Antonio Gershenson
El amplio proceso que debió haber llevado a la construcción de una nueva refinería, y que sólo sirvió para circo y gastos, implicó sin embargo trabajo importante.
Me refiero al Estudio de viabilidad para construir una nueva refinería en México, obra entregada a la Comisión Permanente del Congreso, a través del Senado, el 30 de julio de 2008. Estaban en curso los foros sobre las cuatro iniciativas del Ejecutivo al respecto.
En este documento me refiero al criterio del tamaño y tipo de refinería a construir. Como es sabido, se habló –nunca se realizó– de que se construiría una refinería de 300 mil barriles diarios (mbd) de petróleo crudo. Sin embargo, en repetidas ocasiones el estudio del 30 de julio señala que hay una opción superior.
En la parte respectiva, que se inicia en la página 57, se señala que lo que se llama valor presente neto es mayor si se construye una refinería de dos trenes de refinación, de 300 mil barriles cada uno y por tanto con un total de 600, que con un solo tren del mismo tamaño, o sea un total de 300 mil. Dice que con estos 600 mil es como el mayor valor se genera.
Más adelante, el trabajo insiste, con otros argumentos como el tamaño del mercado mexicano, en que se considera deseable un incremento a la capacidad de refinación de 600 mbd en dos trenes de refinación. A partir de las cifras incluidas, podemos estimar un beneficio –o bien, si aplicamos en el sentido opuesto, un ahorro– de 25 por ciento. Este sería un primer ahorro. El otro es independiente del tamaño de la refinería.
Cuando se dio el precio de aproximadamente 10 mil millones de dólares para los 300 mbd, en Brasil se aprobaron cinco refinerías simultáneas de Petrobras, y el equivalente de 300 mil barriles diarios costaba 2 mil millones menos que la equivalente mexicana, o sea 20 por ciento menos. ¿Por qué tanta diferencia? Es común que esto suceda aquí, hay quienes lo pueden atribuir a la corrupción, y si eso fuera, la eliminación de la misma representaría otro ahorro de 20 por ciento en la construcción e instalación de la refinería en cuestión.
Hay otro ejemplo que queremos usar. No es un caso, como el anterior, basado en cifras oficiales, entregadas al Senado en la fecha citada. Son elementos que se mencionan en el medio, pero que merecen ser discutidos.
El primer elemento consiste en construir una nueva refinería –otra, no la mencionada– en un complejo petroquímico de los que tiene Pemex y que, obvio, tenga el terreno necesario. Se ha hablado de La Cangrejera. Las ventajas más evidentes serían las siguientes.
Una es que no sólo ahorramos el terreno en lo económico, sino también en el tiempo para conseguirlo. Otra consiste en que podemos aprovechar por lo menos una parte de la infraestructura existente. También ahorramos dinero y tiempo.
Proponemos que no se instale una planta coquizadora, que normalmente se usa para reducir o acabar con la producción de combustóleo, con el pretexto de que este último no se usa, y aumentando algo la producción de refinados. Pero resulta que se importa este combustible. ¿Por fin?
Se exporta combustóleo de alto contenido de azufre. Se importa una cantidad mayor de combustóleo con bajo contenido de azufre, para plantas del Pacífico. La conclusión: sí necesitamos combustóleo y hay que producirlo, pero también necesitamos una planta o plantas hidrodesulfuradoras. Lo que sí es cierto es que no necesitamos que todas las refinerías produzcan combustóleo, incluso con algunas plantas modernas que lo consuman. Si en la de Tula, que sería de 600 mbd, dejamos esos aspectos de lo que se hubiera ya adelantado en el papel, pues dejamos la producción de combustóleo en la que se haga en la planta petroquímica. Y ganamos tiempo y dinero otra vez, al no instalar ahí una coquizadora.
Con un poliducto entre esta nueva refinería y, por ejemplo, la Refinería de Salina Cruz para embarcar el combustóleo con poco azufre a los puertos citados, tenemos flexibilidad sobre las instalaciones intermedias.
Otra ventaja de esta última refinería nueva, en el complejo citado, es que los productos de las dos unidades vecinas pueden ser aprovechados los de una por los de la otra. Se pueden usar productos intermedios, como la nafta, en la petroquímica. O usarse por ambas el crudo superligero, que ahora se exporta en un desperdicio tremendo.
En pocas palabras, al aprovechar, en un caso, el trabajo de Pemex para el documento del 30 de julio de 2008, y por otro, lo planteado en el medio, podemos lograr refinerías más eficientes y mucho más económicas.
