Salvador García Soto
Las versiones oficiales sobre una frustrada captura de El Chapo Guzmán hace unas semanas, junto con videos que muestran imágenes recientes del narcotraficante más buscado, revivieron las especulaciones sobre el jugoso cálculo electoral que habría detrás de la detención del líder del Cártel del Pacífico. Capturar al mayor capo del narco en México y el más buscado por la DEA en plena campaña presidencial, sería un apetitoso botín político que beneficiaría indudablemente a la candidata del partido gobernante.
¿Puede ocurrir eso? Las señales apuntan a que sí. La confirmación de la PGR sobre que estuvieron a punto de detener a El Chapo en Los Cabos hace tres semanas, no hace sino reforzar la idea de que la captura de este peligroso delincuente, el más buscado en las listas de México y los Estados Unidos, puede ser “inminente”. Como si se quisiera preparar el terreno para decirnos que, tras 10 años de una sospechosa fuga de un penal de máxima seguridad, y de infructuosos intentos por atraparlo en al menos cuatro ocasiones conocidas, ahora sí “en cualquier momento puede caer” el capo de capos.
Curiosamente por estos días se difundió profusamente en las redes sociales un video que muestra a un supuesto Joaquín Guzmán Loera interrogando a un detenido. La autenticidad del material en video no fue confirmada pero tampoco desmentida por el gobierno mexicano o el estadunidense y representarían las primeras imágenes vistas del Chapo Guzmán desde que se fugó del Penal de Puente Grande, Jalisco, en febrero de 2002, hace exactamente 10 años.
Paralelo a que se vuelve a hablar de la posible captura de Guzmán Loera, la violencia del narcotráfico arrecia y afecta puntos geográficos hasta ahora libres de ese fenómeno. La captura en Guadalajara de un joven de 29 años, de nombre Erick Valencia Salazar, a quien presentan como capo del cártel “Nueva Generación” y sucesor del Nacho Coronel en tierras jalisicienses, confirma que, aun cuando cayera El Chapo Guzmán, una nueva generación, literalmente, de jóvenes capos está emergiendo en la industria del narco que dista mucho de estar menguada o disminuida como reza el discurso oficial.
Porque si a los 29 años el llamado “85” ya era cabeza, líder de un cártel, ¿a qué edad debió comenzar en la actividad delictiva y de narcotráfico para que antes de los 30 ya llegara a ese nivel? ¿qué edades promedio tienen sus operadores y sicarios o matones? ¿estamos ante una nueva ola generacional de capos juveniles y eso significa que los jóvenes ya no sólo son carne de cañón de los narcos sino que ahora también están tomando el control de las organizaciones delictivas?
Todo eso ocurre en un ambiente que, a escasas dos semanas de que arranquen las campañas presidenciales, se crispa con la violencia en varias ciudades. Guadalajara, la segunda ciudad del país, puesta en jaque por el joven de 29 años y su cártel; Saltillo y Torreón asediadas por balaceras diurnas y nocturnas por casi dos semanas consecutivas; Nuevo Laredo y Ciudad Victoria que vuelven a vivir jornadas de pánico, mientras en Durango vuelven a aparecer narcofosas con más cadáveres y en Ciudad Juárez se reanudan las muertes de mujeres violentadas.
Nada que parezca un cierre de sexenio o una guerra que se acerque a un cierre final. Más bien parece que la violencia resurge con fuerza, sin que los grupos del narcotráfico, “golpeados y menoscabados” en el discurso oficial, muestren signos de agotamiento. Capturaron a un chavo que dirigía un cártel, tal vez capturen a El Chapo en busca de votos para intentar la continuidad del partido gobernante, pero lo que no se ve en el horizonte es una disminución real de la violencia que sigue viviendo buena parte del país.
Las versiones oficiales sobre una frustrada captura de El Chapo Guzmán hace unas semanas, junto con videos que muestran imágenes recientes del narcotraficante más buscado, revivieron las especulaciones sobre el jugoso cálculo electoral que habría detrás de la detención del líder del Cártel del Pacífico. Capturar al mayor capo del narco en México y el más buscado por la DEA en plena campaña presidencial, sería un apetitoso botín político que beneficiaría indudablemente a la candidata del partido gobernante.
¿Puede ocurrir eso? Las señales apuntan a que sí. La confirmación de la PGR sobre que estuvieron a punto de detener a El Chapo en Los Cabos hace tres semanas, no hace sino reforzar la idea de que la captura de este peligroso delincuente, el más buscado en las listas de México y los Estados Unidos, puede ser “inminente”. Como si se quisiera preparar el terreno para decirnos que, tras 10 años de una sospechosa fuga de un penal de máxima seguridad, y de infructuosos intentos por atraparlo en al menos cuatro ocasiones conocidas, ahora sí “en cualquier momento puede caer” el capo de capos.
Curiosamente por estos días se difundió profusamente en las redes sociales un video que muestra a un supuesto Joaquín Guzmán Loera interrogando a un detenido. La autenticidad del material en video no fue confirmada pero tampoco desmentida por el gobierno mexicano o el estadunidense y representarían las primeras imágenes vistas del Chapo Guzmán desde que se fugó del Penal de Puente Grande, Jalisco, en febrero de 2002, hace exactamente 10 años.
Paralelo a que se vuelve a hablar de la posible captura de Guzmán Loera, la violencia del narcotráfico arrecia y afecta puntos geográficos hasta ahora libres de ese fenómeno. La captura en Guadalajara de un joven de 29 años, de nombre Erick Valencia Salazar, a quien presentan como capo del cártel “Nueva Generación” y sucesor del Nacho Coronel en tierras jalisicienses, confirma que, aun cuando cayera El Chapo Guzmán, una nueva generación, literalmente, de jóvenes capos está emergiendo en la industria del narco que dista mucho de estar menguada o disminuida como reza el discurso oficial.
Porque si a los 29 años el llamado “85” ya era cabeza, líder de un cártel, ¿a qué edad debió comenzar en la actividad delictiva y de narcotráfico para que antes de los 30 ya llegara a ese nivel? ¿qué edades promedio tienen sus operadores y sicarios o matones? ¿estamos ante una nueva ola generacional de capos juveniles y eso significa que los jóvenes ya no sólo son carne de cañón de los narcos sino que ahora también están tomando el control de las organizaciones delictivas?
Todo eso ocurre en un ambiente que, a escasas dos semanas de que arranquen las campañas presidenciales, se crispa con la violencia en varias ciudades. Guadalajara, la segunda ciudad del país, puesta en jaque por el joven de 29 años y su cártel; Saltillo y Torreón asediadas por balaceras diurnas y nocturnas por casi dos semanas consecutivas; Nuevo Laredo y Ciudad Victoria que vuelven a vivir jornadas de pánico, mientras en Durango vuelven a aparecer narcofosas con más cadáveres y en Ciudad Juárez se reanudan las muertes de mujeres violentadas.
Nada que parezca un cierre de sexenio o una guerra que se acerque a un cierre final. Más bien parece que la violencia resurge con fuerza, sin que los grupos del narcotráfico, “golpeados y menoscabados” en el discurso oficial, muestren signos de agotamiento. Capturaron a un chavo que dirigía un cártel, tal vez capturen a El Chapo en busca de votos para intentar la continuidad del partido gobernante, pero lo que no se ve en el horizonte es una disminución real de la violencia que sigue viviendo buena parte del país.
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