Veda electoral: tabla de salvación para candidatos

Jorge Diaz

Nada puede ser mejor para un niño o niña en la primaria o secundaria, que escuchar el divino sonido del timbre para salir al recreo cuando el maestro o maestra, está acosándolo para que responda esa pregunta que nada más no llega al cerebro necesitado de glucosa y relajo. Durante el descanso en el mejor de los casos, algunos revisarán sus apuntes para recordar la respuesta, otros, apostarán al olvido y prisa por avanzar del profesor para librarse del tormento. En el box, cuando falta fuerza para tirar un buen gancho y tienes al contrincante encima de ti, lo que quieres es que suene la campana y acabe el round, agua fresca, descanso, instrucciones.

Pues me atrevo a asegurar que lo mismo representó para los candidatos a la presidencia de la república la veda electoral decretada por el IFE, absurda ley y tabla de salvación en la que están más confortables que nunca. Ojalá y así fuera la vida, la campaña y hasta la etapa en la que sea presidente, pensarán. Ante la ausencia de ideas, falta de compromiso y miedo a ser atrapados por una declaración desafortunada: ¡Bienvenido el silencio forzoso! De entre más de ciento diez millones de mexicanos, sólo tres (bueno, cuatro; bueno…tres y medio) están obligados a no presentar propuestas ni respuestas y de paso, aspirar al máximo cargo del país.

El ciudadano está ávido de respuestas, pero a ellos los salvó la campana y como a partir del último día de Marzo los aspirantes a ser “líderes de la nación” andarán de prisas, pues ni modo que se detengan a responder una por una las dudas de los electores. Para ellos será el mitin, el spot y la disculpa porque el tiempo apremia.

Pero eso sí, los aspirantes nunca aceptarán el alivio que representa no tener que estar poniendo la cara sin querer o sin saber qué decir. Toda vez que flotan en esa tabla de cuarenta y cinco días, lo suyo es poner la cara de resignación y declararse respetuosos de la ley y por tanto, irse a casa para guardar votos de silencio. Todo aquel periodista que intente formularles una pregunta comprometedora, se verá en el riego que le devuelvan un: “prefiero no contestar eso, para no poner en riesgo mi candidatura al responder en sentido contrario a lo que marca la ley electoral en la que estamos” y tan tan. Sólo lo que convenga lo habrán de responder y lo que no, cuentan con el salvoconducto.

Ante la evidente falta de conocimiento o voluntad de los candidatos para no explicar el cómo de sus propuestas y el rumbo que ofrecen para los próximos seis años, no hay mayor beneficiario de la ley del silencio impuesta por el IFE, que ellos mismos.

La indignación de medios y ciudadanos frente a la absurda imposición, debería trascender el reclamo del derecho a estar informados sobre las ideas, personalidades, historia y experiencia de gobierno de los contendientes, y elevarlo hacia donde está lo más grave; es decir, apuntando la evidente incompetencia que priva en los aspirantes al haber acogido con oculto regocijo el divino sonido del timbre para salir al recreo.

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