Francisco Rodriguez / Índice Político
Aquel 1994 fue un año especialmente turbulento en México. Comenzó con el levantamiento armado del llamado Ejército Zapatista de Liberación Nacional y continuó con una aplastante devaluación de la moneda nacional –tras un berrinche de Jorge Carpizo, entonces secretario de Gobernación–, así como con el asesinato del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio y, más tarde, de José Francisco Ruiz Massieu quien se desempeñaba como secretario general del PRI.
Especialmente doloroso y traumático fue el asesinato de Colosio, del cual se cumplen hoy 18 años.
De su breve vida se han escrito y escuchado miles de palabras, pero ningunas tan sentidas como las que pronunció su viuda, Diana Laura Riojas, durante el sepelio de Luis Donaldo.
Dijo su esposa, quien fallecería de un cáncer pocos meses después, que “fueron las balas del odio, del rencor y de la cobardía, las que interrumpieron la vida de Colosio. Dieron fin abrupto a su existencia, pero no a las ideas por las que luchó.
“La Patria ganó con la entrega, dedicación y empeño de este gran mexicano. Tenía una profunda vocación humanista. Él decía que en el centro de todos nuestros afanes, de todos nuestros esfuerzos, están el hombre, su bienestar y sus libertades.
“Luis Donaldo se definió a sí mismo como un mexicano de raíces populares, un hombre de gran sensibilidad y de gran nobleza. Siempre sintió un gran orgullo de ser heredero de una cultura del esfuerzo y no del privilegio. Siempre le apasionó convivir con el pueblo. Así pudo mantenerse fiel a su origen y ser auténtico.
“Un hombre vertical, riguroso con sí mismo, exigente con sus amigos, pero siempre brindando una gran lealtad. Estaba convencido de que dice más el ejemplo que la palabra. Ese fue Luis Donaldo, el hombre.
Su vida (fue) generosa en propuestas, compromisos y en el ejemplo de congruencia que nos legó.
“Nación y libertad, fueron sus grandes pasiones. Luis Donaldo dijo: La Nación es el valor más elevado para la sociedad, y la libertad es el bien más preciado del hombre. Su gran aspiración fue contribuir a la fortaleza de la Nación, y siempre pensó que la democracia y la justicia eran los caminos para defender nuestra soberanía.
“Él quería que cada mexicano tuviera el disfrute de las más amplias libertades. Pensaba que no hay dignidad sin libertades, y que éstas sólo se expresan cabalmente cuando el hombre puede decidir entre opciones, puede elegir y escoger su propio camino.
“Él quería un México más justo. Le ofendía y le lastimaba la pobreza. Creía que los abismos de desigualdad dividen a la Nación. El creyó que tenía las respuestas para esta Nación con hambre y sed de justicia. Por eso él quería ser Presidente de México.
“Él quería un cambio para México, pero un cambio con responsabilidad y rumbo. Que no echáramos por la borda lo que con tanto sacrificio hemos logrado, y un futuro claro de menor desigualdad y de más oportunidades. Luis Donaldo quería un futuro de paz y concordia. Quería un solo México. Sin divisiones, sin violencia, sin rencores entre hermanos.
“Lo dijo muchas veces: Quería ser Presidente, pero quería serlo con el voto convencido de los mexicanos, con elecciones ejemplares de las que nuestros hijos pudieran estar orgullosos. Ese era su compromiso democrático y lo predicó con el ejemplo.
“Luis Donaldo amaba a todo México…”
Y tras esas y otras palabras, Colosio regresó a la tierra que lo vio nacer en Magdalena de Kino, Sonora. Descanse en paz.
Índice Flamígero: ¡Bienvenido, señor Ratzinger! Su arribo esta tarde a tierras aztecas se da en circunstancias muy distintas a las existentes cuando su predecesor el señor Wojtyla vino en repetidas ocasiones a México. Hoy el país está destrozado merced a un par de administraciones públicas federales –me niego a llamarles gobiernos, pues la ingobernabilidad está en el mayor de sus apogeos– que, se ostentan como democristianas pero que, en los hechos, actúan violando todos y cada uno de los mandamientos que postula el credo con el que usted evangeliza. Han mentido, han matado, han tomado el nombre de Dios en vano, han deshonrado a sus predecesores, han cometido actos impuros, han levantado falsos testimonios, han robado y, sobre todo, han codiciado sólo para ellos lo que llaman el bien común: han codiciado el poder por el poder. Tome en consideración esto que le escribo, señor Ratzinger, para que sus mensajes a un pueblo victimizado y dolido no sólo sean de aliento y conmiseración. Actúe en consecuencia a su fe. Sea solidario con las víctimas. Incluso con aquellas que han sido abusadas por sus sacerdotes. Es esta una de las últimas oportunidades que su Iglesia tiene para no seguir perdiendo fieles. + + + Paciencia. ¡Ya sólo faltan 253 días!
