Salvador García Soto
El presidente Felipe Calderón en dos tiempos. En el primero, en un acto de presión a los ministros de la Suprema Corte, a unas horas de que discutan el caso de Florence Cassez, donde les dice lo que deben hacer en el Poder Judicial: “cumplir la ley y proveer justicia, dar a cada quien lo que le corresponde”. Y en otro tiempo, en el dicho de una corresponsal en Washington, “el presidente de la guerra contra el narcotráfico que estaría temeroso de lo que venga después de su mandato y buscaría asilo político en otro país”.
En el primer caso, el de la francesa Cassez, Calderón reafirma que la francesa se le volvió -como muchos temas en su administración- una obsesión personal. Se negó a entregarla al gobierno de Francia con todo y tratados -lo que hubiera ahorrado tanta polémica, dicen algunos— y ahora se lanza en una cruzada personal para evitar que sea liberada por un fallo de la Corte; y de paso defiende otra vez a su cuestionado secretario de Seguridad, Genaro García Luna, a quien ministros señalan como autor del “montaje” que tergiversó este proceso judicial.
Calderón hizo del caso Cassez casi un asunto de “nacionalismo judicial” e, igual que Nicolás Sarkozy, convirtió el asunto jurídico en tema de reivindicación política. Cuando pide justicia para las víctimas y que los ministros antepongan ante todo sus derechos, el presidente no parece hablar de las familias de los más de 50 mil muertos en la guerra contra el crimen organizado. Si menciona, casi por primera vez en su sexenio, a “huérfanos, viudas, padres sin hijos”, pero lo hace sólo reforzar su alegato contra Cassez y su presión a la Corte.
Pero la segunda noticia de Calderón parece más preocupante. Según Dolia Estévez, corresponsal en Washington y colaboradora de Carmen Aristegui en radio, el presidente “teme por su vida, por lo que al terminar su mandato planea huir de México”. La periodista avecindada en Estados Unidos afirma que fuentes del gobierno de aquel país le informaron que Calderón le confió, en una reunión reciente a Luis Inacio Lula Da Silva que tenía miedo de ser asesinado por el narcotráfico, ante lo cual el ex mandatario de Brasil le ofreció asilo político en su país.
De acuerdo con Estévez ese temor de Calderón fue lo que lo llevó a respaldar a su antecesor Ernesto Zedillo en su petición de inmunidad diplomática ahora que ha sido acusado en Estados Unidos por la matanza de Acteal. Con su apoyo a Zedillo buscaría un precedente que impida juzgar a los ex presidentes, ante posibles demandas en su contra una vez que deje la presidencia por las miles de muertes y desapariciones ocurridas en su gobierno.
Hasta ahora Calderón ha negado que le preocupen los juicios a su actuación como gobernante y en una entrevista con el periodista Roberto Rock, en febrero de 2011, dijo abiertamente: “el único juicio que me preocupa es el de la historia”. Ahora parece que ya no es lo único que le preocupa. Y razones no deben faltarle.
NOTAS INDISCRETAS…
Millones de trabajadores, oficinistas y empleados dieron ayer muestras de civilidad al desalojar ordenadamente sus edificios y lugares de trabajo durante el temblor de 7.8 grados que azotó la ciudad. Después de un rato de espera en las calles todos volvieron a trabajar y a terminar su jornada laboral. Bueno, casi todos: los diputados federales igual desalojaron ordenadamente el Palacio de San Lázaro por el temblor, solo que ellos ya no volvieron a trabajar y se tomaron el día.
Desvergonzados… Ser presidente de la Comisión de Defensa de la Cámara de Diputados tiene sus privilegios, y si no pregúntenle al diputado Rogelio Cerda que cuando va a cazar a un rancho cinegético entre Nuevo León y Tamaulipas, pide que un convoy del Ejército lo acompañe durante toda la caza. No sea que el “cazado” sea él… Los dados mandan Escalera. Subimos.
