Ricardo Alemán
Si algún ciudadano, y potencial elector, tenía dudas sobre la cultura tramposa del candidato presidencial de las izquierdas, seguramente las disipó el pasado jueves. ¿Por qué?
Porque en la propia casa del árbitro electoral —en las instalaciones del IFE— Andrés Manuel López Obrador no sólo ridiculizó a los consejeros y a su presidente, sino que, de manera ilegal —y en sus barbas—, presidió el más grosero acto adelantado de campaña.
¿Y qué dijeron los sumisos consejeros del IFE ante esa flagrante ilegalidad?
Nada, prefirieron quedarse calladitos —como si se vieran más bonitos— y sólo bajaron la cabeza, mientras el candidato de las izquierdas despidió a “Leo Valdés”, jefe del IFE, con una simbólica palmadita en la espalda: Y, claro, con eso se dio por satisfecho quien preside un colegiado nada ciudadano y vergonzosamente interesado y parcial. Pero vamos por partes.
En realidad, el acto adelantado de campaña que protagonizó AMLO en el mismísimo IFE, no es más que la muestra semanal de su cultura tramposa. Y si quieren ejemplos de patológica cultura de la trampa, van algunas perlas. Para empezar, basta recordar que AMLO negó los vínculos mafiosos con el rey de la transa, el señor René Bejarano.
Pero, además, y a los ojos de todos, AMLO fue cómplice de la fuga de Gustavo Ponce, el secretario de Finanzas del gobierno de López Obrador, que se daba vida de magnate en Las Vegas. Otra. Todos vieron el insultante despilfarro en pagos de privilegio, como el del chofer de AMLO, Nico, que ganaba carretadas, por ser “amigo del jefe”.
Está en la memoria de los que quieran verlo, que AMLO ordenó a la Asamblea Legislativa del DF que escondiera diez años los gastos de los segundos pisos, porque son un cochinero que en unos cuantos años saldrá a la luz. Todos saben —y pocos lo quieren reconocer— que AMLO vive muy bien, con lujos clasemedieros, cuando en los últimos seis años no ha tenido un trabajo formal. Y, claro, todos saben que no vive de la caridad pública, como suele engañar.
Todos saben que AMLO hizo trampa en Iztapalapa al imponer a Juanito, para luego quitarlo del cargo de jefe delegacional e imponer a su preferida, la fiel Clara Brugada, de cuyo gobierno —según no pocas voces de la propia izquierda— salen carretadas de dinero para alimentar a la claque política de AMLO. Todos saben que —ante el riesgo de la veda— Andrés López le dijo públicamente a su vocera que, para trampear la veda electoral, pediría a los jefes nacionales del PRD, el PT y Convergencia que se registraran como candidatos presidenciales. Y, claro, la trampa quedó exhibida, cuando las redes sociales tundieron a AMLO por tramposo.
Y si aún existen dudas, ayer lunes AMLO mandó a “miembros de su gabinete” a que den a conocer su programa de gobierno. Y el primero en hacer la trampa fue nada menos que Adolfo Hellmund, el dizque secretario de Energía. La trampa en pleno, pues.
Pero acaso lo más ridículo no sea que AMLO es un político tramposo.
No, lo verdaderamente reprobable para el proceso electoral mexicano es que AMLO también es impune ante los árbitros electorales. Por eso la gran pregunta: ¿Por qué AMLO goza de total impunidad, ante árbitros electorales como el IFE? La respuesta es elemental y está a la vista de todos.
Primero, porque AMLO impuso, a través de Arturo Núñez, al presidente del IFE, Leonardo Valdés. En otras palabras, que luego de provocar la destrucción del IFE, Andrés López se quedó con la presidencia del IFE.
Segundo, porque consejeros como Alfredo Figueroa, Lorenzo Córdova y María Marbán —además del multicitado Valdés, claro— son cuotas de las llamadas izquierdas y su llegada al IFE fue palomeada por AMLO.
Y, tercero, porque el IFE estuvo en falta constitucional, por más de un año, justamente porque los dueños del PAN, el PRD y el PRI se apropiaron del árbitro electoral y pretendieron quedarse con la tajada mayor. Y, en efecto, al final resulta que AMLO se quedó con la mayor tajada. Consiguió un IFE a modo. Y lo tiene.
Y la mejor evidencia de que el IFE es un árbitro a modo la vimos el pasado jueves, cuando AMLO regañó a consejeros y presidente del IFE, a sus piezas en el Consejo General y, en sus barbas, les recetó un grosero acto anticipado de campaña. ¿Y qué creen? ¡Sorpresa!, que nadie en el IFE fue capaz de la menor crítica. Igual que ninguno de los árbitros ha dicho nada de la campaña adelantada que AMLO realiza por todo el país. ¿Alguien puede creer en la certeza, legalidad, imparcialidad y transparencia de una elección, con un árbitro como ése? Al tiempo.
