Javier Arcadia Galaviz / Cuestión de Debate
La reunión crucial, que tanto se deseo en el 2006 y que por diversas causas en aquel tiempo nunca llegó, porque no fue posible que se realizara, ahora, por fin, después de transcurridos seis años, se da el rencuentro entre los dos grades líderes de la izquierda mexicana, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y Andrés Manuel López Obrador.
Se vuelven a unir como si hubiesen sido eslabones dispersos de una cadena que el destino o las circunstancias, jugando a las contras, caprichosamente un día rompió, cuyo costo político fue la pérdida de una oportunidad histórica que propiciaba las condiciones idóneas que podrían haber cambiado, por la vía democrática, el rumbo de este país, que sigue oprimido y entrampado en un callejón sin salida a causa de un anquilosado y viejo sistema político que no cambia, y que desde hace algunas décadas ya no responde a las mínimas necesidades básicas de los sectores sociales mayoritarios y más debilitados.
Pero aún no es tarde, todavía para ello se está a tiempo, y va de nueva cuenta, con los ánimos bien renovados de ambos personajes políticos, convencidos de haber rectificado el camino y recapacitado sobre los errores cometidos en el pasado, razón por lo que hoy se muestran dispuestos a olvidar las diferencias inútiles que los llegaron a distanciar, para solo enfocar su mirada a la reivindicación de una nación que brutalmente ha sido castigada con el látigo de la impunidad y de la interminable corrupción, emanada de gobiernos insensibles y deshumanizados.
Por eso es que Cárdenas y López Obrador, al reunirse el martes pasado en un lugar del centro histórico de la ciudad de México, sellaron un compromiso político, de cara a la nación, que no precisamente vine a ser el abrazo de Acatempan, pero sí fue un acto trascendental que se traduce en un reencuentro que tiene como fin, en primera instancia, que ahora si irán juntos, resueltos a ganar la Presidencia de la República, bajo una misma visión política y bajo un mismo programa de gobierno.
Esa unidad pactada, es la que hizo falta en el 2006, porque la izquierda hubiera logrado una votación más elevada, con la que quizá se hubiese impedido el nefasto fraude electoral, que irremediablemente se cometió.
Fue un reencuentro entre Cárdenas y Andrés Manuel, que necesariamente tendrá efectos saludables en la sociedad y en el electorado, porque es seguro que a la izquierda a partir de ese evento se le percibirá más madura y responsable. Pero además, ese acto de unidad pudiera marcar el inicio de un posible desencadenamiento de importantes adhesiones representativas a nivel nacional a favor de la campaña política de AMLO, como quizá también se llegue a generar la participación masiva similar a lo que ocurrió en 1988 y en el 2006, en que el electorado se volcó a dar su voto a Cuauhtémoc Cárdenas y López Obrador, respectivamente.
Pálida tinta: ¿De verdad en el PRI tendrán buena memoria como lo afirmaron en su evento del domingo pasado en el Palacio de los Deportes? Es de dudarse, porque cuando el líder de los pepenadores, Cuauhtémoc Gutiérrez, se refirió a un tal señor de las ligas, se le olvidó mencionar al señor de las maletas que contenían 25 millones de pesos que supuestamente iban a utilizar para comprar tamales en Toluca; así también se le olvidó citar al señor del endeudamiento descomunal en el Estado de Coahuila o como al señor Montiel que bien podría llamarse el señor de los inmuebles por tantas residencias que adquirió cuando le tocó gobernar el Estado de México. Esto nada más por aludir a este trío de perlas. Pero lo cierto es que este líder de los pepenadores escupió para arriba y seguro que no imaginó que el salivazo que lanzó le caerá en la cara.
La reunión crucial, que tanto se deseo en el 2006 y que por diversas causas en aquel tiempo nunca llegó, porque no fue posible que se realizara, ahora, por fin, después de transcurridos seis años, se da el rencuentro entre los dos grades líderes de la izquierda mexicana, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y Andrés Manuel López Obrador.
Se vuelven a unir como si hubiesen sido eslabones dispersos de una cadena que el destino o las circunstancias, jugando a las contras, caprichosamente un día rompió, cuyo costo político fue la pérdida de una oportunidad histórica que propiciaba las condiciones idóneas que podrían haber cambiado, por la vía democrática, el rumbo de este país, que sigue oprimido y entrampado en un callejón sin salida a causa de un anquilosado y viejo sistema político que no cambia, y que desde hace algunas décadas ya no responde a las mínimas necesidades básicas de los sectores sociales mayoritarios y más debilitados.
Pero aún no es tarde, todavía para ello se está a tiempo, y va de nueva cuenta, con los ánimos bien renovados de ambos personajes políticos, convencidos de haber rectificado el camino y recapacitado sobre los errores cometidos en el pasado, razón por lo que hoy se muestran dispuestos a olvidar las diferencias inútiles que los llegaron a distanciar, para solo enfocar su mirada a la reivindicación de una nación que brutalmente ha sido castigada con el látigo de la impunidad y de la interminable corrupción, emanada de gobiernos insensibles y deshumanizados.
Por eso es que Cárdenas y López Obrador, al reunirse el martes pasado en un lugar del centro histórico de la ciudad de México, sellaron un compromiso político, de cara a la nación, que no precisamente vine a ser el abrazo de Acatempan, pero sí fue un acto trascendental que se traduce en un reencuentro que tiene como fin, en primera instancia, que ahora si irán juntos, resueltos a ganar la Presidencia de la República, bajo una misma visión política y bajo un mismo programa de gobierno.
Esa unidad pactada, es la que hizo falta en el 2006, porque la izquierda hubiera logrado una votación más elevada, con la que quizá se hubiese impedido el nefasto fraude electoral, que irremediablemente se cometió.
Fue un reencuentro entre Cárdenas y Andrés Manuel, que necesariamente tendrá efectos saludables en la sociedad y en el electorado, porque es seguro que a la izquierda a partir de ese evento se le percibirá más madura y responsable. Pero además, ese acto de unidad pudiera marcar el inicio de un posible desencadenamiento de importantes adhesiones representativas a nivel nacional a favor de la campaña política de AMLO, como quizá también se llegue a generar la participación masiva similar a lo que ocurrió en 1988 y en el 2006, en que el electorado se volcó a dar su voto a Cuauhtémoc Cárdenas y López Obrador, respectivamente.
Pálida tinta: ¿De verdad en el PRI tendrán buena memoria como lo afirmaron en su evento del domingo pasado en el Palacio de los Deportes? Es de dudarse, porque cuando el líder de los pepenadores, Cuauhtémoc Gutiérrez, se refirió a un tal señor de las ligas, se le olvidó mencionar al señor de las maletas que contenían 25 millones de pesos que supuestamente iban a utilizar para comprar tamales en Toluca; así también se le olvidó citar al señor del endeudamiento descomunal en el Estado de Coahuila o como al señor Montiel que bien podría llamarse el señor de los inmuebles por tantas residencias que adquirió cuando le tocó gobernar el Estado de México. Esto nada más por aludir a este trío de perlas. Pero lo cierto es que este líder de los pepenadores escupió para arriba y seguro que no imaginó que el salivazo que lanzó le caerá en la cara.
Comentarios