Enemigos en casa

Jesús Cantú

La selección de candidatos a los diversos puestos de elección popular puede dar al traste con el claro y persistente incremento en las preferencias electorales de la candidata presidencial del PAN, ya que las protestas y fracturas que dicha selección ha provocado pueden convertirse en el principal enemigo de Josefina Vázquez Mota para ganar la contienda electoral.

Y es que resulta tan importante tener una buena estrategia electoral y desarrollar una adecuada campaña, como conjuntar un buen grupo de candidatos y mantener la unidad del partido, pues tales factores permiten al abanderado presidencial sumar esfuerzos y votos. Y esto es exactamente lo que no sucede en el PAN, donde el calderonismo y los grupos locales (utilizando las prácticas fraudulentas que tanto condenaron los blanquiazules en el pasado) se apoderaron de las principales posiciones.

El resultado es una lluvia de impugnaciones y renuncias en al menos 14 de las 32 entidades, lo cual puede traducirse en una pérdida de apoyo para el blanquiazul y, por ende, para su candidata a la Presidencia de la República, que hoy parece una espectadora más en este proceso de selección interna.

En la lista nacional de candidatos al Senado, el grupo de Calderón se adjudicó ocho de las primeras 11 posiciones con mayores posibilidades de triunfo para el panismo. Y la captura de las candidaturas también se dio en las listas de aspirantes a diputados. Por ejemplo, en el caso de Nuevo León el CEN designó al controvertido alcalde regiomontano Fernando Larrazabal en el primer lugar de la lista de la tercera circunscripción y a Raúl Gracia (actual consejero de la Judicatura Estatal y otro de los líderes de la llamada “neocúpula”, acusada de manipular los padrones de militantes) para encabezar la fórmula, con lo cual les aseguraron una posición en la próxima legislatura.

Aunque en entidades donde se dieron procesos de selección interna abiertos a la militancia también se generaron fricciones, como en Chihuahua, donde Javier Corral documentó irregularidades, o en Coahuila, donde Jorge Zermeño denunció el rasurado del padrón y el uso de programas sociales.

La intromisión del presidente Felipe Calderón o la división de los panistas locales siempre ha sido fatal para el blanquiazul. Únicamente a manera de ejemplo se puede recordar que la intromisión presidencial fue uno de los factores determinantes para que el panismo perdiera, entre otras gubernaturas, la de Yucatán y San Luis Potosí; y que las divisiones de los grupos panistas impidieron el triunfo en Nuevo León y contribuyeron a la pérdida de Querétaro y Aguascalientes.

La intervención presidencial en la vida blanquiazul se dio desde el inicio de su gestión, al grado de adelantar la elección del presidente del Comité Ejecutivo Nacional para poder sacar a Manuel Espino y permitir el arribo de Germán Martínez, entonces muy allegado al presidente; tras su fracaso en las elecciones intermedias federales y estatales del 2009, donde el panismo únicamente ganó una de las seis gubernaturas en juego (Sonora), perdiendo Querétaro y San Luis Potosí, a Germán lo sucedió César Nava, igual o más cercano a Calderón que el propio Martínez, y finalmente llegó Gustavo Madero, quien, sin ser tan allegado al presidente como los otros dos, también es un instrumento del calderonismo.

Lo cierto es que en el transcurso del sexenio el panismo ha perdido cinco gubernaturas y obtenido cuatro, y aunque ganó en cantidad de población gobernada, eso se debió a que dos de las cuatro gubernaturas (Sinaloa y Puebla) las consiguió en coalición con la izquierda y, al menos en dos casos, con candidatos que renunciaron a sus partidos al ser marginados de la contienda (Baja California Sur y Sinaloa), es decir, en vísperas de la elección, por lo cual no pueden considerarse panistas.

Además, el saldo en el número absoluto de sufragios y los porcentajes de votación de las últimas elecciones, salvo en el caso de Michoacán, también es negativo, y hoy los panistas se encuentran ante la necesidad de revertir dicha tendencia si aspiran a alcanzar la Presidencia, justamente cuando para ello en nada contribuyen la intromisión presidencial y las pugnas internas.

Ni Calderón ni los grupos locales (que recurren a las peores prácticas del repertorio de fraudes electorales) piensan en el impacto que sus acciones pueden tener en la posibilidad de que su partido retenga la Presidencia; para ellos lo importante es asegurar una posición en la próxima legislatura, sin importar si ello implica un perjuicio para su partido y su candidata.

Y Josefina Vázquez Mota parece que ni siquiera se percató de la importancia de dicho proceso y piensa que ella sola puede conservar la tendencia alcista que muestran casi todas las encuestas de preferencia electoral. Todo indica que el enemigo lo tiene en casa y que sus propios correligionarios le harán más pesada la ya de por sí difícil tarea de posicionarse en el segundo lugar (como ellos aseguran que ya está) y luego remontar una todavía amplia diferencia con el puntero.

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