Arturo Cano / La Jornada
La petición cae pesada y algunos le sacan la vuelta. ¿Ya para qué?, sugiere en un extremo Federico Arreola, sobre la reunión de esta mañana de martes, un encuentro que demora seis años y cuya esencia resume Cuauhtémoc Cárdenas en una frase: Tenemos candidato a la Presidencia en Andrés Manuel López Obrador.
La declaración fue regateada un sexenio, pero llega. Ya era hora, dice el ex diputado migrante José Jacques. Es el momento, estima Ricardo Monreal, coordinador general de la campaña de López Obrador, en la cúspide de su fama. Toda campaña necesita un símbolo y tenemos en Cárdenas al símbolo más importante de la lucha democrática en México.
Recuerda Monreal que en 2006 coordinó la campaña en Michoacán y que nunca, en ocho meses, pudo conseguir que Cárdenas aceptara participar en un acto del candidato presidencial.
Cerca de ahí, Luis Meneses, ex líder campesino y ahora aspirante a diputado, se esfuerza en registrar las ausencias, y se rinde. Están todas las expresiones de la izquierda, ni hablar.
–¿Cómo fue que se trabajó este rencuentro?
–Lo propusimos nosotros, con la frase ahora o nunca –sigue Monreal.
–¿Por qué esa frase, hubo resistencia?
–No, nada. En el ingeniero Cárdenas hallamos mucha serenidad y juicio republicano. Y este acto se va a replicar en todo el país, ya sin Andrés Manuel, con el ingeniero presentando su propuesta en otros lugares.
Uno de los consejeros más cercanos de Cárdenas cuenta que López Obrador los buscó con una oferta doble: que el ingeniero participara en un acto sobre el programa y una senaduría plurinominal. “Le dimos la vuelta y propusimos que él asistiera a este acto donde Cárdenas presentó su propuesta, la que hemos trabajado durante años… y de la senaduría, pues le contestó al proponer que se eliminen los senadores de representación proporcional”.
Cómo hizo falta hace seis años
En las primeras filas se cuentan por decenas los cardenistas de cepa y de segunda línea. De militantes de la antigua Corriente Democrática del PRI a los rostros que acompañaron a Cuauhtémoc Cárdenas en la primera jefatura de Gobierno del Distrito Federal. Personajes como César Buenrostro y Javier González Garza, entre muchos otros. Los dirigentes de los tres partidos del Movimiento Progresista y decenas de militantes de a pie completan el cuadro.
Pasada la hora de la cita, entran juntos al salón Cárdenas y López Obrador, y con ellos, en fila, Marcelo Ebrard, Alejandro Encinas, Manuel Camacho, Luis Walton, Jesús Zambrano, Miguel Mancera, Alberto Anaya.
La secretaria general del PRD, Dolores Padierna, queda en segunda fila por obra de los reyes del codazo que desaparecen la tarjeta con su nombre. Así, en la primera fila sólo hay hombres, con la excepción de Beatriz Gutiérrez, esposa de López Obrador, y con la tardía incorporación de Rosario Ibarra.
Al margen de banderías, el público es generoso en el aplauso que prodiga a Cárdenas. El antecedente inmediato fue la asistencia del ingeniero y López Obrador a un acto de campaña de Alejandro Encinas. Pero muchos aquí insisten en que hace mucho no se escuchaba aquel grito que retumbó con más fuerza en las plazas públicas de 1988: ¡Cuauhtémoc, Cuauhtémoc!
Cárdenas se acomoda sus lentes de abuelito y con su legendaria entonación monocorde da lectura a un resumen de su propuesta programática, una versión actualizada del documento que con sus más cercanos presentara en el ya lejano febrero de 2004 y con el cual ya no pudo ir a una cuarta candidatura presidencial.
