Del Coqueto a la novia del general: casos extraños

Jorge Fernández Menéndez

Hay muchas historias en el ámbito de la seguridad que no cuadran, que no nos permiten tener, ya no digamos una explicación, sino incluso un relato coherente de lo sucedido y, por lo tanto, ofrecen demasiadas lecturas contrapuestas, inducen, dirían algunos, al sospechosismo.

Vamos con tres de ellas que se dieron en los últimos días. La primera y la más notable, la fuga y la recaptura de César Armando Librado. Resulta que El Coqueto (vaya forma de apodar a un tipejo que secuestró, violó y asesinó a por lo menos ocho mujeres) fue detenido, presentado ante los medios y un par de días después, todavía seguía detenido en unas oficinas de la Subprocuraduría de Justicia del Estado de México, en Tlanepantla. Según la versión oficial, este hombre estaba custodiado por tres guardias de seguridad que se quedaron, los tres, dormidos entre las dos y las tres de la mañana. En ese lapso, el asesino se pudo quitar las esposas y los grilletes que lo atenazaban, pudo quitarle los cables a las computadoras de esa misma oficina como para hacer con ellos una suerte de cuerda por la cual bajar de una ventana ubicada a tres pisos de altura. La cuerda se rompió o zafó, dicen las autoridades, y él cayó al piso, provocándose una herida que le generó la fractura de vértebras en la espalda baja y en las piernas. Incapacitado y todo, se pudo escapar unos 800 metros hasta que consiguió que un carro lo llevara a su casa.

¿Cómo fue recapturado? No se sabe, la primera versión es que lo denunció su madre o algunos de los familiares que le dieron refugio. No volvió a ser presentado a los medios, pero se asegura que podría quedar paralítico por los golpes que recibió en su fuga. Las preguntas son obvias: si no podía caminar y así fue encontrado, ¿cómo se pudo escapar? Recordando otros casos, como el famoso de la niña Paulette, que apareció, según la versión oficial, muerta en su propia cama siete días después de que había desaparecido, pese a lo cual nadie se percató de que allí estaba su cuerpo, uno se queda con la impresión de que en la Procuraduría mexiquense las explicaciones más inverosímiles son cosa de todos los días.

Otra historia: la caída del jefe de seguridad de El Chapo Guzmán, un sicario apodado El fantasma, aparentemente muerto en un enfrentamiento en Quila, donde nació el narcotraficante Ismael El Mayo Zambada, en Sinaloa, no lejos de Culiacán. No sabemos con claridad si murió o no, si cayó en el enfrentamiento, si fue o no el hombre que llegó herido al hospital y que allí falleció. Si el operativo en sí lo hizo la Marina o si fue el Ejército e incluso qué tipo de enfrentamiento se dio, si fue consecuencia de una labor de seguimiento o porque los efectivos militares fueron atacados por sicarios. Me imagino que las labores de inteligencia que se pueden realizar en torno a la búsqueda de El Chapo pueden generar esta secrecía y confusión. Pero entonces que se dé una sola versión y se difunda. Hoy nadie sabe, en realidad, qué sucedió.

Luz del Carmen Solares, una joven mexicana, fue detenida en Madrid, acusada de haber contratado a los sicarios que acabaron con la vida del general Jorge Juárez Loera. Esta mujer habría contratado por escasos 50 mil pesos a los asesinos del general, que llegó a ocupar la tercera posición de mando más importante en la Secretaría de la Defensa Nacional y que tuvo una activa participación en la lucha contra el narcotráfico en Chihuahua y Durango.

Cuando se dio la muerte del general Juárez Loera se descartaron, originalmente, los temas personales, que ahora se dan por buenos. Llama la atención, además, que con la muerte de Juárez Loera, quien en 1997 se desempeñaba como director de la Policía Auxiliar del Distrito Federal en la etapa en que la Secretaría de Seguridad Pública capitalina fue controlada por militares al mando del general Salgado, sumen tres los generales que estuvieron al frente de la corporación capitalina en aquellos años, previos a la elección que ganó Cuauhtémoc Cárdenas, que terminaron asesinados.

Primero fue, en febrero de 2009, el general Mauro Enrique Tello Quiñones, asesinado la misma noche en que fue presentado a sus colaboradores cuando había sido designado jefe de Seguridad en Cancún. Al poco tiempo, sin conocer la fecha exacta y en circunstancias inciertas, desapareció en los límites de Sinaloa y Durango el general José Lamberto Ponce Lara cuando custodiaba un cargamento de oro y plata. Los tres habían sido investigados y procesados por la muerte de unos jóvenes de la colonia Buenos Aires en 1997, pero los tres habían podido mantener, luego de ser absueltos, una carrera exitosa y en los tres casos muy ligada a la lucha contra el narcotráfico. Pero los tres han muerto en circunstancias extrañas. Por lo pronto, el asesinato del general Juárez Loera fue calificado como una venganza de una joven con la que el general había mantenido una relación sentimental.

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