Alfredo Jalife-Rahme / Bajo la Lupa
Más importante que haber sido acogido en la Casa Blanca por Barack Obama, el vicepresidente chino, Xi Jinping, fue recibido en forma inédita en el Pentágono con 19 cañonazos de honor.
Xi –próximo mandarín global a cuyo periodo correspondería superar al PIB de Estados Unidos (EU) en 2016 (FMI dixit), lo cual cimbrará todas las placas tectónicas geopolíticas y geoeconómicas del planeta– será entronizado en otoño como sucesor del presidente Hu Jintao, bajo la liturgia del 18 Congreso del Partido Comunista, para tomar las riendas del poder el año entrante, quizá por una década, en representación de una nueva generación de dirigentes (la quinta, desde la legendaria Larga Marcha de Mao Tse Tung) a quienes les toca ahora administrar la prosperidad y, más que nada, impedir una nueva guerra fría con EU o hasta una tercera guerra mundial.
No faltan quienes –quizá por ignorar la relevancia del análisis geoestratégico– exageren el aspecto mercantilista, que raya en el aldeanismo óptico, de la relación bilateral entre EU y China, muy insuficiente jerárquicamente para un escrutinio integral del presente (des)orden mundial, y soslayen la trascendencia de las reuniones de Xi con tres prominentes geoestrategas: Henry Kissinger, Brent Scowcroft y Zbigniew Brzezinski, quienes lidiaron con las cuatro generaciones previas de dirigentes chinos desde la cúpula de la seguridad nacional de EU.
Los chinos saben desde Sun Tsu, hace 2 mil 524 años, que el comercio es ante todo geoestratégico (El arte de la guerra); error de dislexia capital que han cometido los ineptos regímenes neoliberales y ultramercantilistas de México.
Global Times (18/2/12) resalta los acuerdos que arrancó la delegación china que escoltó a Xi en el corazón agrícola de EU (Iowa, adonde Xi regresó 27 años después), acompañado por el secretario de Agricultura de EU, Tom Vilsack, donde firmaron la compra de soya a las principales empresas de EU por 4 mil 300 millones de dólares. China se ha vuelto el principal importador de bienes agrícolas de EU (20 mil millones el año pasado).
El periplo estratégico por 5 días del mandarín global Xi, que inició en Washington y sus alrededores (Casa Blanca, Congreso y Pentágono) y pasó por Iowa, concluyó en Los Ángeles, donde fue escoltado por el gobernador de California, Jerry Brown, y el alcalde de origen mexicano Antonio Villaraigosa, quien acompañó a Xi al juego de basquetbol de los Lakers.
Xi alabó el puerto verde y ambientalmente amigable de Los Ángeles desde donde se transportan 120 mil millones de dólares en bienes a China. Brown y Villaraigosa solicitaron la inversión china para un tren de alta velocidad entre Los Ángeles y San Francisco. No tengo tiempo para fustigar la catatimia (ceguera emocional) panista (la dupla Fox-Castañeda Gutman y Calderón) contra China: defecto geoestratégico que, por fortuna, no padece Villaraigosa.
Ante el silencio estruendoso de The Economist, el otro portavoz del neoliberalismo global de corte anglosajón, The Financial Times –Geoff Dyer, 12 y 14/2/12–, cual su costumbre, amarra navajas militares entre EU y China.
Según Dyer, Xi usó su viaje a Washington para criticar los planes militares de Obama en Asia. Evoca la entrevista por escrito que realizó The Washington Post a Xi en vísperas de su periplo, en que fustiga la militarización de Asia por EU: El vasto océano Pacífico tiene amplio espacio para China y EU. Por cierto, dicho océano mide 165.2 millones de kilómetros cuadrados que el hipermilitarismo de EU no desea compartir con nadie.
Obama está de acuerdo con el ascenso pacífico de China, pero enfatizó que Pekín debe jugar limpio, de acuerdo con las reglas del sistema económico mundial (léase: el orden mundial impuesto por EU mediante sus triunfos en dos guerras mundiales y una guerra fría).
Dyer destaca los profundos (sic) lazos personales y familiares de Xi con los militares de China, quienes tienen un punto de vista escéptico sobre la presencia de EU en Asia.
Dyer no es muy optimista sobre el epílogo de la carrera militar entre EU y China en la cuenca del Pacífico y alude a ciertos observadores (sic) clandestinos de que EU parece tener la intención de mantener su dominio en los mares del Pacífico occidental. Pero, ¿en qué cabeza cabe que EU se a va retirar pacíficamente del Pacífico? Equivaldría a desconocer la historia superbélica de EU desde su génesis, en el siglo XVIII.
No todo fue rosa durante el periplo de Xi, quien tuvo que digerir las jeremiadas de los congresistas de EU –infatuados poseedores de la verdad y la virtud del universo en medio de su bursátil Sodoma y Gomorra– quienes fustigaron a China de manipular su divisa, de hacer trampas comerciales y armarse hasta los dientes.