Aquel 1994 fue un año especialmente turbulento en México. Comenzó con el levantamiento armado del llamado Ejército Zapatista de Liberación Nacional y continuó con una aplastante devaluación de la moneda nacional –tras un berrinche de Jorge Carpizo, entonces secretario de Gobernación–, así como con el asesinato del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio y, más tarde, de José Francisco Ruiz Massieu quien se desempeñaba como secretario general del PRI.
Especialmente doloroso y traumático fue el asesinato de Colosio, del cual se cumplen hoy 18 años.
De su breve vida se han escrito y escuchado miles de palabras, pero ningunas tan sentidas como las que pronunció su viuda, Diana Laura Riojas, durante el sepelio de Luis Donaldo.
Dijo su esposa, quien fallecería de un cáncer pocos meses después, que “fueron las balas del odio, del rencor y de la cobardía, las que interrumpieron la vida de Colosio. Dieron fin abrupto a su existencia, pero no a las ideas por las que luchó.
“La Patria ganó con la entrega, dedicación y empeño de este gran mexicano. Tenía una profunda vocación humanista. Él decía que en el centro de todos nuestros afanes, de todos nuestros esfuerzos, están el hombre, su bienestar y sus libertades.
“Luis Donaldo se definió a sí mismo como un mexicano de raíces populares, un hombre de gran sensibilidad y de gran nobleza. Siempre sintió un gran orgullo de ser heredero de una cultura del esfuerzo y no del privilegio. Siempre le apasionó convivir con el pueblo. Así pudo mantenerse fiel a su origen y ser auténtico.
“Un hombre vertical, riguroso con sí mismo, exigente con sus amigos, pero siempre brindando una gran lealtad. Estaba convencido de que dice más el ejemplo que la palabra. Ese fue Luis Donaldo, el hombre.
Su vida (fue) generosa en propuestas, compromisos y en el ejemplo de congruencia que nos legó.
“Nación y libertad, fueron sus grandes pasiones. Luis Donaldo dijo: La Nación es el valor más elevado para la sociedad, y la libertad es el bien más preciado del hombre. Su gran aspiración fue contribuir a la fortaleza de la Nación, y siempre pensó que la democracia y la justicia eran los caminos para defender nuestra soberanía.
“Él quería que cada mexicano tuviera el disfrute de las más amplias libertades. Pensaba que no hay dignidad sin libertades, y que éstas sólo se expresan cabalmente cuando el hombre puede decidir entre opciones, puede elegir y escoger su propio camino.
“Él quería un México más justo. Le ofendía y le lastimaba la pobreza. Creía que los abismos de desigualdad dividen a la Nación. El creyó que tenía las respuestas para esta Nación con hambre y sed de justicia. Por eso él quería ser Presidente de México.
“Él quería un cambio para México, pero un cambio con responsabilidad y rumbo. Que no echáramos por la borda lo que con tanto sacrificio hemos logrado, y un futuro claro de menor desigualdad y de más oportunidades. Luis Donaldo quería un futuro de paz y concordia. Quería un solo México. Sin divisiones, sin violencia, sin rencores entre hermanos.
“Lo dijo muchas veces: Quería ser Presidente, pero quería serlo con el voto convencido de los mexicanos, con elecciones ejemplares de las que nuestros hijos pudieran estar orgullosos. Ese era su compromiso democrático y lo predicó con el ejemplo.
“Luis Donaldo amaba a todo México…”
Y tras esas y otras palabras, Colosio regresó a la tierra que lo vio nacer en Magdalena de Kino, Sonora. Descanse en paz.
Índice Flamígero: ¡Bienvenido, señor Ratzinger! Su arribo esta tarde a tierras aztecas se da en circunstancias muy distintas a las existentes cuando su predecesor el señor Wojtyla vino en repetidas ocasiones a México. Hoy el país está destrozado merced a un par de administraciones públicas federales –me niego a llamarles gobiernos, pues la ingobernabilidad está en el mayor de sus apogeos– que, se ostentan como democristianas pero que, en los hechos, actúan violando todos y cada uno de los mandamientos que postula el credo con el que usted evangeliza. Han mentido, han matado, han tomado el nombre de Dios en vano, han deshonrado a sus predecesores, han cometido actos impuros, han levantado falsos testimonios, han robado y, sobre todo, han codiciado sólo para ellos lo que llaman el bien común: han codiciado el poder por el poder. Tome en consideración esto que le escribo, señor Ratzinger, para que sus mensajes a un pueblo victimizado y dolido no sólo sean de aliento y conmiseración. Actúe en consecuencia a su fe. Sea solidario con las víctimas. Incluso con aquellas que han sido abusadas por sus sacerdotes. Es esta una de las últimas oportunidades que su Iglesia tiene para no seguir perdiendo fieles. + + + Paciencia. ¡Ya sólo faltan 253 días!
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