Lesiva falta de política industrial
Permuta entre Florence y Genaro
Carlos Fernández-Vega / México SA
Recientemente el gobierno chino hizo pública su preocupación por lo que considera una perspectiva económica no muy grata para su país en 2012, y el motivo para exteriorizar tal estado de ánimo es que el crecimiento de su producto interno bruto se limitaría a tan sólo 7.5 por ciento en este agitado año. Esta nación asiática acumula muchos años con tasas de crecimiento superiores a 8, 9 y hasta 11 por ciento anual, que la ha llevado rápidamente a ocupar la segunda posición internacional en lo que a poderío económico se refiere.
Del otro lado del planeta, el gobierno mexicano es feliz y se muestra orondo, porque en las últimas tres décadas a duras penas la economía nacional registra una tasa anual promedio de 2 por ciento. Y la diferencia entre ambos países no se limita al enorme diferencial en la materia descrita, sino en el aprovechamiento de uno y el derroche de otro de las oportunidades que esos gobiernos han procurado, o dicen haberlo hecho. Por ejemplo, desde tiempos de Carlos Salinas de Gortari (el padre del acuerdo que llevaría a los mexicanos al primer mundo), los diferentes inquilinos de Los Pinos han cacareado que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte es la panacea, que es el edén, aunque en los hechos no se refleje en el bienestar de los habitantes de esta República de discursos y que sólo haya potenciado la dependencia con el vecino del norte.
Al arrancar el TLCAN, el primer día de enero de 1994, dos indicadores comenzaron a reportar incrementos: las exportaciones hacia el vecino del norte y la migración de mano de obra hacia el mismo destino. Años después se presumió que los envíos de productos mexicanos habían crecido tanto, que México había conquistado el mercado del norte. Por su parte, China, sin mayores aspavientos, se metió a ese mismo mercado y desbancó a México en esos menesteres, de tal suerte que uno derrochó y el otro aprovechó. Como bien lo apunta un estudio de la Cámara Nacional de la Industria del Hierro y del Acero y del Centro de Investigación en Economía y Finanzas del Tecnológico de Monterrey, campus estado de México, la diferencia estriba en que la estrategia seguida por el gobierno del país asiático (fue resultado de) una planeación integral y de largo plazo, en donde sustentó el desarrollo industrial de regiones y sectores económicos clave, los cuales hoy son fundamentales para entender su éxito a nivel global. Por el contrario, en el caso de México la ausencia de una política industrial ha mermado la capacidad productiva y competitiva de sectores exportadores que antaño permitieron impulsar el crecimiento económico del país.
Se suponía que México sería el ganón en el marco del TLCAN, pero a 18 años de distancia sigue maquilando, ofreciendo servicios y reportando un crecimiento cada día menor. Por el contrario, y sin TLC, China se coló hasta la cocina en el mercado estadunidense, principalmente en renglones manufactureros estratégicos para la economía mexicana. Dado que México está supeditado a la evolución de la actividad productiva estadunidense, la irrupción de China ha sido un factor de competencia que lo ha marginado de las nuevas inversiones que durante la década de los años noventa disfrutó, apuntan la Canacero y el CIEN.
En su análisis, ambos organismos destacan que en principio, la liberalización (comercial de México) debió propiciar la posibilidad de generar encadenamientos productivos, economías de escala y una transferencia tecnológica capaz de consolidar el crecimiento económico del país, pero en la práctica los resultados no avalan que nuestra nación se encuentre en capacidad de enfrentar la creciente competencia de China. En este sentido, la política enfocada hacia la profundización del intercambio comercial con Estados Unidos y Canadá, dos de las principales potencias económicas, parecía acertada. No obstante, la falta de un programa nacional y regional de desarrollo industrial, los limitados apoyos a la industria nacional, el aumento de impuestos, las crisis y estancamientos económicos suscitados en 1995, 2001 y 2009, la falta de financiamiento bancario, la ineficacia de la banca de desarrollo, la debilidad del mercado interno, la inseguridad, los elevados costos de energéticos y de la inversión, constituyen algunos de los elementos que han dislocado la estrategia de apertura comercial implementada por México.
