El gabinete de mil 500 años

Jorge Fernández Menéndez

Para Bibiana, que me complementa, felicidades.


No creo que sume el anunciado gabinete de Andrés Manuel López Obrador, si llegara a ganar la elección presidencial, mil 500 años de edad, según lo dijo Josefina Vázquez Mota, pero por ahí va. El hecho es que, salvo algunos, como Marcelo Ebrard, que ya anda en los 52 años, los demás propuestos por el ex jefe de Gobierno rebasan con mucho esa edad y el problema no es, como lo mencionó Andrés Manuel, que sea un equipo “con experiencia”, sino que demuestra, quizá, mejor que ninguna otra cosa, la forma en que piensa Andrés Manuel y cuál es el México que añora.

López Obrador considera que los gobiernos revolucionarios concluyeron cuando él salió del PRI de Tabasco, a mediados de la administración de Miguel de la Madrid. En este sentido, José López Portillo, como él mismo se proclamó, fue el “último Presidente de la Revolución”. La posición de Manuel Bartlett en las listas del frente de izquierda como primero en la fórmula de Puebla se explica por la misma razón: para la corriente democrática que encabezaban Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, y a la que se incorporó López Obrador ya bien avanzado el proceso electoral de 1988, su precandidato era Manuel Bartlett y el precandidato al que no querían de forma alguna era Carlos Salinas de Gortari. Si hubiera sido Bartlett el candidato, no hubieran roto con el PRI, como lo confesó alguna vez Rodolfo González Guevara. No deja de ser una paradoja histórica que quienes operaron esa cuestionada elección, desde la Secretaría de Gobernación, aunque fuera del círculo del salinismo, haya sido Bartlett, mientras que en el corazón del salinismo operaron, en una posición privilegiada, entre otros, Manuel Camacho, Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal, hoy todos colocados en las primeras posiciones del equipo de Andrés Manuel.

Más allá de las anécdotas, el gabinete anunciado por López Obrador sólo puede generar una añoranza del tabasqueño por los viejos, buenos tiempos. En un país de jóvenes, con talentos indudables en todas las áreas de la vida social, Andrés Manuel dice que recurrirá, entre otros, a Elena Poniatowska, para la Secretaría de Cultura (que reemplazaría al Conculta), que está a punto de cumplir 80 años. Para Seguridad Pública a Manuel Mondragón y Kalb, quien desempeña ese cargo en el DF actualmente y tiene 76 años (quizá, por su desempeño, la única propuesta consistente en este grupo, aunque ser secretario de Seguridad Pública federal con más de 80 años debe ser algo desgastante). Recurriría a Bernardo Bátiz, para procurador general de la República, que no sólo tiene 75 años, sino que fue un desastre como procurador en el DF, durante la gestión de Andrés Manuel en la capital. José Agustín Ortiz Pinchetti, otro de los incondicionales de López Obrador, sería el secretario de Trabajo y Previsión Social y tiene 75 años. Para la Secretaría de Comunicaciones y Transportes, un área clave en cualquier proyecto de desarrollo, López Obrador buscaría al ingeniero Javier Jiménez Espriú, hace ya tiempo en el retiro, de 74 años. El investigador René Drucker sería el nuevo secretario de Ciencia, Tecnología e Innovación, pero René, al que ya se le fue hace tiempo la Rectoría de la UNAM, tiene 74 años. El ex ministro y ex presidente de la Suprema Corte de Justicia, Genaro Góngora Pimentel, de 74 años, sería su consejero jurídico y Jorge Eduardo Navarrete, su secretario de Relaciones Exteriores, a sus 71 años.

¿Realmente en el entorno del PRD no hay personajes más jóvenes, con una visión más moderna del país o del mundo? Los hay, pero no confía Andrés Manuel en ellos. Una cosa es la experiencia y la otra conformar una suerte de politburó al estilo del viejo Partido Comunista soviético, donde las promesas jóvenes rondaban los 60 años (o aquella vieja CTM, donde el responsable de la juventud cetemista, con Fidel Velázquez al mando, era un chavo de 50 años cumplidos, Zúñiga se apellidaba, si mal no recuerdo). El equipo y la campaña de Andrés Manuel, incluido el spot de Héctor Bonilla, huelen al pasado, no apuestan por el futuro sino por la restauración. Termina estando formado por hombres y mujeres a los que, por diversas razones, algunas lógicas, otras no, se les fue el tren del poder (como a López Obrador) y el ejercicio, más que de ambición de alcanzarlo, gira en torno a la añoranza de no tenerlo.

En ese contexto, se comprende mucho mejor aquella frase de Andrés Manuel respecto a su cansancio y a su retiro al rancho La Chingada, si llega a perder la elección. Pero, fuera de ello, hoy parece más evidente que nunca que la propuesta de López Obrador es el regreso a un México revolucionario que ya se fue hace demasiado tiempo y que las nuevas generaciones no pueden desear porque sencillamente nunca lo conocieron. Y en eso las encuestas no mienten.

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