Lorenzo Meyer / Agenda Ciudadana
Los Desilusionados
La desilusionada no es la única mirada posible ni la más objetiva, pero el análisis y juicio, que hace sobre los partidos políticos de donde proviene, contienen elementos de interés para quienes siguen dentro y, sobre todo, para quienes se encuentra fuera, pues todos son afectados por lo que ocurre en esas maquinarias políticas, sobre todo cuando ejercen el poder.
Al final del año pasado apareció un libro de Jorge Eugenio Ortiz Gallegos titulado “La mancha azul. Del PAN al Neopan al Priopan”, (México: Grijalbo, 2011). Se trata de una obra póstuma que resume las reflexiones del autor -murió en 2010- sobre el partido en que militó a lo largo de 47 años (equivalentes al 64% de la vida de ese partido y al 55% de la del autor). Es importante notar que el grueso de ese casi medio siglo en que Ortiz Gallegos fue parte del PAN, fue también la época en que ese partido ni podía ni quería gobernar, pues el régimen autoritario que entonces enmarcó la vida pública mexicana sólo permitió existir a la oposición en la medida en que ésta no pretendiera el poder. Por tanto, el grueso de la experiencia panista de Ortiz Gallegos tuvo lugar en un entorno donde sólo excepcionalmente su partido supo de alguna victoria legislativa o municipal. Fue necesario que pasara medio siglo antes de que el PRI, en 1989, se viera obligado, por su debilidad que no por respeto a los votantes, a aceptar el triunfo del primer gobernador panista (Baja California) y apenas en 1991 llegó al senado el primer panista.
El libro aquí comentado es obra de alguien que vivió para la política pero no de la política, lo cual es un dato muy importante para entender su tipo de mirada. Jorge Eugenio Ortiz Gallegos se ganó la vida en el campo de la economía privada, no de la pública. La compensación que él buscó y obtuvo de la política no fue material sino la satisfacción del deber cumplido: defender valores y principios propios democráticos en un país y en una época en que abundaban los súbditos pero escaseaban los ciudadanos.
El que “La mancha azul” sea obra póstuma no es irrelevante, pues hace que sus juicios no se expliquen por la búsqueda de posiciones personales en la disputa por el poder. No, la razón de la obra es, literalmente, saldar cuentas con la posteridad. Explicar por qué, alguien que dedicó la parte más productiva de su vida a un partido sin poder, lo abandona y denuncia justo en el momento en que ese partido puede ganar no sólo gubernaturas sino alzarse con la presidencia misma. De importancia menor, pero no desdeñable, es que el duro juicio que Ortiz Gallegos hace del PAN, se hace justo cuando los mexicanos estamos obligados a elaborar nuestro propio juicio en torno a los doce años del panismo en el poder.
Antecedentes
Este juicio duro sobre un partido en el que el autor militó casi una vida tiene antecedentes. Viene a la mente, por ejemplo, el caso del comunista Milovan Djilas, que tras ser vicepresidente de la Yugoslavia de Tito, fue encarcelado por disentir y ahí, en prisión, escribió “La nueva clase: análisis del régimen comunista”, (Buenos Aires: Sudamericana, 1957). Se trató de un durísimo “yo acuso” contra los partidos comunistas en el poder, pues se suponía que el fin último del esfuerzo comunista era poner fin a la sociedad de clases, pero en cambio dio a luz a una nueva clase dominante -la dirigencia de los partidos comunistas en el poder-, cuyo autoritarismo y privilegios fueron similares y a veces peores que el de las burguesías a las que habían desplazado.
Ortiz Gallegos renunció al PAN en 1992, en unión de José González Torres, Pablo Emilio Madero, Jesús González Schmall y Bernardo Bátiz, entre otros, que consideraron inaceptable la línea de negociación de su partido con el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, y que buscaba explotar a fondo la oportunidad que ofrecía a la dirigencia panista la debilidad de un presidente priista urgido de aliados para reestructurar la vieja coalición gobernante, debilitada por el fraude electoral de 1988 y que veía en la izquierda neocardenista a su enemigo real.