Otro elemento central es que la mayoría de las exportaciones mexicanas se concentra en bienes manufacturados, pero en aquellos vinculados con la maquila (alrededor de 45 por ciento del total). “Alrededor de este perfil exportador debe notarse que la mayoría de los productos asociados a la maquila están concebidos para el mercado estadunidense, no para competir en los mercados globales, ¿Cuál es la razón?: una proporción importante de las empresas exportadoras pertenecen a grupos trasnacionales que han basado su producción en México como parte de una estrategia enfocada en aprovechar las ventajas comparativas (el cada día más reducido costo de mano de obra, entre las principales) que el país ofrece y que les permite disminuir sus costos para ofrecerlos en el mercado estadunidense a un precio competitivo.
En cambio, la evolución de las exportaciones de China tiene su explicación en un programa cuidadosamente elaborado desde su gobierno. La creciente penetración de China en el mercado de Estados Unidos se ha dado en conjunción con un cambio sustantivo en la composición de su canasta exportadora. Para 1989, el principal producto de exportación hacia el mercado estadunidense se conformaba por juguetes y artículos para recreo, los cuales representaban 14.5 por ciento del total. El segundo lugar correspondía a máquinas y material eléctrico, mientras que el tercero eran prendas y accesorios para vestir (excepto de punto) que constituían el 13.6 y el 13.2 por ciento, respectivamente. Para 2011, la nación asiática colocó como los principales rubros a bienes con una mayor composición tecnológica; consolidó la clasificación de máquinas y material eléctrico y electrónico, aparatos y aplicaciones mecánicas, y en un lejano tercer lugar juguetes y artículos para recreo, con tan sólo 5 por ciento del total”.
En síntesis, la economía china es una poderosísima locomotora, mientras la mexicana a duras penas un bicitaxi del Centro Histórico.
Las rebanadas del pastel
Con ánimo propositivo, ¿qué tal una permuta de lugar de residencia entre Florence Cassez y Genaro García Luna?, o cuando menos que en la celda de la primera pongan una litera para acomodar al segundo.
Permuta entre Florence y Genaro
Carlos Fernández-Vega / México SA
Recientemente el gobierno chino hizo pública su preocupación por lo que considera una perspectiva económica no muy grata para su país en 2012, y el motivo para exteriorizar tal estado de ánimo es que el crecimiento de su producto interno bruto se limitaría a tan sólo 7.5 por ciento en este agitado año. Esta nación asiática acumula muchos años con tasas de crecimiento superiores a 8, 9 y hasta 11 por ciento anual, que la ha llevado rápidamente a ocupar la segunda posición internacional en lo que a poderío económico se refiere.
Del otro lado del planeta, el gobierno mexicano es feliz y se muestra orondo, porque en las últimas tres décadas a duras penas la economía nacional registra una tasa anual promedio de 2 por ciento. Y la diferencia entre ambos países no se limita al enorme diferencial en la materia descrita, sino en el aprovechamiento de uno y el derroche de otro de las oportunidades que esos gobiernos han procurado, o dicen haberlo hecho. Por ejemplo, desde tiempos de Carlos Salinas de Gortari (el padre del acuerdo que llevaría a los mexicanos al primer mundo), los diferentes inquilinos de Los Pinos han cacareado que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte es la panacea, que es el edén, aunque en los hechos no se refleje en el bienestar de los habitantes de esta República de discursos y que sólo haya potenciado la dependencia con el vecino del norte.
Al arrancar el TLCAN, el primer día de enero de 1994, dos indicadores comenzaron a reportar incrementos: las exportaciones hacia el vecino del norte y la migración de mano de obra hacia el mismo destino. Años después se presumió que los envíos de productos mexicanos habían crecido tanto, que México había conquistado el mercado del norte. Por su parte, China, sin mayores aspavientos, se metió a ese mismo mercado y desbancó a México en esos menesteres, de tal suerte que uno derrochó y el otro aprovechó. Como bien lo apunta un estudio de la Cámara Nacional de la Industria del Hierro y del Acero y del Centro de Investigación en Economía y Finanzas del Tecnológico de Monterrey, campus estado de México, la diferencia estriba en que la estrategia seguida por el gobierno del país asiático (fue resultado de) una planeación integral y de largo plazo, en donde sustentó el desarrollo industrial de regiones y sectores económicos clave, los cuales hoy son fundamentales para entender su éxito a nivel global. Por el contrario, en el caso de México la ausencia de una política industrial ha mermado la capacidad productiva y competitiva de sectores exportadores que antaño permitieron impulsar el crecimiento económico del país.
