciados del panismo en cuanto a matices; consolidará el proceso de reformas a los artículos constitucionales 24 y 40 que abren el paso a la concreción de la libertad religiosa que la Iglesia entiende como el segundo gran paso de contrarreforma después de las cesiones salinistas de 20 años atrás; y demuestra su gran poder político al congregar bajo su manto a los principales personajes mexicanos.
Aun cuando el vocero del Vaticano y el nuncio apostólico en México han precisado sin secretismo alguno el verdadero propósito del viaje papal, que es el de impulsar la mencionada libertad religiosa, es de esperarse que el señor Ratzinger agregue a los previstos discursos de voracidad política algunas referencias firmes e importantes sobre temas que a los practicantes de su fe, pero también a la sociedad entera, preocupan: por ejemplo, la pederastia y los abusos de poder que en México han tenido como máxima expresión abominable la del antaño tan venerado Marcial Maciel, fundador de la Legión de Cristo (pero no solamente él, la geografía mexicana ofrece múltiples ejemplos de esos curas criminales, en expedientes silenciados como los que en su momento acusaron al propio cardenal Norberto Rivera de protección a pederastas).
Aun cuando el poder vaticano ha pretendido ignorar groseramente a las víctimas de abusos sexuales por parte de sacerdotes, como serían los múltiples denunciantes de Maciel, hay otros feligreses que esperan que Benedicto 16 sea capaz de zafarse de los arreglos políticos que lo trajeron a México y pronuncie palabras de aliento a las decenas de miles de mexicanos que han sufrido pérdidas familiares en la guerra felipista, e incluso de condena al uso persistente de la fuerza armada contra la población civil. Javier Sicilia y otros practicantes de la fe católica han equiparado lo que hoy sucede en un país con vejaciones, secuestros, torturas y asesinatos, con el cuerpo lastimado del propio Cristo.
Los aires clericales estilo retro (B16 viene montado en el recuerdo de las visitas de Juan Pablo Segundo y su ideario y propuestas hacen pensar a algunos en una especie de restablecimiento de la Edad Media) se acompañan por los recuerdos mexicanos del pasado que parece estar muy presente. Andrés Manuel López Obrador cerró un ciclo de persistencia política en condiciones terriblemente desventajosas, al registrarse como candidato de la izquierda electoral ante el IFE, luego del fraude de 2006 que, a pesar de la amorosidad con tendencias a la desmemoria que hoy usa el tabasqueño como estrategia de recomposición, fue puntualmente mencionado ayer.
López Obrador demandó a los integrantes de la actual cúpula del IFE que impidan los diversos factores que seis años atrás viciaron el proceso electoral y desembocaron en la construcción de un desenlace numérico que no fue aceptado por una activa franja social y que sumió a la nación en la actual crisis, con una división social intencionalmente creada, un retroceso en cuanto a desarrollo y una sostenida política de cercenamiento de derechos políticos y civiles, instalación del miedo como mecanismo de control social, y la guerra contra el narcotráfico (su utilización política y electoral, su pretexto para el uso de partidas presupuestales enormes bajo sospecha de manejo corrupto y la militarización bajo asesoría gringa del país entero).
A la huidiza Josefina Vázquez Mota también la persigue el pasado. Fue a Argentina y allá le reprocharon con mantas y consignas su beneplácito anterior hacia las políticas de Pinochet y Thatcher. Y ayer el rector de la UNAM, José Narro, le preguntó abiertamente si sigue considerando a la máxima casa de estudios como un monstruo, tal como escribió casi dos décadas atrás en su tesis profesional.
El ministro José Ramón Cossío, convertido en una especie de vocero oficioso de los sentimientos de Los Pinos, vaticinó que en el horizonte inmediato no está la liberación de Florence Cassez y advirtió que votará contra un eventual proyecto que prepare la ministra Sánchez Cordero con la intención de que la francesa salga de la cárcel por las mismas consideraciones ya desechadas en la sesión de este miércoles.
Y, mientras Calderón sigue coleccionando exoneraciones del IFE, ¡feliz fin de semana, con el tema tuitero #DesnudateparaelPapa reivindicando el derecho de cada quien al uso y disfrute de su cuerpo, contra tabús y pensamiento retrógrada!
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