Cómo hizo falta hace seis años, se oye bajito en varios puntos del salón repleto, mientras Cárdenas va a los orígenes del Partido de la Revolución Democrática (PRD), a sus 600 muertos, a un listado de propuestas que arrancan aplausos cuando se refiere a la deuda nacional con los indígenas, al fortalecimiento del Estado laico, a la necesidad de revertir las legislaciones oscurantistas que impiden a las mujeres decidir sobre sus propios cuerpos. No hay los mismos aplausos, sin embargo, cuando Cárdenas habla de recortar el Senado o de ir a un régimen semipresidencial.
La ovación de pie se reserva para el momento en que Cárdenas dice tenemos candidato presidencial.
Del Zócalo al Pacto de la Alameda
Larga fue la vuelta para llegar a este punto. Una vuelta que comenzó acaso cuando, en julio de 2000, López Obrador celebró su triunfo en el Zócalo capitalino mientras Cárdenas no pudo hacer lo mismo en el país.
Un largo viaje que tuvo sus momentos emblemáticos, como el ocurrido en marzo de 2004, en el octavo congreso nacional del PRD, cuando en medio de los videoescándalos, Cárdenas acudió al acto sólo para renunciar a todos sus cargos partidistas. El michoacano trató entonces de hacer valer su autoridad para llegar a una solución radical: que se vayan todos (los dirigentes), propuso, y salió del auditorio en medio de silbidos y un grito que marcaría su ausencia en la campaña de hace seis años: ¡Obrador, Obrador!
Vinieron 2006 y la ausencia de Cárdenas, un capítulo que el michoacano quiso cerrar con una carta pública que, a mediados de septiembre de 2006, le dirigió a Elena Poniatowska, a propósito de una crítica de la escritora a la falta de apoyo a López Obrador. Cárdenas escribió: “Mis desacuerdos o desencuentros con él no son de carácter personal. Las diferencias que existen entre ambos son relativas a las formas de hacer y entender la política y sobre algunos aspectos programáticos… Aun con esas diferencias, mi voto fue por todos los candidatos de la coalición, como en su momento lo hice público”.
Todo eso viene a dar, por ahora, a lo que algunos llaman ya el Pacto de la Alameda.
El estadista y el luchador
El maestro de ceremonias es el cardenista Marco Rascón, quien saluda efusivamente a López Obrador con la misma mano con que ha criticado con rudeza, para decirlo con un eufemismo, al tabasqueño, cuando éste sube al estrado para decir que este encuentro ayuda a disipar dudas y malos entendidos.
El aspirante presidencial acusa recibo de las propuestas de Cárdenas y destaca las coincidencias con las que él ha presentado. Pero quiere dejar claro que lo más importante de la cita es la actitud solidaria del ingeniero Cárdenas.
“Se debe tener claro que dadas las circunstancias del país, por muy justas y nobles que sean otras causas, lo principal es luchar por un cambio de régimen… Para decirlo en unas cuantas palabras, sólo hay dos opciones: o más de lo mismo o un cambio verdadero”.
Adentro, los dos políticos que suman cinco candidaturas presidenciales regalan fotografías. Juntos, con los brazos en alto en señal de victoria.
En la salida se arremolinan los dirigentes con sus comentarios. Graco Ramírez, a quien en los años recientes sólo se le oían críticas a López Obrador, dice muy ufano: ¿Te acuerdas que yo los presenté en 1988, verdad? ¡Qué buen rencuentro!
Fue un generoso acto de apoyo, aporta su frase Carlos Lavore, consejero de Cárdenas.
Pese a la generosidad, en el rencuentro con el cual responden, en palabras de Monreal, al festín que traen los panistas con Josefina Vázquez Mota, no falta el cardenista que arruga la nariz al balancear los dos discursos, de Cárdenas y de López Obrador: Allá adentro quedó clara la diferencia entre un estadista y un luchador social.
La mayoría, sin embargo, se queda con otra idea, que Dolores Padierna frasea así: La autoridad moral y política del ingeniero Cárdenas es lo único que faltaba en esta campaña por la salvación del país. Estamos completos.