El electorerismo estadunidense ha contribuido a dañar las relaciones bilaterales. Mitt Romney, puntero del Partido Republicano para la candidatura presidencial y, más que nada, favorito del establishment bélico y de Goldman Sachs– arremetió con una diatriba en The Wall Street Journal (16/2/12) contra el ascenso del poder de China en plena visita de Xi: “El alba del siglo chino –y el fin del estadunidense– no es inevitable”, lo cual pasa por la reconstrucción (sic) del ejército para detener a China. A su juicio, Obama se mueve en dirección equivocada y tilda el encuentro en la Casa Blanca de pompa vacía y ceremonia.
Romney despotrica que Obama llegó a su cargo como suplicante de Pekín (para comprar la deuda de EU), por lo que comprometió tanto los derechos humanos como el acuerdo del cambio climático global. Tal debilidad estimuló la firmeza de los chinos e hizo dudar a nuestros aliados sobre el mantenimiento de nuestro poder en Asia del Este.
Romney se pronuncia por mantener una vigorosa fuerza militar en Asia y susurra la amenaza de una guerra comercial contra China. Se envalentona y expectora que el poder económico y militar de EU en el Pacífico no puede venir en segundo lugar detrás de nadie (léase de China). ¡Uf!
Al contrario de Xi, quien busca acomodar a China, quizá ingenuamente, con EU en la vastedad del Pacífico, para Romney, China no tiene cabida. Concluye que el siglo XXI no será de China (régimen opresor y autoritario), sino que seguirá siendo de EU (de libertades y oportunidades). ¿Estará de acuerdo el libertario movimiento Ocuppy Wall Street (que representa simbólicamente el 99%) con las bravatas de Romney, representante de la hoy desglobalizada plutocracia decadente e insolvente?
Ante los empresarios de EU, mucho más receptivos que los congresistas, Xi propuso la mutua complementariedad de objetivos políticos macroeconómicos que se concilian mediante la aceleración del cambio del modelo del crecimiento económico de China (léase: el consumo interno por encima de las exportaciones) mientras Washington planifica duplicar (sic) sus exportaciones, lo cual ofrece nuevas oportunidades importantes para que China y EU profundicen su cooperación económica y comercial (Xinhua, 18/2/12), lo que se traduce, a mi juicio, en un G-2 vulgarmente mercantilista; se estanca en un etéreo G-20 geoeconómico, y se diluye geoestratégicamente en un G-0 militar.
Más importante que haber sido acogido en la Casa Blanca por Barack Obama, el vicepresidente chino, Xi Jinping, fue recibido en forma inédita en el Pentágono con 19 cañonazos de honor.
Xi –próximo mandarín global a cuyo periodo correspondería superar al PIB de Estados Unidos (EU) en 2016 (FMI dixit), lo cual cimbrará todas las placas tectónicas geopolíticas y geoeconómicas del planeta– será entronizado en otoño como sucesor del presidente Hu Jintao, bajo la liturgia del 18 Congreso del Partido Comunista, para tomar las riendas del poder el año entrante, quizá por una década, en representación de una nueva generación de dirigentes (la quinta, desde la legendaria Larga Marcha de Mao Tse Tung) a quienes les toca ahora administrar la prosperidad y, más que nada, impedir una nueva guerra fría con EU o hasta una tercera guerra mundial.
No faltan quienes –quizá por ignorar la relevancia del análisis geoestratégico– exageren el aspecto mercantilista, que raya en el aldeanismo óptico, de la relación bilateral entre EU y China, muy insuficiente jerárquicamente para un escrutinio integral del presente (des)orden mundial, y soslayen la trascendencia de las reuniones de Xi con tres prominentes geoestrategas: Henry Kissinger, Brent Scowcroft y Zbigniew Brzezinski, quienes lidiaron con las cuatro generaciones previas de dirigentes chinos desde la cúpula de la seguridad nacional de EU.
Los chinos saben desde Sun Tsu, hace 2 mil 524 años, que el comercio es ante todo geoestratégico (El arte de la guerra); error de dislexia capital que han cometido los ineptos regímenes neoliberales y ultramercantilistas de México.
Global Times (18/2/12) resalta los acuerdos que arrancó la delegación china que escoltó a Xi en el corazón agrícola de EU (Iowa, adonde Xi regresó 27 años después), acompañado por el secretario de Agricultura de EU, Tom Vilsack, donde firmaron la compra de soya a las principales empresas de EU por 4 mil 300 millones de dólares. China se ha vuelto el principal importador de bienes agrícolas de EU (20 mil millones el año pasado).
El periplo estratégico por 5 días del mandarín global Xi, que inició en Washington y sus alrededores (Casa Blanca, Congreso y Pentágono) y pasó por Iowa, concluyó en Los Ángeles, donde fue escoltado por el gobernador de California, Jerry Brown, y el alcalde de origen mexicano Antonio Villaraigosa, quien acompañó a Xi al juego de basquetbol de los Lakers.
