Un posible efecto de “La Chingada”

Jorge Diaz

Todos tomamos parte de lo comentado por Andrés Manuel López Obrador la semana pasada en una reunión privada y le damos miles de interpretaciones. Azules y tricolores además de aquellos que aun sin partido engrosan las cifras de negativos del tabasqueño en las encuestas, se mofan e interpretan en sus palabras, la imagen de un líder abatido antes de su más importante contienda.

Aunque obvio, cabe resaltar que todos los desplantes de sus adversarios en el pasado inmediato, en sentido de darlo por descartado como fuerte aspirante a la presidencia (encuestas en mano), fueron en el fondo profundas preocupaciones por la posibilidad de verlo arrancándole el segundo lugar a Vázquez Mota y de ahí, enfilarse a la madre de todas las batallas. De otra manera no se explica la carretonada de declaraciones e insultos los últimos días vía personajes de toda índole en diversos foros. Dicen por ahí que “el miedo no anda en burro” y por ello, se recurrió a lo que es bien nuestro: hacer leña del árbol caído, pero está por verse.

Es entendible el pasmo de los seguidores del de Macuspana; a bote pronto, todo mundo puede pensar que los comentarios (referentes a su falta de vigor y cansancio) perjudican sobremanera las aspiraciones de su líder; sin embargo, y sólo como hipótesis, el efecto puede ser contrario y desde la Chingada, se puede ir directo al segundo lugar.

Me explico, es perfectamente reconocido en el mundo entero, la tendencia que tiene una gran cantidad de personas a sentir compasión, solidarizarse con el que más se ha esforzado pero que por circunstancias ajenas a sus posibilidades, se va quedando atrás, con un gran sentimiento dentro de su corazón, pero con piernas que no le responden. Cuando no se trata de fanáticos, la gente que disfruta de ver su deporte favorito casi siempre siente simpatía con el que va perdiendo, sobre todo, cuando quien va abajo ha demostrado un enorme deseo y ha luchado con todo lo que tiene para obtener la victoria pero aun así, no le alcanza.

Entonces el espectador lo alienta, se convierte en un jugador más que lo acompaña y empuja. De darse el milagro, el gozo de ver a ese que ya daban por derrotado los comentaristas remontar el marcador y llevarse el triunfo, es indescriptible. Los mundiales de futbol, son un claro ejemplo de lo que acabo de exponer.

Suponiendo que el equipo de campaña de López Obrador supere rápido el shock y trate de utilizar a favor el desaguisado, podrían sacar provecho de esta imagen de líder que ha luchado prácticamente sólo y que se está quedando sin aliento, para apelar a la compasión del mexicano y solicitarle: “Préstale tus brazos y piernas para llegar al cambio” o “Sí estoy cansado, pero de las injusticias que vive el país…” y bla, bla, bla. Slogans habría muchos, para eso están los mercadólogos, pero la posibilidad de explotar la idea entre los potenciales electores de no dejarlo caer, aunque muy difícil, con recursos (que los tienen) podría funcionar. Al menos lo podrían intentar como control de daños.

El cálculo es de ellos y sólo ellos sabrán si es bueno intentar darle un giro a lo que se convirtió en una bomba periodística negativa y aprovechar el momento, o si prefieren tragarse el sapo y apostar al olvido.

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