Se suponía que México sería el ganón en el marco del TLCAN, pero a 18 años de distancia sigue maquilando, ofreciendo servicios y reportando un crecimiento cada día menor. Por el contrario, y sin TLC, China se coló hasta la cocina en el mercado estadunidense, principalmente en renglones manufactureros estratégicos para la economía mexicana. Dado que México está supeditado a la evolución de la actividad productiva estadunidense, la irrupción de China ha sido un factor de competencia que lo ha marginado de las nuevas inversiones que durante la década de los años noventa disfrutó, apuntan la Canacero y el CIEN.
En su análisis, ambos organismos destacan que en principio, la liberalización (comercial de México) debió propiciar la posibilidad de generar encadenamientos productivos, economías de escala y una transferencia tecnológica capaz de consolidar el crecimiento económico del país, pero en la práctica los resultados no avalan que nuestra nación se encuentre en capacidad de enfrentar la creciente competencia de China. En este sentido, la política enfocada hacia la profundización del intercambio comercial con Estados Unidos y Canadá, dos de las principales potencias económicas, parecía acertada. No obstante, la falta de un programa nacional y regional de desarrollo industrial, los limitados apoyos a la industria nacional, el aumento de impuestos, las crisis y estancamientos económicos suscitados en 1995, 2001 y 2009, la falta de financiamiento bancario, la ineficacia de la banca de desarrollo, la debilidad del mercado interno, la inseguridad, los elevados costos de energéticos y de la inversión, constituyen algunos de los elementos que han dislocado la estrategia de apertura comercial implementada por México.
Otro elemento central es que la mayoría de las exportaciones mexicanas se concentra en bienes manufacturados, pero en aquellos vinculados con la maquila (alrededor de 45 por ciento del total). “Alrededor de este perfil exportador debe notarse que la mayoría de los productos asociados a la maquila están concebidos para el mercado estadunidense, no para competir en los mercados globales, ¿Cuál es la razón?: una proporción importante de las empresas exportadoras pertenecen a grupos trasnacionales que han basado su producción en México como parte de una estrategia enfocada en aprovechar las ventajas comparativas (el cada día más reducido costo de mano de obra, entre las principales) que el país ofrece y que les permite disminuir sus costos para ofrecerlos en el mercado estadunidense a un precio competitivo.
En cambio, la evolución de las exportaciones de China tiene su explicación en un programa cuidadosamente elaborado desde su gobierno. La creciente penetración de China en el mercado de Estados Unidos se ha dado en conjunción con un cambio sustantivo en la composición de su canasta exportadora. Para 1989, el principal producto de exportación hacia el mercado estadunidense se conformaba por juguetes y artículos para recreo, los cuales representaban 14.5 por ciento del total. El segundo lugar correspondía a máquinas y material eléctrico, mientras que el tercero eran prendas y accesorios para vestir (excepto de punto) que constituían el 13.6 y el 13.2 por ciento, respectivamente. Para 2011, la nación asiática colocó como los principales rubros a bienes con una mayor composición tecnológica; consolidó la clasificación de máquinas y material eléctrico y electrónico, aparatos y aplicaciones mecánicas, y en un lejano tercer lugar juguetes y artículos para recreo, con tan sólo 5 por ciento del total”.
En síntesis, la economía china es una poderosísima locomotora, mientras la mexicana a duras penas un bicitaxi del Centro Histórico.
Las rebanadas del pastel
Con ánimo propositivo, ¿qué tal una permuta de lugar de residencia entre Florence Cassez y Genaro García Luna?, o cuando menos que en la celda de la primera pongan una litera para acomodar al segundo.
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