¿Y la refinería?

Gregorio Ortega Molina / La Costumbre Del Poder

Muchos arreglos se amarraron y unas cuantas complicidades se rompieron, pero la construcción de una nueva refinería de Pemex -para el impulso del desarrollo y mejorar la economía doméstica de los mexicanos- se decidió, e incluso después de una tensa competencia entre Guanajuato e Hidalgo, se determinó que, otra vez, fuese en un lugar cercano a Tula, pero nada sucede.

A la sociedad le quedan claras las razones por las cuales Vicente Fox quedó impedido para que durante su administración se construyera el nuevo aeropuerto de la ciudad de México. Todo concluyó con el parche de la Terminal II, que de haberse anticipado la propiciada y teledirigida quiebra de Mexicana de Aviación, no hubiese sido necesaria. América del Valle está libre, aunque es perseguida, y el sexenio de la alternancia debió contentarse con la biblioteca José Vasconcelos.

El caso de la refinería adquiere otra dimensión, porque corresponde a la federación iniciarla y concluirla, y en ningún momento ha queda claro el motivo por el cual nada se ha hecho, nada se ha iniciado, como si fuese de interés ideológico, partidista y además económico no construirla para servir a los intereses de Estados Unidos, con el propósito de todavía empequeñecer más a Pemex.

Ahora se empeñan con hacer del Puente Baluartes la obra del sexenio, pero estaba sobreentendido que ésta sería la puesta en marcha de una nueva refinería, para reducir las importaciones de gasolina y fortalecer la economía de la paraestatal, para quitarle de encima el enorme peso de sus aportaciones fiscales y posponer los compromisos inherentes a la globalización, pero tal parece que lo que interesa es lo contrario: desincorporar la industria petrolera y dejarla en manos del marcado y el poderío económico de las petroleras estadounidenses.

Para hacer menos difícil la decisión de no ceder a la presión internacional que insiste en poner criterios a la privatización de Pemex, es necesario recordar que la venta al exterior de petróleo le representa a México una tercera parte de los ingresos del gobierno; que es el séptimo mayor productor de crudo del mundo e importante proveedor a Estados Unidos, y prevé un producción promedio de 2.7 millones de bpd en el 2012.

Desde el 2008 el gobierno federal decidió que México tenía que privatizar Pemex, propósito que concretó al ceder a particulares la explotación del crudo para poder obtener petróleo de aguas profundas.

Entonces, ¿para qué tanto “irigote” con la refinería, si por compromisos internacionales previamente adquiridos no podrían construirla? ¿Hay otra explicación? Felipe Calderón deberá rendir cuentas por este hecho que empobrece a México.

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