Espiaos los unos a los otros

Jorge Fernández Menéndez

Con el espionaje telefónico ocurre algo muy típico en nuestra vida política: cada actor lo denuncia o lo aplaude, lo difunde o lo oculta, de acuerdo a su conveniencia. Todos condenan públicamente el espionaje telefónico y todos lo usan y las autoridades no castigan a nadie, pese a que es un delito federal que puede causar sanciones económicas y prisión de seis a 12 años. Pero no hay ni un solo caso que sea realmente castigado y, en los pocos en los que se ha tratado de hacerlo, la presión política ha terminado enterrándolos.

El más reciente y un poco obvio ha sido el de Josefina Vázquez Mota. La grabación es de hace semanas (por lo que se dice, aparentemente de mediados de enero) y se divulga con un solo objetivo: hacer públicos los comentarios de la ahora candidata presidencial y uno de sus colaboradores sobre otros funcionarios federales, y aunque esos comentarios se hacen en un tono por lo menos festivo, el mensaje queda. Para el PRI y el PRD lo escuchado sirve para condenar el espionaje telefónico que el gobierno federal estaría haciendo de su candidata presidencial. Para el PAN, el responsable fue el PRI, que dicen que ha espiado hasta a Angélica Rivera, la esposa de Peña Nieto. Según López Obrador, ahora ya no hay espionaje telefónico sino de todo un cuarto o una vivienda y recomienda entonces portarse bien. Pero lo cierto es que no pasa nada y, pese a que hay más de 45 denuncias sobre espionaje telefónico archivadas en la Procuraduría General de la República, ni en un solo caso se ha castigado a quien espía o a quien difunde (lo que está considerado también un delito).

En realidad parece que tendremos que vivir mucho tiempo con el espionaje telefónico, por lo menos hasta que nos topemos con un caso como el de News of the World, en Gran Bretaña, que después de años de espiar a estrellas de cine y televisión, e incluso de la realeza británica, se topó con historias mucho más duras, que incluyeron el caso del secuestro de una niña en el que manipularon su teléfono celular para que pareciera que seguía enviando y recibiendo mensajes. El caso desató tal indignación y exhibió hasta dónde llegaba la red de corrupción para poder realizar esas intercepciones telefónicas, que el periódico, uno de los más vendidos en el Reino Unido y parte del imperio Murdoch, debió cerrar y sus principales editores, además de numerosos funcionarios y agentes policiales, están siendo procesados por el tema.

Pero en México no es así. El espionaje telefónico y su utilización como arma política es algo común y ni siquiera se tiene claridad sobre casos en los cuales evidentemente no sólo existe espionaje sino también edición de las grabaciones para acomodarlas al gusto del consumidor. En algún momento se tendrá que hacer coincidir la aplicación de la ley con la realidad y se tendrá que castigar a los responsables. Hoy no ocurre así, entre otras razones, porque todos acuden al mismo expediente y la autoridad no quiere castigar ni terminar, quizá, castigándose.

Por cierto, y como consecuencia, me imagino, de la divulgación de esas pláticas, el martes comieron Josefina Vázquez Mota y Margarita Zavala en un muy concurrido restaurante de Polanco. Se trata de restañar heridas en el PAN, pero también, como hemos dicho, es hora de que el blanquiazul, si quiere remontar la ventaja que le lleva el PRI, comience a presentar, por lo menos, un frente unido, aunque en ocasiones pareciera que el cansancio del poder se ha apoderado de ese partido.

Benedicto y la política

De la misma forma que no me gustó que se mezclara tanto la política con la religión con motivo de la misa del papa Benedicto XVI en León, a la que concurrieron, más como un acto proselitista que de fe, todos los candidatos y la mayoría de los principales actores políticos, tampoco me gustó que, en Cuba, Benedicto no se reuniera con la acosada oposición cubana ni con las Madres de Blanco. Se dirá que en sus intervenciones el Papa condenó al régimen y llamó a los cubanos a construir una sociedad abierta. El único problema es que de eso nos enteramos en México y otros países, pero no en Cuba, donde los medios oficiales, los únicos de la isla, simplemente no lo reportaron. Pero con los hermanos Castro todo funcionó de maravilla.

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