La petición cae pesada y algunos le sacan la vuelta. ¿Ya para qué?, sugiere en un extremo Federico Arreola, sobre la reunión de esta mañana de martes, un encuentro que demora seis años y cuya esencia resume Cuauhtémoc Cárdenas en una frase: Tenemos candidato a la Presidencia en Andrés Manuel López Obrador.
La declaración fue regateada un sexenio, pero llega. Ya era hora, dice el ex diputado migrante José Jacques. Es el momento, estima Ricardo Monreal, coordinador general de la campaña de López Obrador, en la cúspide de su fama. Toda campaña necesita un símbolo y tenemos en Cárdenas al símbolo más importante de la lucha democrática en México.
Recuerda Monreal que en 2006 coordinó la campaña en Michoacán y que nunca, en ocho meses, pudo conseguir que Cárdenas aceptara participar en un acto del candidato presidencial.
Cerca de ahí, Luis Meneses, ex líder campesino y ahora aspirante a diputado, se esfuerza en registrar las ausencias, y se rinde. Están todas las expresiones de la izquierda, ni hablar.
–¿Cómo fue que se trabajó este rencuentro?
–Lo propusimos nosotros, con la frase ahora o nunca –sigue Monreal.
–¿Por qué esa frase, hubo resistencia?
–No, nada. En el ingeniero Cárdenas hallamos mucha serenidad y juicio republicano. Y este acto se va a replicar en todo el país, ya sin Andrés Manuel, con el ingeniero presentando su propuesta en otros lugares.
Uno de los consejeros más cercanos de Cárdenas cuenta que López Obrador los buscó con una oferta doble: que el ingeniero participara en un acto sobre el programa y una senaduría plurinominal. “Le dimos la vuelta y propusimos que él asistiera a este acto donde Cárdenas presentó su propuesta, la que hemos trabajado durante años… y de la senaduría, pues le contestó al proponer que se eliminen los senadores de representación proporcional”.
Cómo hizo falta hace seis años
En las primeras filas se cuentan por decenas los cardenistas de cepa y de segunda línea. De militantes de la antigua Corriente Democrática del PRI a los rostros que acompañaron a Cuauhtémoc Cárdenas en la primera jefatura de Gobierno del Distrito Federal. Personajes como César Buenrostro y Javier González Garza, entre muchos otros. Los dirigentes de los tres partidos del Movimiento Progresista y decenas de militantes de a pie completan el cuadro.
Pasada la hora de la cita, entran juntos al salón Cárdenas y López Obrador, y con ellos, en fila, Marcelo Ebrard, Alejandro Encinas, Manuel Camacho, Luis Walton, Jesús Zambrano, Miguel Mancera, Alberto Anaya.
La secretaria general del PRD, Dolores Padierna, queda en segunda fila por obra de los reyes del codazo que desaparecen la tarjeta con su nombre. Así, en la primera fila sólo hay hombres, con la excepción de Beatriz Gutiérrez, esposa de López Obrador, y con la tardía incorporación de Rosario Ibarra.
Al margen de banderías, el público es generoso en el aplauso que prodiga a Cárdenas. El antecedente inmediato fue la asistencia del ingeniero y López Obrador a un acto de campaña de Alejandro Encinas. Pero muchos aquí insisten en que hace mucho no se escuchaba aquel grito que retumbó con más fuerza en las plazas públicas de 1988: ¡Cuauhtémoc, Cuauhtémoc!
Cárdenas se acomoda sus lentes de abuelito y con su legendaria entonación monocorde da lectura a un resumen de su propuesta programática, una versión actualizada del documento que con sus más cercanos presentara en el ya lejano febrero de 2004 y con el cual ya no pudo ir a una cuarta candidatura presidencial.