Si algún ciudadano, y potencial elector, tenía dudas sobre la cultura tramposa del candidato presidencial de las izquierdas, seguramente las disipó el pasado jueves. ¿Por qué?
Porque en la propia casa del árbitro electoral —en las instalaciones del IFE— Andrés Manuel López Obrador no sólo ridiculizó a los consejeros y a su presidente, sino que, de manera ilegal —y en sus barbas—, presidió el más grosero acto adelantado de campaña.
¿Y qué dijeron los sumisos consejeros del IFE ante esa flagrante ilegalidad?
Nada, prefirieron quedarse calladitos —como si se vieran más bonitos— y sólo bajaron la cabeza, mientras el candidato de las izquierdas despidió a “Leo Valdés”, jefe del IFE, con una simbólica palmadita en la espalda: Y, claro, con eso se dio por satisfecho quien preside un colegiado nada ciudadano y vergonzosamente interesado y parcial. Pero vamos por partes.
En realidad, el acto adelantado de campaña que protagonizó AMLO en el mismísimo IFE, no es más que la muestra semanal de su cultura tramposa. Y si quieren ejemplos de patológica cultura de la trampa, van algunas perlas. Para empezar, basta recordar que AMLO negó los vínculos mafiosos con el rey de la transa, el señor René Bejarano.
Pero, además, y a los ojos de todos, AMLO fue cómplice de la fuga de Gustavo Ponce, el secretario de Finanzas del gobierno de López Obrador, que se daba vida de magnate en Las Vegas. Otra. Todos vieron el insultante despilfarro en pagos de privilegio, como el del chofer de AMLO, Nico, que ganaba carretadas, por ser “amigo del jefe”.
Está en la memoria de los que quieran verlo, que AMLO ordenó a la Asamblea Legislativa del DF que escondiera diez años los gastos de los segundos pisos, porque son un cochinero que en unos cuantos años saldrá a la luz. Todos saben —y pocos lo quieren reconocer— que AMLO vive muy bien, con lujos clasemedieros, cuando en los últimos seis años no ha tenido un trabajo formal. Y, claro, todos saben que no vive de la caridad pública, como suele engañar.
Todos saben que AMLO hizo trampa en Iztapalapa al imponer a Juanito, para luego quitarlo del cargo de jefe delegacional e imponer a su preferida, la fiel Clara Brugada, de cuyo gobierno —según no pocas voces de la propia izquierda— salen carretadas de dinero para alimentar a la claque política de AMLO. Todos saben que —ante el riesgo de la veda— Andrés López le dijo públicamente a su vocera que, para trampear la veda electoral, pediría a los jefes nacionales del PRD, el PT y Convergencia que se registraran como candidatos presidenciales. Y, claro, la trampa quedó exhibida, cuando las redes sociales tundieron a AMLO por tramposo.
Y si aún existen dudas, ayer lunes AMLO mandó a “miembros de su gabinete” a que den a conocer su programa de gobierno. Y el primero en hacer la trampa fue nada menos que Adolfo Hellmund, el dizque secretario de Energía. La trampa en pleno, pues.
Pero acaso lo más ridículo no sea que AMLO es un político tramposo.
No, lo verdaderamente reprobable para el proceso electoral mexicano es que AMLO también es impune ante los árbitros electorales. Por eso la gran pregunta: ¿Por qué AMLO goza de total impunidad, ante árbitros electorales como el IFE? La respuesta es elemental y está a la vista de todos.
Primero, porque AMLO impuso, a través de Arturo Núñez, al presidente del IFE, Leonardo Valdés. En otras palabras, que luego de provocar la destrucción del IFE, Andrés López se quedó con la presidencia del IFE.
Segundo, porque consejeros como Alfredo Figueroa, Lorenzo Córdova y María Marbán —además del multicitado Valdés, claro— son cuotas de las llamadas izquierdas y su llegada al IFE fue palomeada por AMLO.
Y, tercero, porque el IFE estuvo en falta constitucional, por más de un año, justamente porque los dueños del PAN, el PRD y el PRI se apropiaron del árbitro electoral y pretendieron quedarse con la tajada mayor. Y, en efecto, al final resulta que AMLO se quedó con la mayor tajada. Consiguió un IFE a modo. Y lo tiene.
Y la mejor evidencia de que el IFE es un árbitro a modo la vimos el pasado jueves, cuando AMLO regañó a consejeros y presidente del IFE, a sus piezas en el Consejo General y, en sus barbas, les recetó un grosero acto anticipado de campaña. ¿Y qué creen? ¡Sorpresa!, que nadie en el IFE fue capaz de la menor crítica. Igual que ninguno de los árbitros ha dicho nada de la campaña adelantada que AMLO realiza por todo el país. ¿Alguien puede creer en la certeza, legalidad, imparcialidad y transparencia de una elección, con un árbitro como ése? Al tiempo.
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