El Gran Cambio
La tesis central de “La mancha azul” está en el subtítulo: Neopan y Priopan, es decir, en los motivos que llevaron a un partido que dijo nacer para educar a México en la democracia y que terminó por convertirse en un partido con verdadera ansia de poder pero que, para alcanzarlo, permitió que tomara el mando un grupo de empresarios -los neopanistas- que en los 1980 se habían desencantado con el PRI. Ese neopanismo empresarial pactó con Salinas y empezó a compartir el poder. Así, el PAN se transformó en Neopan para luego asumir como propio el proyecto del PRI y llegar a ser tan semejante en programa y prácticas al partido fundado por Plutarco Elías Calles, que hoy se puede hablar de Priopan.
Primera Etapa, el Origen
Para el autor de “La Mancha azul” la vida del PAN se divide en tres etapas. La primera, de su fundación en 1939 hasta el gran fraude electoral de 1988. En ese medio siglo, la tarea de un partido de profesionistas católicos y urbanos fue crear conciencia entre los mexicanos del mal que afectaba a la nación: la gran corrupción creada y mantenida por el sistema priista. Su leit motiv fue el rescate de la dignidad del ciudadano y de la nación.
Manuel Gómez Morín, el fundador del partido, no consideró que el papel que debía jugar el PAN fuera el de una loyal opposition, pues no debía aspirar al poder sino empeñarse en señalar los errores del PRI, proponer nuevos caminos en nombre de una doctrina cuyo punto vital era el “bien común” y contribuir a crear un “nuevo orden” que sacara a México del “pantano moral” en el que lo habían hundido quienes sólo aspiraban al poder para abusar de él. Era un panismo optimista que suponía que si se mantenía fiel a sus principios, algún día la “mancha azul” cubriría al país.
El autor aceptó plenamente este planteamiento y él mismo intentó lo imposible: en pleno dominio del PRI se presentó como candidato a gobernador de Michoacán. A sus ojos, su previsible derrota fue producto del fraude rutinario (alega que logró el 64% del voto) pero la campaña cumplió su cometido: mostró la fibra moral del PAN.
Segunda Etapa: el Neopan
En los 1980 la “mancha azul” finalmente empezaría a extenderse, pero no porque sus ideas capturaran a la ciudadanía, sino porque el PAN fue capturado por los neopanistas. El descontento de los empresarios del norte, producto del fracaso económico priista (crisis de 1976 y 1982), coincidió con el ascenso del neoliberalismo en el mundo y todo ello desembocó en una especie de revuelta empresarial, encabezada por Manuel Clouthier, que se propuso apoderarse del PAN y convertirlo en un partido capaz de desplazar al PRI de “Los Pinos” y gobernar a México como se debía: como una gran empresa.
Los llamados “bárbaros del norte” -alrededor de tres mil empresarios o administradores de empresas metidos a panistas- pondrían al PAN en contacto con el verdadero poder político, “mandarían de vacaciones a la doctrina” y nacerían las “concertacesiones” entre panistas y Salinas de Gortari. El PAN se convirtió entonces en esa “loyal opposition” rechazada por Gómez Morín pero que sería más “loyal” que “opposition”. Ortiz Gallegos menciona a los responsables de lo que considera la perversión de la idea original del PAN, y en primer lugar señala al empresario chihuahuense Luis H. Álvarez. Para 1992, cuando el autor abandonó al PAN, ese partido ya había abandonado al autor y a los otros inconformes.
Tercera Etapa: el Priopan
La característica central de esta tercera etapa es el efecto negativo sobre el PAN cuando aceptó recibir dinero, y no sólo los millones del IFE, sino también otro de fuentes norteamericanas y europeas. El panismo que vivía para la política fue sepultado entonces por el que vivía de la política: la burocracia del partido, los cuadros panistas en las administraciones locales y federal y en el congreso. Fue el equivalente panista a la “nueva clase” que Djilas denunció hace más de medio siglo en el caso de los partidos comunistas.
Ortiz Gallegos expuso los orígenes y consecuencias de la evolución del PAN pero se negó a llevar su argumento hasta sus últimas conclusiones: que el PAN original es irrecuperable. En sus últimas líneas, Jorge Eugenio dice esperar que aún haya panistas que rechacen la ética de “logros egoístas” y vuelvan a la de la lucha “por la democracia del espíritu y el bien común”. Pero ¿Ese exhorto encontrará oídos receptivos? Ojalá, por el bien de México, pero el propio libro lleva a dudar de esa posibilidad.
RESUMEN
“La mirada desde adentro a la vida de un partido pero hecha ya desde afuera, puede resultar muy útil para entender su naturaleza más íntima”.