El amplio proceso que debió haber llevado a la construcción de una nueva refinería, y que sólo sirvió para circo y gastos, implicó sin embargo trabajo importante.
Me refiero al Estudio de viabilidad para construir una nueva refinería en México, obra entregada a la Comisión Permanente del Congreso, a través del Senado, el 30 de julio de 2008. Estaban en curso los foros sobre las cuatro iniciativas del Ejecutivo al respecto.
En este documento me refiero al criterio del tamaño y tipo de refinería a construir. Como es sabido, se habló –nunca se realizó– de que se construiría una refinería de 300 mil barriles diarios (mbd) de petróleo crudo. Sin embargo, en repetidas ocasiones el estudio del 30 de julio señala que hay una opción superior.
En la parte respectiva, que se inicia en la página 57, se señala que lo que se llama valor presente neto es mayor si se construye una refinería de dos trenes de refinación, de 300 mil barriles cada uno y por tanto con un total de 600, que con un solo tren del mismo tamaño, o sea un total de 300 mil. Dice que con estos 600 mil es como el mayor valor se genera.
Más adelante, el trabajo insiste, con otros argumentos como el tamaño del mercado mexicano, en que se considera deseable un incremento a la capacidad de refinación de 600 mbd en dos trenes de refinación. A partir de las cifras incluidas, podemos estimar un beneficio –o bien, si aplicamos en el sentido opuesto, un ahorro– de 25 por ciento. Este sería un primer ahorro. El otro es independiente del tamaño de la refinería.
Cuando se dio el precio de aproximadamente 10 mil millones de dólares para los 300 mbd, en Brasil se aprobaron cinco refinerías simultáneas de Petrobras, y el equivalente de 300 mil barriles diarios costaba 2 mil millones menos que la equivalente mexicana, o sea 20 por ciento menos. ¿Por qué tanta diferencia? Es común que esto suceda aquí, hay quienes lo pueden atribuir a la corrupción, y si eso fuera, la eliminación de la misma representaría otro ahorro de 20 por ciento en la construcción e instalación de la refinería en cuestión.
Hay otro ejemplo que queremos usar. No es un caso, como el anterior, basado en cifras oficiales, entregadas al Senado en la fecha citada. Son elementos que se mencionan en el medio, pero que merecen ser discutidos.
El primer elemento consiste en construir una nueva refinería –otra, no la mencionada– en un complejo petroquímico de los que tiene Pemex y que, obvio, tenga el terreno necesario. Se ha hablado de La Cangrejera. Las ventajas más evidentes serían las siguientes.
Una es que no sólo ahorramos el terreno en lo económico, sino también en el tiempo para conseguirlo. Otra consiste en que podemos aprovechar por lo menos una parte de la infraestructura existente. También ahorramos dinero y tiempo.
Proponemos que no se instale una planta coquizadora, que normalmente se usa para reducir o acabar con la producción de combustóleo, con el pretexto de que este último no se usa, y aumentando algo la producción de refinados. Pero resulta que se importa este combustible. ¿Por fin?
Se exporta combustóleo de alto contenido de azufre. Se importa una cantidad mayor de combustóleo con bajo contenido de azufre, para plantas del Pacífico. La conclusión: sí necesitamos combustóleo y hay que producirlo, pero también necesitamos una planta o plantas hidrodesulfuradoras. Lo que sí es cierto es que no necesitamos que todas las refinerías produzcan combustóleo, incluso con algunas plantas modernas que lo consuman. Si en la de Tula, que sería de 600 mbd, dejamos esos aspectos de lo que se hubiera ya adelantado en el papel, pues dejamos la producción de combustóleo en la que se haga en la planta petroquímica. Y ganamos tiempo y dinero otra vez, al no instalar ahí una coquizadora.
Con un poliducto entre esta nueva refinería y, por ejemplo, la Refinería de Salina Cruz para embarcar el combustóleo con poco azufre a los puertos citados, tenemos flexibilidad sobre las instalaciones intermedias.
Otra ventaja de esta última refinería nueva, en el complejo citado, es que los productos de las dos unidades vecinas pueden ser aprovechados los de una por los de la otra. Se pueden usar productos intermedios, como la nafta, en la petroquímica. O usarse por ambas el crudo superligero, que ahora se exporta en un desperdicio tremendo.
En pocas palabras, al aprovechar, en un caso, el trabajo de Pemex para el documento del 30 de julio de 2008, y por otro, lo planteado en el medio, podemos lograr refinerías más eficientes y mucho más económicas.
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