El presidente Felipe Calderón en dos tiempos. En el primero, en un acto de presión a los ministros de la Suprema Corte, a unas horas de que discutan el caso de Florence Cassez, donde les dice lo que deben hacer en el Poder Judicial: “cumplir la ley y proveer justicia, dar a cada quien lo que le corresponde”. Y en otro tiempo, en el dicho de una corresponsal en Washington, “el presidente de la guerra contra el narcotráfico que estaría temeroso de lo que venga después de su mandato y buscaría asilo político en otro país”.
En el primer caso, el de la francesa Cassez, Calderón reafirma que la francesa se le volvió -como muchos temas en su administración- una obsesión personal. Se negó a entregarla al gobierno de Francia con todo y tratados -lo que hubiera ahorrado tanta polémica, dicen algunos— y ahora se lanza en una cruzada personal para evitar que sea liberada por un fallo de la Corte; y de paso defiende otra vez a su cuestionado secretario de Seguridad, Genaro García Luna, a quien ministros señalan como autor del “montaje” que tergiversó este proceso judicial.
Calderón hizo del caso Cassez casi un asunto de “nacionalismo judicial” e, igual que Nicolás Sarkozy, convirtió el asunto jurídico en tema de reivindicación política. Cuando pide justicia para las víctimas y que los ministros antepongan ante todo sus derechos, el presidente no parece hablar de las familias de los más de 50 mil muertos en la guerra contra el crimen organizado. Si menciona, casi por primera vez en su sexenio, a “huérfanos, viudas, padres sin hijos”, pero lo hace sólo reforzar su alegato contra Cassez y su presión a la Corte.
Pero la segunda noticia de Calderón parece más preocupante. Según Dolia Estévez, corresponsal en Washington y colaboradora de Carmen Aristegui en radio, el presidente “teme por su vida, por lo que al terminar su mandato planea huir de México”. La periodista avecindada en Estados Unidos afirma que fuentes del gobierno de aquel país le informaron que Calderón le confió, en una reunión reciente a Luis Inacio Lula Da Silva que tenía miedo de ser asesinado por el narcotráfico, ante lo cual el ex mandatario de Brasil le ofreció asilo político en su país.
De acuerdo con Estévez ese temor de Calderón fue lo que lo llevó a respaldar a su antecesor Ernesto Zedillo en su petición de inmunidad diplomática ahora que ha sido acusado en Estados Unidos por la matanza de Acteal. Con su apoyo a Zedillo buscaría un precedente que impida juzgar a los ex presidentes, ante posibles demandas en su contra una vez que deje la presidencia por las miles de muertes y desapariciones ocurridas en su gobierno.
Hasta ahora Calderón ha negado que le preocupen los juicios a su actuación como gobernante y en una entrevista con el periodista Roberto Rock, en febrero de 2011, dijo abiertamente: “el único juicio que me preocupa es el de la historia”. Ahora parece que ya no es lo único que le preocupa. Y razones no deben faltarle.
NOTAS INDISCRETAS…
Millones de trabajadores, oficinistas y empleados dieron ayer muestras de civilidad al desalojar ordenadamente sus edificios y lugares de trabajo durante el temblor de 7.8 grados que azotó la ciudad. Después de un rato de espera en las calles todos volvieron a trabajar y a terminar su jornada laboral. Bueno, casi todos: los diputados federales igual desalojaron ordenadamente el Palacio de San Lázaro por el temblor, solo que ellos ya no volvieron a trabajar y se tomaron el día.
Desvergonzados… Ser presidente de la Comisión de Defensa de la Cámara de Diputados tiene sus privilegios, y si no pregúntenle al diputado Rogelio Cerda que cuando va a cazar a un rancho cinegético entre Nuevo León y Tamaulipas, pide que un convoy del Ejército lo acompañe durante toda la caza. No sea que el “cazado” sea él… Los dados mandan Escalera. Subimos.
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