Xi alabó el puerto verde y ambientalmente amigable de Los Ángeles desde donde se transportan 120 mil millones de dólares en bienes a China. Brown y Villaraigosa solicitaron la inversión china para un tren de alta velocidad entre Los Ángeles y San Francisco. No tengo tiempo para fustigar la catatimia (ceguera emocional) panista (la dupla Fox-Castañeda Gutman y Calderón) contra China: defecto geoestratégico que, por fortuna, no padece Villaraigosa.
Ante el silencio estruendoso de The Economist, el otro portavoz del neoliberalismo global de corte anglosajón, The Financial Times –Geoff Dyer, 12 y 14/2/12–, cual su costumbre, amarra navajas militares entre EU y China.
Según Dyer, Xi usó su viaje a Washington para criticar los planes militares de Obama en Asia. Evoca la entrevista por escrito que realizó The Washington Post a Xi en vísperas de su periplo, en que fustiga la militarización de Asia por EU: El vasto océano Pacífico tiene amplio espacio para China y EU. Por cierto, dicho océano mide 165.2 millones de kilómetros cuadrados que el hipermilitarismo de EU no desea compartir con nadie.
Obama está de acuerdo con el ascenso pacífico de China, pero enfatizó que Pekín debe jugar limpio, de acuerdo con las reglas del sistema económico mundial (léase: el orden mundial impuesto por EU mediante sus triunfos en dos guerras mundiales y una guerra fría).
Dyer destaca los profundos (sic) lazos personales y familiares de Xi con los militares de China, quienes tienen un punto de vista escéptico sobre la presencia de EU en Asia.
Dyer no es muy optimista sobre el epílogo de la carrera militar entre EU y China en la cuenca del Pacífico y alude a ciertos observadores (sic) clandestinos de que EU parece tener la intención de mantener su dominio en los mares del Pacífico occidental. Pero, ¿en qué cabeza cabe que EU se a va retirar pacíficamente del Pacífico? Equivaldría a desconocer la historia superbélica de EU desde su génesis, en el siglo XVIII.
No todo fue rosa durante el periplo de Xi, quien tuvo que digerir las jeremiadas de los congresistas de EU –infatuados poseedores de la verdad y la virtud del universo en medio de su bursátil Sodoma y Gomorra– quienes fustigaron a China de manipular su divisa, de hacer trampas comerciales y armarse hasta los dientes.
El electorerismo estadunidense ha contribuido a dañar las relaciones bilaterales. Mitt Romney, puntero del Partido Republicano para la candidatura presidencial y, más que nada, favorito del establishment bélico y de Goldman Sachs– arremetió con una diatriba en The Wall Street Journal (16/2/12) contra el ascenso del poder de China en plena visita de Xi: “El alba del siglo chino –y el fin del estadunidense– no es inevitable”, lo cual pasa por la reconstrucción (sic) del ejército para detener a China. A su juicio, Obama se mueve en dirección equivocada y tilda el encuentro en la Casa Blanca de pompa vacía y ceremonia.
Romney despotrica que Obama llegó a su cargo como suplicante de Pekín (para comprar la deuda de EU), por lo que comprometió tanto los derechos humanos como el acuerdo del cambio climático global. Tal debilidad estimuló la firmeza de los chinos e hizo dudar a nuestros aliados sobre el mantenimiento de nuestro poder en Asia del Este.
Romney se pronuncia por mantener una vigorosa fuerza militar en Asia y susurra la amenaza de una guerra comercial contra China. Se envalentona y expectora que el poder económico y militar de EU en el Pacífico no puede venir en segundo lugar detrás de nadie (léase de China). ¡Uf!
Al contrario de Xi, quien busca acomodar a China, quizá ingenuamente, con EU en la vastedad del Pacífico, para Romney, China no tiene cabida. Concluye que el siglo XXI no será de China (régimen opresor y autoritario), sino que seguirá siendo de EU (de libertades y oportunidades). ¿Estará de acuerdo el libertario movimiento Ocuppy Wall Street (que representa simbólicamente el 99%) con las bravatas de Romney, representante de la hoy desglobalizada plutocracia decadente e insolvente?
Ante los empresarios de EU, mucho más receptivos que los congresistas, Xi propuso la mutua complementariedad de objetivos políticos macroeconómicos que se concilian mediante la aceleración del cambio del modelo del crecimiento económico de China (léase: el consumo interno por encima de las exportaciones) mientras Washington planifica duplicar (sic) sus exportaciones, lo cual ofrece nuevas oportunidades importantes para que China y EU profundicen su cooperación económica y comercial (Xinhua, 18/2/12), lo que se traduce, a mi juicio, en un G-2 vulgarmente mercantilista; se estanca en un etéreo G-20 geoeconómico, y se diluye geoestratégicamente en un G-0 militar.
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