Amor… no tener que pedir perdón

Carlos Ramírez / Indicador Político

Si las cosas van como se ven, no falta mucho para que el candidato neopopulista Andrés Manuel López Obrador le otorgue la razón a Felipe Calderón y reconozca que el PRD sí perdió las elecciones presidenciales del 2006.

En su fase de predicador, López Obrador anda otorgando el perdón a todos los que hagan cola y sientan que no pueden irse de este mundo sin su bendición. Pero en el fondo, como siempre, el tabasqueño es bastante tramposo: otorga el perdón… a quienes él mismo debería ofrecer disculpas y solicitar su perdón.

Mañoso como pejelagarto, el candidato neopopulista por segunda ocasión y aún presidente legítimo de la república se ha negado a disculparse y solicitar el perdón por sus pecados políticos del 2006. Y como aquí se ha insistido, son muchos:

1.- El plantón en el circuito Zócalo-Reforma-Periférico después de las elecciones presidenciales y del primer reporte institucional del IFE, en realidad no fue para contener la violencia, sino para obligar al Tribunal Electoral a darle la victoria a López Obrador sin haberla acreditado con votos. En el fondo, el propio tabasqueño azuzaba a las masas en el Zócalo para enardecerlas y luego ofrecerse como el tranquilizador.

2.- López Obrador dijo que había ganado con 10 puntos de ventaja, con 500 mil votos y no respetó el acuerdo de evitar declaraciones de triunfo. Asimismo prometió públicamente cinco veces --dos más que San Pedro al negar a Jesucristo-- que respetaría el resultado electoral y que aceptaría la derrota así fuera por un voto; perdió por más de 250 mil votos y, como siempre, se negó a cumplir su compromiso.

3.- López Obrador dio la orden al PRD de impedir la ceremonia de toma de posesión de Felipe Calderón como el único presidente legítimo de la República y varios perredistas cerraron los accesos al pleno y metieron clandestinamente bombas molotov para literalmente reventar la transmisión del poder presidencial. Al fracasar en su intento, López Obrador ordenó al PRD y a sus seguidores no reconocer la presidencia institucional de Calderón y tratarlo como un espurio, orden que los perredistas acataron e inclusive hasta la fecha Marcelo Ebrard Casaubón se niega a reconocer públicamente --las fotos y un saludo no valen-- la jerarquía de Calderón y sigue huyendo cómicamente --como de película muda-- cada vez que asiste por fuerza a un evento federal.

4.- Si de veras López Obrador ya perdonó a Calderón, entonces debe una declaración pública de que Calderón es el Presidente constitucional de la República; si no lo hace, entonces sus perdones son hipócritas.

5.- López Obrador se salió del camino de las instituciones y se convirtió en un renegado de la política el 20 de noviembre de 2006, cuando tomó protesta como presidente legítimo de la república y exigió a sus colaboradores que le llamaran Señor Presidente. Asimismo López Obrador designó públicamente a su gabinete presidencial y le otorgó salario. En la ceremonia de toma de posesión como presidente legítimo, a López Obrador le pusieron su simbólica banda presidencial y lo sentaron en la Silla del Águila presidencial, además de jurar la Constitución.

6.- Hasta ahora, López Obrador no ha incluido en sus perdones amorosos una disculpa por la payasada de la presidencia legítima; por tanto, el tabasqueño está impedido a ser candidato porque constitucionalmente en México está prohibida la reelección presidencial; si quiere ser serio, entonces debe reconocer que la presidencia legítima fue una tomadura de pelo al pueblo, porque si renuncia estaría reconociendo su periódico presidencial y lo suyo sería un intento de reelección. López Obrador usó su presidencia legítima para desconocer el resultado legal e institucional de las elecciones del 2006.

Muy a su manera, López Obrador ha definido su propuesta de república amorosa y se ha dedicado a otorgar perdones y vender indulgencias --como a Manuel Bartlett Díaz--, pero sobre temas marginales; el punto central fue que en el 2006 López Obrador hizo hasta lo imposible para impedir la toma de posesión de Calderón y meter al país a una crisis constitucional similar a un golpe de Estado al evitar la ceremonia de protesta por el poder; la intención fue la de evitar que hubiera presidente jurado de la República y entonces convocar a nuevas elecciones.

En política los perdones y las disculpas no valen si no van asociadas a explicaciones racionales de comportamientos irracionales pasados. El perdón y la disculpa es una forma de eludir las responsabilidades legales y políticas de conductas que pusieron al país en la orilla de la ruptura institucional y que quieren resanarse con un “ustedes perdonarán”. El país perdió el rumbo democratizador por la conducta renegada de López Obrador, Marcelo Ebrard y el PRD y hoy los tres quieren más espacios políticos institucionales, como si nada hubiera ocurrido en estos cinco años.

López Obrador seguirá arrastrando la desconfianza hasta en tanto no resuelva el asunto de la presidencia legítima, porque durante cinco años la utilizó para no reconocer su derrota y evitar --eso sí-- que sus seguidores lo abandonaran. Durante cinco años el tabasqueño negó la institucionalidad de la República y hoy paradójicamente regresa al mismo sendero --en tercer lugar en todas las encuestas--, pero sin abandonar su espacio del gobierno legítimo. ¿Qué va a hacer López Obrador con su presidencia legítima si pierde las elecciones? ¿Se reelegirá o hará una transmisión del poder a su sucesor Manuel Clouthier Carrillo, y pedirá su pensión como ex presidente legítimo?

El problema de López Obrador es que tiene más negativos que positivos, aunque ande por el mundo ofreciendo perdones cuando le debe a la República una disculpa por el desorden del 2006 y lo que lleva de su sexenio legítimo.

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