Cómo hizo falta hace seis años, se oye bajito en varios puntos del salón repleto, mientras Cárdenas va a los orígenes del Partido de la Revolución Democrática (PRD), a sus 600 muertos, a un listado de propuestas que arrancan aplausos cuando se refiere a la deuda nacional con los indígenas, al fortalecimiento del Estado laico, a la necesidad de revertir las legislaciones oscurantistas que impiden a las mujeres decidir sobre sus propios cuerpos. No hay los mismos aplausos, sin embargo, cuando Cárdenas habla de recortar el Senado o de ir a un régimen semipresidencial.
La ovación de pie se reserva para el momento en que Cárdenas dice tenemos candidato presidencial.
Del Zócalo al Pacto de la Alameda
Larga fue la vuelta para llegar a este punto. Una vuelta que comenzó acaso cuando, en julio de 2000, López Obrador celebró su triunfo en el Zócalo capitalino mientras Cárdenas no pudo hacer lo mismo en el país.
Un largo viaje que tuvo sus momentos emblemáticos, como el ocurrido en marzo de 2004, en el octavo congreso nacional del PRD, cuando en medio de los videoescándalos, Cárdenas acudió al acto sólo para renunciar a todos sus cargos partidistas. El michoacano trató entonces de hacer valer su autoridad para llegar a una solución radical: que se vayan todos (los dirigentes), propuso, y salió del auditorio en medio de silbidos y un grito que marcaría su ausencia en la campaña de hace seis años: ¡Obrador, Obrador!
Vinieron 2006 y la ausencia de Cárdenas, un capítulo que el michoacano quiso cerrar con una carta pública que, a mediados de septiembre de 2006, le dirigió a Elena Poniatowska, a propósito de una crítica de la escritora a la falta de apoyo a López Obrador. Cárdenas escribió: “Mis desacuerdos o desencuentros con él no son de carácter personal. Las diferencias que existen entre ambos son relativas a las formas de hacer y entender la política y sobre algunos aspectos programáticos… Aun con esas diferencias, mi voto fue por todos los candidatos de la coalición, como en su momento lo hice público”.
Todo eso viene a dar, por ahora, a lo que algunos llaman ya el Pacto de la Alameda.
El estadista y el luchador
El maestro de ceremonias es el cardenista Marco Rascón, quien saluda efusivamente a López Obrador con la misma mano con que ha criticado con rudeza, para decirlo con un eufemismo, al tabasqueño, cuando éste sube al estrado para decir que este encuentro ayuda a disipar dudas y malos entendidos.
El aspirante presidencial acusa recibo de las propuestas de Cárdenas y destaca las coincidencias con las que él ha presentado. Pero quiere dejar claro que lo más importante de la cita es la actitud solidaria del ingeniero Cárdenas.
“Se debe tener claro que dadas las circunstancias del país, por muy justas y nobles que sean otras causas, lo principal es luchar por un cambio de régimen… Para decirlo en unas cuantas palabras, sólo hay dos opciones: o más de lo mismo o un cambio verdadero”.
Adentro, los dos políticos que suman cinco candidaturas presidenciales regalan fotografías. Juntos, con los brazos en alto en señal de victoria.
En la salida se arremolinan los dirigentes con sus comentarios. Graco Ramírez, a quien en los años recientes sólo se le oían críticas a López Obrador, dice muy ufano: ¿Te acuerdas que yo los presenté en 1988, verdad? ¡Qué buen rencuentro!
Fue un generoso acto de apoyo, aporta su frase Carlos Lavore, consejero de Cárdenas.
Pese a la generosidad, en el rencuentro con el cual responden, en palabras de Monreal, al festín que traen los panistas con Josefina Vázquez Mota, no falta el cardenista que arruga la nariz al balancear los dos discursos, de Cárdenas y de López Obrador: Allá adentro quedó clara la diferencia entre un estadista y un luchador social.
La mayoría, sin embargo, se queda con otra idea, que Dolores Padierna frasea así: La autoridad moral y política del ingeniero Cárdenas es lo único que faltaba en esta campaña por la salvación del país. Estamos completos.
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