Los Desilusionados
La desilusionada no es la única mirada posible ni la más objetiva, pero el análisis y juicio, que hace sobre los partidos políticos de donde proviene, contienen elementos de interés para quienes siguen dentro y, sobre todo, para quienes se encuentra fuera, pues todos son afectados por lo que ocurre en esas maquinarias políticas, sobre todo cuando ejercen el poder.
Al final del año pasado apareció un libro de Jorge Eugenio Ortiz Gallegos titulado “La mancha azul. Del PAN al Neopan al Priopan”, (México: Grijalbo, 2011). Se trata de una obra póstuma que resume las reflexiones del autor -murió en 2010- sobre el partido en que militó a lo largo de 47 años (equivalentes al 64% de la vida de ese partido y al 55% de la del autor). Es importante notar que el grueso de ese casi medio siglo en que Ortiz Gallegos fue parte del PAN, fue también la época en que ese partido ni podía ni quería gobernar, pues el régimen autoritario que entonces enmarcó la vida pública mexicana sólo permitió existir a la oposición en la medida en que ésta no pretendiera el poder. Por tanto, el grueso de la experiencia panista de Ortiz Gallegos tuvo lugar en un entorno donde sólo excepcionalmente su partido supo de alguna victoria legislativa o municipal. Fue necesario que pasara medio siglo antes de que el PRI, en 1989, se viera obligado, por su debilidad que no por respeto a los votantes, a aceptar el triunfo del primer gobernador panista (Baja California) y apenas en 1991 llegó al senado el primer panista.
El libro aquí comentado es obra de alguien que vivió para la política pero no de la política, lo cual es un dato muy importante para entender su tipo de mirada. Jorge Eugenio Ortiz Gallegos se ganó la vida en el campo de la economía privada, no de la pública. La compensación que él buscó y obtuvo de la política no fue material sino la satisfacción del deber cumplido: defender valores y principios propios democráticos en un país y en una época en que abundaban los súbditos pero escaseaban los ciudadanos.
El que “La mancha azul” sea obra póstuma no es irrelevante, pues hace que sus juicios no se expliquen por la búsqueda de posiciones personales en la disputa por el poder. No, la razón de la obra es, literalmente, saldar cuentas con la posteridad. Explicar por qué, alguien que dedicó la parte más productiva de su vida a un partido sin poder, lo abandona y denuncia justo en el momento en que ese partido puede ganar no sólo gubernaturas sino alzarse con la presidencia misma. De importancia menor, pero no desdeñable, es que el duro juicio que Ortiz Gallegos hace del PAN, se hace justo cuando los mexicanos estamos obligados a elaborar nuestro propio juicio en torno a los doce años del panismo en el poder.
Antecedentes
Este juicio duro sobre un partido en el que el autor militó casi una vida tiene antecedentes. Viene a la mente, por ejemplo, el caso del comunista Milovan Djilas, que tras ser vicepresidente de la Yugoslavia de Tito, fue encarcelado por disentir y ahí, en prisión, escribió “La nueva clase: análisis del régimen comunista”, (Buenos Aires: Sudamericana, 1957). Se trató de un durísimo “yo acuso” contra los partidos comunistas en el poder, pues se suponía que el fin último del esfuerzo comunista era poner fin a la sociedad de clases, pero en cambio dio a luz a una nueva clase dominante -la dirigencia de los partidos comunistas en el poder-, cuyo autoritarismo y privilegios fueron similares y a veces peores que el de las burguesías a las que habían desplazado.
Ortiz Gallegos renunció al PAN en 1992, en unión de José González Torres, Pablo Emilio Madero, Jesús González Schmall y Bernardo Bátiz, entre otros, que consideraron inaceptable la línea de negociación de su partido con el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, y que buscaba explotar a fondo la oportunidad que ofrecía a la dirigencia panista la debilidad de un presidente priista urgido de aliados para reestructurar la vieja coalición gobernante, debilitada por el fraude electoral de 1988 y que veía en la izquierda neocardenista a su enemigo real.
El Gran Cambio
La tesis central de “La mancha azul” está en el subtítulo: Neopan y Priopan, es decir, en los motivos que llevaron a un partido que dijo nacer para educar a México en la democracia y que terminó por convertirse en un partido con verdadera ansia de poder pero que, para alcanzarlo, permitió que tomara el mando un grupo de empresarios -los neopanistas- que en los 1980 se habían desencantado con el PRI. Ese neopanismo empresarial pactó con Salinas y empezó a compartir el poder. Así, el PAN se transformó en Neopan para luego asumir como propio el proyecto del PRI y llegar a ser tan semejante en programa y prácticas al partido fundado por Plutarco Elías Calles, que hoy se puede hablar de Priopan.
Primera Etapa, el Origen
Para el autor de “La Mancha azul” la vida del PAN se divide en tres etapas. La primera, de su fundación en 1939 hasta el gran fraude electoral de 1988. En ese medio siglo, la tarea de un partido de profesionistas católicos y urbanos fue crear conciencia entre los mexicanos del mal que afectaba a la nación: la gran corrupción creada y mantenida por el sistema priista. Su leit motiv fue el rescate de la dignidad del ciudadano y de la nación.
Manuel Gómez Morín, el fundador del partido, no consideró que el papel que debía jugar el PAN fuera el de una loyal opposition, pues no debía aspirar al poder sino empeñarse en señalar los errores del PRI, proponer nuevos caminos en nombre de una doctrina cuyo punto vital era el “bien común” y contribuir a crear un “nuevo orden” que sacara a México del “pantano moral” en el que lo habían hundido quienes sólo aspiraban al poder para abusar de él. Era un panismo optimista que suponía que si se mantenía fiel a sus principios, algún día la “mancha azul” cubriría al país.
El autor aceptó plenamente este planteamiento y él mismo intentó lo imposible: en pleno dominio del PRI se presentó como candidato a gobernador de Michoacán. A sus ojos, su previsible derrota fue producto del fraude rutinario (alega que logró el 64% del voto) pero la campaña cumplió su cometido: mostró la fibra moral del PAN.
Segunda Etapa: el Neopan
En los 1980 la “mancha azul” finalmente empezaría a extenderse, pero no porque sus ideas capturaran a la ciudadanía, sino porque el PAN fue capturado por los neopanistas. El descontento de los empresarios del norte, producto del fracaso económico priista (crisis de 1976 y 1982), coincidió con el ascenso del neoliberalismo en el mundo y todo ello desembocó en una especie de revuelta empresarial, encabezada por Manuel Clouthier, que se propuso apoderarse del PAN y convertirlo en un partido capaz de desplazar al PRI de “Los Pinos” y gobernar a México como se debía: como una gran empresa.
Los llamados “bárbaros del norte” -alrededor de tres mil empresarios o administradores de empresas metidos a panistas- pondrían al PAN en contacto con el verdadero poder político, “mandarían de vacaciones a la doctrina” y nacerían las “concertacesiones” entre panistas y Salinas de Gortari. El PAN se convirtió entonces en esa “loyal opposition” rechazada por Gómez Morín pero que sería más “loyal” que “opposition”. Ortiz Gallegos menciona a los responsables de lo que considera la perversión de la idea original del PAN, y en primer lugar señala al empresario chihuahuense Luis H. Álvarez. Para 1992, cuando el autor abandonó al PAN, ese partido ya había abandonado al autor y a los otros inconformes.
Tercera Etapa: el Priopan
La característica central de esta tercera etapa es el efecto negativo sobre el PAN cuando aceptó recibir dinero, y no sólo los millones del IFE, sino también otro de fuentes norteamericanas y europeas. El panismo que vivía para la política fue sepultado entonces por el que vivía de la política: la burocracia del partido, los cuadros panistas en las administraciones locales y federal y en el congreso. Fue el equivalente panista a la “nueva clase” que Djilas denunció hace más de medio siglo en el caso de los partidos comunistas.
Ortiz Gallegos expuso los orígenes y consecuencias de la evolución del PAN pero se negó a llevar su argumento hasta sus últimas conclusiones: que el PAN original es irrecuperable. En sus últimas líneas, Jorge Eugenio dice esperar que aún haya panistas que rechacen la ética de “logros egoístas” y vuelvan a la de la lucha “por la democracia del espíritu y el bien común”. Pero ¿Ese exhorto encontrará oídos receptivos? Ojalá, por el bien de México, pero el propio libro lleva a dudar de esa posibilidad.
RESUMEN
“La mirada desde adentro a la vida de un partido pero hecha ya desde afuera, puede resultar muy útil para entender su naturaleza más íntima”.
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